miércoles, 24 de noviembre de 2021

POR QUÉ NECESITAMOS URGENTEMENTE UN AQUELARRE RADICAL



A lo largo de la historia, antes de la aparición del feminismo como ideología y herramienta de lucha, las mujeres desarrollaron las más diversas estrategias de resistencia para escapar de la opresión machista. Curiosamente, algunas de ellas encontraron refugio en instituciones religiosas. Buen ejemplo de ello son las célebres beguinas, una especie de “monjas” que durante siglos fundaron por media Europa comunidades autosuficientes al margen del control masculino. También la excelente poeta sor Juana Inés de la Cruz se retiró a un convento como única posibilidad para desarrollar su talento literario.

Los caminos de la libertad son inescrutables. Durante la Edad Media hubo mujeres juglaresas que, para escándalo de muchos santos varones, deambulaban de acá para allá cantando, bailando y recitando historias. En el siglo XVII Catalina de Erauso se travistió de grumete y embarcó hacia América, donde protagonizó increíbles aventuras. Unos siglos después, la gran Concepción Arenal tuvo que ponerse pantalones para poder estudiar derecho. Cada una de esas apuestas vitales, cada uno de esos gestos, constituía a su manera un desafío para el orden establecido.

Pero si algo resultó intolerablemente subversivo fue el ejercicio de la denominada “brujería”. El poder no podía consentir la existencia de aquellas mujeres profundamente libres y sabias, unidas por vínculos de sororidad, que ponían en entredicho no solo el patriarcado, sino la misma estructura económica de las sociedades preindustriales. Lo explica a la perfección Silvia Federici en el ya clásico Calibán y la bruja. El capitalismo naciente necesitó enclaustrar a las mujeres en el ámbito doméstico para utilizarlas como reproductoras de mano de obra barata. Así de claro y así de crudo. Las diversas inquisiciones de los distintos estados no fueron más que las mamporreras de un modo de producción basado en la explotación del hombre por el hombre y, más aún, de la mujer por el hombre.

Por eso, hoy, más que nunca, necesitamos un aquelarre radical. Pablo Casado, con su habitual locuacidad de muñeco loco, realmente estaba indicando el camino correcto cuando denominó así el evento sobre “otras políticas” que reunió en Valencia a Yolanda Díaz, Mónica Oltra, Ada Coláu, Mónica García y Fátima Hamed. Claro que sí. No hay duda. Necesitamos transvalorar todos los valores. Necesitamos reiniciar el sistema. Necesitamos acabar con la injusticia, con la desigualdad, con la corrupción, con las puertas giratorias, con los abusos de las grandes corporaciones, con los techos de cristal sociales y de género, con el racismo, con el machismo, con la homofobia, con el deterioro del medio ambiente… El planeta no aguanta otro siglo más de extracción ilimitada de recursos y extorsión infinita de personas. Necesitamos un aquelarre radical ya porque el dogma neoliberal de la competencia está convirtiendo el mundo en un inmenso juego del calamar incompatible con la vida.

Evidentemente, el proceso no va a ser fácil. A partir de ahora, toda una legión de torquemadas envueltos en banderas rojigualdas incendiará las redes y los medios y removerá Roma con Santiago para dinamitarlo. Por otro lado, no debemos olvidar que el fantasma de La vida de Brian siempre sobrevuela sobre el espacio de la izquierda y amenaza con fragmentarlo en un sinfín de Frentes Populares de Judea y Frentes Judaicos Populares. De modo que hay que andar con mucha cautela. El pasado fin de semana se celebró en Barcelona la III Asamblea de los comunes. La clausura fue como una especie de reedición ampliada del acto de Valencia. Yolanda Díaz apostó por “avanzar juntas en democracia”. En la misma línea, Alberto Garzón defendió el “trabajo conjunto” como “la mejor manera de proteger y ampliar los derechos (…) de las familias trabajadoras”. Llevan razón. No habrá cambios sin la concurrencia de mucha gente de procedencias y condiciones muy distintas. Pero, ojo, en esta ocasión sin duda es preferible que los hombres se hagan a un lado y cedan el paso a las mujeres, porque así son los aquelarres, y porque los excesos de testosterona y las masculinidades tradicionales latentes ya han jodido, por desgracia, demasiadas experiencias previas. Quién sabe, quizá esta sea nuestra última oportunidad para asaltar los famosos cielos, o por lo menos para intentarlo.



 

@CPuenteMadera


viernes, 12 de noviembre de 2021

LA IMPRESCINDIBLE FILOSOFÍA


En una sociedad que avanza vertiginosamente con el desarrollo de la ciencia, lo que valoramos en su justa medida, se está arrinconando, cuando no olvidando, de forma incomprensible: la enseñanza de las materias de humanidades en nuestro sistema educativo.

Un claro ejemplo lo tenemos en la imprescindible Filosofía, que el Ministerio de Educación, con Pilar Alegría a la cabeza, está condenando al ostracismo con sus últimas decisiones curriculares.

Todavía hay demasiadas personas que dudan de la importancia de la enseñanza de las materias filosóficas en nuestros centros educativos. Para estos escépticos y para esos políticos de mesa de despacho, les debemos recordar, como bien afirma el profesor Jorge Úbeda, que la Filosofía sirve para entender fenómenos de la vida social, política y económica para los que las ciencias no tienen una respuesta clara. También permite tomar distancia de la realidad para someterla a examen, a crítica, y pensar qué puede hacer uno, cómo puede ejercer su libertad y responsabilidad, sin olvidar que la Filosofía nos enseña a hablar de otra manera, de forma racional y argumentada, a escuchar los argumentos del otro y a estar dispuestos a modificar el propio punto de vista si fuera necesario.

El uso de la Filosofía exige prestar atención al otro, tiempo para reflexionar, para profundizar. Pero en esta sociedad de la inmediatez, de lo rápido, eso cada vez resulta más difícil. La Filosofía fomenta la reflexión y la lógica de nuestros chicos y chicas, en pocas palabras, contribuye a reforzar sus valores. Con ella, aprenderán a participar activamente en un proyecto común. Podrán ser ciudadanos activos y comprometidos. Para contribuir al bien común, tenemos que poder pensar de manera lúcida y creativa. Según los expertos, eso es algo que o se aprende en edad escolar o no se aprende.

Los avances en tecnología nos van a llevar, más pronto que tarde, a un punto que podrían llegar a exigir una nueva ontología; y ahí, por supuesto, que eso es probablemente tarea de la filosofía, volver a pensar cómo se manifiesta el ser en este nuevo mundo, que todavía no conocemos, pero que estamos al borde de experimentar.

La LOMLOE, nueva Ley educativa, está técnicamente aprobada, pero los decretos que estipulan la programación de los currículos, en cada comunidad autónoma de la Educación Obligatoria y Bachillerato, siguen en trámite.

En este sentido, queremos destacar y valorar las reivindicaciones que se están llevando a cabo desde la Plataforma en Defensa de la Filosofía de Castilla-La Mancha, pues el gobierno actual de España no ha cumplido lo prometido en 2018, de incluir el ciclo completo de esta materia entre los cursos de 4º de la ESO y 2º de Bachillerato. Fue una proposición no de ley aprobada por amplia mayoría en sede parlamentaria, y ahora se olvida de lo acordado. Puede darse la paradoja de que, según lo aprobado hasta el momento, un alumno o una alumna podría concluir la educación obligatoria sin haber cursado una sola materia de corte filosófico. ¡Incomprensible!

Tomamos como propias las palabras de nuestra compañera Alicia López, profesora de Filosofía en Castilla-La Mancha y una de las promotoras de la Plataforma citada, que comenta que “si entendemos que la democracia es tomar decisiones de manera colectiva, estas decisiones deben ir acompañadas de una serie de criterios que, como todo, se aprende. Al igual que aprendes a sumar, también aprendes a usar correctamente el pensamiento, a reflexionar o a pensar de manera crítica. Desde los orígenes de la Filosofía, la conexión con la política y la salud de la democracia ha estado ahí. Tanto la reflexión del mundo humano y lo que nos rodea, ha sido parte de esta ciencia desde sus principios". Rompemos una y mil lanzas por la enseñanza de la Filosofía, porque nos permite la capacidad de argumentar, nos encamina a la tolerancia hacia el resto de opiniones y nos ayuda a adoptar una posición reflexiva y crítica de lo que ocurre a nuestro alrededor. Por esto y mucho más, la querida Filosofía es imprescindible que conviva con el alumnado en nuestras aulas.

Ahora toca mover ficha a las Consejerías de Educación de las Comunidades Autónomas, ellas tienen la facultad de poder incluir en los currículos regionales las enseñanzas filosóficas con una carga horaria suficiente, con la importancia que se merecen en la Educación Secundaria y Bachillerato. ¿Qué harán Page, Juanma Moreno, Fernández Mañueco, Lambán, Vara…? Formar librepensadores y ciudadanía crítica depende de sus decisiones. Amanecerá y veremos.



@CPuenteMadera