Artículo publicado en el Diario "La Verdad" (Edición Albacete). 25-10-2012
Se dice que después de unas
elecciones, todos los partidos se sienten ganadores. Claro, tras las últimas
autonómicas de Galicia y País Vasco, algunos lo tienen muy complicado. El
batacazo del PSOE ha sido mayúsculo, escandaloso. Sin duda dentro ya se andan
preguntando si su líder no ofrece ya una imagen demasiado gastada y ligado a la
vieja estructura que supone, según su propio análisis, el origen de todos los
males. Son cosas que deberán solucionar en su seno, aunque finalmente opinable
pues acaba por afectarnos a todos y todas.
Pero tras este sencillo, directo
y casi obvio análisis, llama la atención el que se hace con el Partido Popular.
Si, es cierto, ha ganado las elecciones con mayoría absoluta en Galicia, eso es
indiscutible. Pero como siempre, leemos y escuchamos por doquier las típicas
lecturas en clave bipartidista, que una cosa son los hechos que se traducen en
poder, y otra el análisis de los resultados obtenidos, en cuanto a votantes se
refiere. Se ha hablado hasta la saciedad del gran éxito del PP en Galicia, y
una vez reconocida su mayoría, la lectura de sus votos no puede entenderse en
ningún caso de éxito.
Claro, nos han dicho: es
que han perdido menos votos que el PSOE. ¡Toma ya! Y se quedan tan contentos.
Si es que nos vamos a limitar a leer las cosas en clave tan penosamente
bipartidista, entonces para empezar habría que ir diciendo que el PP ha sido
incapaz de hacer lo que habitualmente hacen estos dos partidos entre sí:
recoger los votos descontentos del otro. Pero es que además, no sólo no han
recogido ni una migaja del descontento con el PSOE, sino que añadidamente ¡han
perdido 166.000 votos! Eso, en Galicia, son muchos, muchísimos votos. Sí, han
ganado el poder holgadamente, pero en el análisis ¿es para decir que deben
estar contentos? Más grave aún ¿es para decir que se refrendan sus políticas de
recortes y antisociales? Lo sentimos, pero nos parece bastante evidente que
esto no puede entenderse así. En su acción de los últimos años, el PP lo único
que ha conseguido es que mientras que su tradicional alternativa de poder se
hunde en la miseria, ellos también han perdido la confianza de decenas de miles
de ciudadanos y ciudadanas. Debe ser, como dice Feijóo, que han comprendido
bien a Rajoy. Y si se miran el ombligo jactándose y no son capaces de hacer
esta lectura crítica, a ellos y sobre todo al resto de la gente de este país,
mal, muy mal nos va a ir (queremos decir, claro, muchísimo peor). Del PP en el
País Vasco, casi mejor ni hablar, que esa es otra.
Y en lo que se refiere a la
izquierda, pues la moraleja de siempre. IU nació para sumar tras la brecha que
quedó con el referéndum de la
OTAN. Partidos han entrado y salido de este proyecto social,
coalición en su versión electoral. Cuando en torno a IU u otras opciones de
reunión hay suma de voluntades (AGE en las elecciones gallegas) se aglutinan
ideas, se aparcan las diferencias y se exaltan valores que defienden políticas
sociales y el bien de la ciudadanía, el éxito se garantiza. De forma contraria,
hemos podido comprobar cómo con el camino de separación y salida de Ezker Batua
de IU (eso sí, quedándose con el nombre, los espacios y toda la infraestructura
electoral), las posibilidades de Ezker Anitza-IU, que hubiera sacado escaños en
las tres provincias, se han visto truncadas por aquéllos.
También sigue siendo curioso que
UPD tenga diputado en el País Vasco con 21.500 votos e IU con 30.000 no lo
alcance. Y como guinda para entender cuán de democrática es nuestra democracia,
cabe decir que cada escaño del PP gallego ha necesitado de 13.000 votos,
mientras que los de AGE (IU) 22.000. Y
aún hay quien se escandaliza de quienes creen que esto necesita cambios ¡pero ya!.