La agricultura sigue siendo uno de los principales motores económicos de Castilla-La Mancha. Como consecuencia de ello, y dependiendo de la época, a nuestra tierra llegan miles y miles de personas a “sacarnos las castañas del fuego”, es decir, a coger nuestros ajos, nuestras cebollas, nuestra uva, nuestro azafrán…, que de otro modo se pudrirían en las matas. Cuando llega el momento de ir al campo, por lo general a los de las banderitas les pilla con el carajillo en la mano y no encuentran el momento de agachar la espalda o subirse al remolque.
Pues bien, todos esos nuevos vecinos nuestros, junto aquellos que deambulan de acá para allá como temporeros, no solo representan una fuerza de trabajo imprescindible para el crecimiento de nuestro PIB y el sostenimiento de nuestro estado de más o menos bienestar, sino que encarnan valores que necesitamos incorporar urgentemente a nuestra sociedad. Cada uno de ellos, cada una de ellas, lleva a sus espaldas su propia biografía, como una mochila cargada de condicionantes históricos colectivos y singularidades individuales. Pero la inmensa mayoría ha atravesado desiertos, ha cruzado mares, ha saltado vallas imposibles, ha lidiado con mafias completamente deshumanizadas, ha sufrido la violencia institucional de estados financiados por la UE que no respetan los derechos humanos y ha visto morir a muchos y muchas camaradas por el camino. Tenemos innumerables relatos al respecto: El viaje de Kalilu, de Kalilu Jammeh; Hermanito, de Ibrahimma Balde; Viaje al país de los blancos, de Ousman Umar; la película Yo capitán, de Matteo Garrone; y tantos y tantos otros… Cada una de esas vidas narradas supone una peculiar odisea, pero, a la vez, todas presentan unos rasgos comunes. En todas encontramos generosidad (como en el caso de los emigrantes españoles, el sueño compartido es ayudar a la familia y a la comunidad), coraje, esfuerzo, fe en uno mismo o una misma, esperanza, espíritu de superación, resiliencia, solidaridad, fraternidad, sororidad, reciprocidad, entrega… En resumen, no son dioses, no son diosas, lo sabemos, son simples seres humanos sujetos a las mismas pasiones e incertidumbres que nosotros, pero ahora mismo esa población migrante personifica todo lo que al mundo capitalista le falta. De modo que ojalá y se cumpliese ya mismo la teoría conspiranoica del Gran Reemplazo. ¡Cuanto antes, mejor!
En serio, ojalá que bien pronto gentes llegadas de donde sea reemplacen a los racistas, a los xenófobos, a los homófobos, a los que niegan la violencia de género, a los que en nombre de sus caducos conceptos morales quieren censurar la cultura, a los que quieren volver a la vieja España nacionalcatólica, a los que invocan la patria y luego la venden al mejor postor, a los que quieren hacer negocio con los servicios públicos, a los negacionistas, a los terraplanistas, a los garrulos que se dejan llevar por cuatro consignas envenenadas sin detenerse a analizar la información, a los que difunden bulos, a los que incitan a la violencia, a los que desprecian a los débiles y se humillan ante los poderosos, a los que han perdido la conciencia de clase, a los corruptos, a los fachas de todos los pelajes, a los que justifican o minimizan el genocidio palestino, a los explotadores, a los abusadores, a los que se creen superiores, a los que se dedican a mirarse el ombligo, a los mesías, a los iluminados, a los tontarras, a los que piensan que pueden salvarse solos mientras el planeta se nos hunde bajo los pies…
Sí, por favor, reemplazo ya. Ahora que aún estamos a tiempo de, como decía Nietzsche, “transvalorar todos los valores”. Y ya que nos ponemos, también remigración, otro concepto muy querido por la fauna de extrema derecha. Pero no de forma masiva, como ellos quieren, sino de manera selectiva, devolviendo a sus países originarios tan solo a elementos tóxicos como Javier Ortega Smith, Rocío De Meer, Bertrand Ndongo, Hermann Tersch, Rocío Monasterio… En España no sobran extranjeros, pero sí sembradores de odio. Y si, de paso, para rematar la faena, García-Page “remigra” al PP, lo bordamos. El panorama político regional quedaría mucho más claro, jeje.
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