sábado, 19 de febrero de 2022

GUERRA EN ÉPOCA DE LAS REDES SOCIALES

Se oyen tambores de guerra en la frontera europea, se cruzan amenazas veladas entre los representantes rusos, estadounidenses y europeos, pero la ciudadanía parece totalmente ajena, prefiere estar pendiente de donde está o deja de estar la sobrina de la Pantoja o de unos papeles que la Jurado se dejó en un cajón.

En las últimas semanas hemos visto cómo ha ido transformándose el lenguaje en los medios de comunicación, cómo se pasaba de hablar de un conflicto en Ucrania, a hablar abiertamente de guerra, de soldados y armamento nuclear como quién hace la lista de la compra, hemos sido testigos de las idas y venidas de representantes europeos, rusos, chinos, ucranianos, que se han reunido casi cada día. Sin embargo, la indiferencia de la sociedad se hace patente en las redes sociales, las tendencias de estos días en las grandes plataformas se centran en realities de televisión y noticias deportivas.

La gente se mantiene impasible ante la posibilidad de una guerra a las puertas de Europa, un enfrentamiento que tendría consecuencias directas en nuestro día a día, que supondría un desastre a nivel humanitario y económico sin precedentes, pero a la gente parece importarle más, qué canción nos representa en cierto concurso musical.

¿Cómo puede afrontar la amenaza de guerra una Europa que no recuerda el significado de la propia palabra? ¿Cómo pueden entender que significa GUERRA quienes no tienen siquiera recuerdo heredado de ella? Hablamos mucho de la necesidad de la memoria, del recordar para no repetir, pero parece que se nos va olvidando, los recuerdos se van perdiendo como en una rueda de desmemoria que pasa de generación en generación, degenerando los recuerdos comunes de las sociedades modernas.

Nuestros abuelos sufrieron en sus carnes las guerras, primero la española, después la segunda guerra mundial, supieron que significaba la palabra en su más horrible esplendor. Una vez pasado el horror, vivieron para recordarlo, sus hijos crecimos con ese recuerdo, mientras nos enseñaban qué significaba la palabra libertad. Tuvimos la responsabilidad de transmitirlo a nuestra propia descendencia, hijos y nietas que debían conocer para no repetir, sin embargo habían nacido en un mundo totalmente distinto, donde la palabra guerra sólo significaba videojuegos o tirarse globos de agua en verano y donde la Libertad es un derecho y no un privilegio.

Libertad, tan maltratada en los últimos tiempos, aquello que un día fue el derecho a expresar las propias ideas, el derecho de mujeres y hombres a ser iguales, independientemente de su origen, color de piel, religión o ideales, Libertad, aquella que nos trajo la democracia, por aquella por la que a lo largo de los tiempos murieron tantos hombres y mujeres y que hoy se ha convertido en el “derecho” a tomarte una cerveza en plena pandemia mundial.

¿Fracasamos? Para nada, es la rueda de la memoria-desmemoria que sigue girando, no se puede explicar el horror a quien nunca lo ha visto, igual que no se puede explicar la realidad a quien vive en la caverna.

No queremos que cunda la histeria, no se trata de eso, echamos de menos la implicación de la sociedad, todavía parece resonar en algunas calles el “No a la guerra” por la invasión de Irak, y aún recordamos cuando en 1991 la guerra del Golfo nos llevó a casi vaciar las estanterías de los supermercados ¿Por qué ahora es distinto?¿Por qué ahora parece no ir con nosotros?¿Qué ha cambiado?. Es la población, la sociedad la que ha cambiado, somos los mismos pero somos diferentes, nuestra sociedad se ha vuelto frívola y superficial, y se ha encerrado en una burbuja compuesta a base de algoritmos que permiten crear miles de mundos paralelos a la medida de nuestros gustos.

Vivimos en un mundo compuesto de diversas realidades, tantas como personas, cada una creada a nuestra imagen y semejanza dentro de las redes sociales, donde todo es belleza y perfección. En 1991, todos vivíamos la misma realidad y eso hizo que las noticias llegasen a la gente, en 2003, todavía vivíamos en la misma realidad y salimos a la calle bajo una sola voz, hoy cada quien cierra los ojos a la realidad perdiéndose en su propio mundo feliz, ¡si Huxley levantase la cabeza!.

Hoy es la guerra en Ucrania, mañana será otra amenaza, pero cada vez estaremos más lejos, más alejados, más individualizados, mucho más si el desarrollo tecnológico continúa por ese camino que ya llaman Metaverso, si las grandes multinacionales continúan ese desarrollo en el que ya han encontrado beneficios a costa de nuestra sociedad.

Mientras seguimos viviendo a través de una pantalla una realidad creada a nuestro gusto, allá afuera seguirá habiendo guerras, seguirá habiendo injusticias, seguirá saliendo el sol, pero cada vez seremos menos conscientes de ello, cada vez nos importará un poco menos, cada vez estaremos un poco más lejos.

@CPuenteMadera

 

domingo, 6 de febrero de 2022

Cosas del ADN


El paso por el Congreso de los Diputados para su aprobación de la Ley de la Reforma Laboral, ha puesto en evidencia cuál es el ADN de los políticos y de las formas de hacer política en este país. No entraremos en el archisabido proceso muy conocido a estas alturas, pero sí en lo que le rodea. Vaya por delante que la Ley se nos antoja corta, muy corta, "pero bueno es lo que hay" cuando se tienen los votos que se tienen: Anguita solía contar como anécdota que era muchísima la gente que le decía por la calle “¡dales caña, defiende nuestros derechos!” y al ser tanta, él les contestaba “pero… ¿tú a quien votas, porque…?” Y es así, buena parte de la gente que se queja de sus derechos laborales, vota y apoya a quienes se los recorta. En fin, la cosa es que se presentaba una ley Laboral consensuada con sindicatos y patronal, algo impensable hasta hace cuatro días. La ministra Yolanda Díaz, siguiendo el dictamen de su ADN se puso a trabajar a trabajar y a trabajar, y pudo partir en las negociaciones con nada más y nada menos que una ley que recupera derechos perdidos para los trabajadores y trabajadoras y respaldada por ambas y antagónicas partes del ámbito del trabajo.

Entonces, ¿qué iban a decir los políticos de los otros grupos? Pues que les importa tres pepinos si los trabajadores rescatan derechos y lo que piensen las partes interesadas, que dijera lo que dijera aquella Ley, se dedicarían a enredar y a lo que les dicta su ADN: mentir y falsear como venían demostrando, por ejemplo, con el tema de las macrogranjas o como están haciendo actualmente, que prefieren dejar perder fondos de Bruselas, importantísimos para España, antes que reconocer una buena gestión del gobierno de coalición en Europa.

Y así, mientras unos se devanaban los sesos por mejorar la calidad del empleo y llegar a acuerdos sobre ello, los de siempre se pusieron a buscar corruptos y tránsfugas que pervirtiesen todo ello. No les resultó difícil de hallar. Dos tipos que ahora dicen que “se debían a su público” olvidan que por su nombre no hubieran sacado ni dos votos, y que el público a quien votó fue a las conocidas siglas navarras, y ahora quedan a la espera de su recompensa. Es sin duda uno de los actos más despreciables del mundo de la política, pero es ADN de la derecha.

Con respecto a Abascal, ya se lo ha dicho un diputado, su ADN es claro: ¿se hablaba de derechos y de trabajo? ¡pues no se va! El señor apareció por el Congreso ya finalizando el debate más allá de las 12,00 hrs. Y también apareció por allí corriendo, como un nuevo Lázaro, el que se equivocó al votar desde casa porque estaba enfermo. Nada sana más que cagarla y tener que cumplir con el partido.

También digna de comentar la postura de quienes se hacen llamar Esquerra. Cada cual a lo suyo, y ellos aquella máxima de ayuntamiento franquista de “¿y de lo mío qué?” se lo tienen muy bien aprendido. Poco o nada les importa un currela de Calatayud mientras ande cerca un señorito de la burguesía catalana. No lo pueden evitar, es su ADN.

¿Y ahora? Pues cada cual a su ADN, unas y unos seguirán trabajando, y los de siempre a mentir, a hacer como que no se dan cuenta de la claridad de la normativa sobre las votaciones, a hacer querer ver que la torpeza de su diputado o la corrupción de unos tránsfugas (valga la redundancia) deben primar sobre lo legítimo. A lo suyo, vamos.



@CPuenteMadera