Artículo
publicado el 6 de octubre de 2101 en el Diario La Verdad (edición de Albacte)
Buenos días,
queridos lectores; somos nosotros, vuestros estudiantes de la escuela pública.
Ante todo, ¡lo reconocemos!: somos incapaces de recordar todas las fechas de
Historia, e incluso nos cuesta memorizar los nombres de cada filósofo griego.
Pero si hay algo que sí han conseguido inculcarnos nuestros profesores a lo
largo de estos años, es que debemos luchar por lo que consideramos justo, tal y
como hicieron en su día los obreros de la Revolución Industrial, o las mujeres
sufragistas que fueron encarceladas por exigir sus derechos. Ellos decidieron
que unirse era el único camino para obtener su dignidad. Como dice Eduardo
Galeano: «somos tan grandes como el enemigo que elegimos».
Normalmente,
nuestra función consiste en escuchar a nuestros profesores en clase. Hoy, sin
embargo, querríamos que se nos escuche a nosotros.
Estos
últimos días se ha hablado mucho de los recortes en educación, del aumento en
dos horas del horario lectivo… Estamos cansados de escuchar esa marea de
críticas que nos llega desde la tele o la radio, nos negamos a «seguir el
rollo» a todas esas voces que nos repiten incansablemente que nuestros
profesores, los mismos que llevan años luchando por introducir en nuestras
cabezotas alguna idea coherente, son unos vagos y unos gandules.
Para
empezar, llevamos años aguantando recortes en la escuela pública. Hace ya
tiempo nos despedimos de las horas de repaso, los desdobles en idiomas y
laboratorio, las becas internacionales… Reconozcámoslo, quizás hemos sido
excesivamente mansos.
Este año,
para mejorar el panorama, hemos empezado el curso una semana más tarde, esto es
casi una condena para un estudiante de la PAEG, apurado por el tiempo desde el
primer minuto de clase. Aulas que no cuadraban, clases abarrotadas, profesores
que impartían materias fuera de su especialidad...
Y, claro,
llegaron las evidentes protestas. ¡Parecía que por fin había una oportunidad
para que la comunidad educativa se uniera! Lo que en un principio fue una sola
fuerza, en poco tiempo se ramificó infinitamente. ¡Separa y vencerás!
Sindicatos sin acuerdos, profesores y alumnos separados… Además, nos estamos
viendo obligados a combatir contra ese argumento que parece ser omnipotente del
«no podemos hacer nada», ¡como si la Historia no nos hubiera demostrado eso de
que el pueblo unido jamás será vencido…!
¿Por qué no
podemos pensar, por una vez, en lo que debemos hacer? ¿Por qué no nos unimos
por dignidad, por solidaridad? Que las cosas sean así no significa que así
deban ser. Luchar es, en este caso, una obligación moral (a todos vosotros,
estudiantes y profesores, ¿no os suena el imperativo categórico kantiano?).
El caso es
que la escuela pública empeora y la privatización avanza. Estamos creando una
sociedad de clases en la que está de moda pagar por tus derechos. Que un país
venda el futuro de una generación al mejor postor es algo inaceptable,
permitirlo es un crimen hacia nuestros propios hijos y nietos. Pedimos
dignidad. Dignidad y respeto para nosotros, para ellos. Nuestros profesores,
trabajadores de la escuela pública, no trabajan 20 horas a la semana. Tal vez
porque, afortunadamente, además de ser profesores son personas. Personas que
preparan ejercicios extra, nos ayudan, nos apoyan, nos acompañan en nuestros
viajes, se ocupan del aula virtual. El menosprecio a su trabajo es inadmisible.
Nos
dirigimos a todos ustedes: estudiantes, profesores, hijos y hermanos, padres,
madres, abuelos, vecinos… Luchen por la educación de una generación que debe
ser libre y honrada para sacar un país adelante. Puede que la respuesta no esté
en la Bolsa de Madrid o en el aumento o descenso de cierto valor bursátil.
Puede que la solución está en nuestras aulas públicas.
Nosotros
seguiremos haciendo lo posible para construir un futuro de igualdad. Sin
clases, sin élites todopoderosas educadas en escuelas para multimillonarios.
Desgraciadamente,
y por culpa de una crisis global que lo excusa todo, la plaga de la
privatización y del empeoramiento de lo público ha llegado hasta el último
rincón del mundo. Nuestros compañeros chilenos del otro lado del charco lo
tienen muy claro, han adoptado un lema que también hacemos nuestro: la
educación pública no se vende, se defiende.Y usted, ¿qué decide?
Este artículo ha sido escrito
por Marina López y Marina Sánchez, miembros del Consejo Escolar del IES Ramón y
Cajal de Albacete, que han sido invitadas a compartir este espacio por el Colectivo Puente Madera.