Recientemente un
diputado de UPN ha propuesto en el Congreso que las mujeres que decidan
interrumpir su embarazo sean obligadas a ver
la ecografía de un feto, alegando que “una imagen vale más que mil palabras”.
Como esto último suele ser cierto, podría empezar por él mismo. Podría
contemplar, por ejemplo, unas cuantas fotos de chicas fallecidas en clínicas
clandestinas por culpa de las legislaciones prohibicionistas que él y los suyos
defienden. Incluso podría hacerse un póster y ponérselo en el salón de su casa.
No, si a lo mejor no
es tan mala idea la de este piadoso varón. A lo mejor Ana Mato se detenía a
pensar un momento si fuese obligada a ver, una por una, las 873.000
tarjetas sanitarias de inmigrantes dadas de baja por su Ministerio. Y no
estaría mal que viese sus rostros, el de cada una de esas personas que sufre
sus enfermedades en silencio, que padece el dolor calladamente, que se consume
como una llama ante la saña de las autoridades sanitarias y la indiferencia de
la mayoría. No, desde luego que no estaría mal que la Ministra de Sanidad
hubiese podido mirar a los ojos a Alpha Pam, el joven
senegalés que murió de tuberculosis en Mallorca por carecer de cobertura
sanitaria.
Posiblemente algunas
cosas cambiasen si obligásemos a los dueños del mundo a mirar a la gente a la
cara. ¿Sería capaz el inefable Botín de repetir lo de que “es
un momento fantástico para España, llega dinero de todas partes”, ante la
mirada de una madre que no tiene con qué llenar el bocadillo de sus hijos? ¿Seguiría
pronunciando las mismas insultantes estupideces tras haber visto las fotos de
los más de tres
millones de personas que en nuestro país padecen pobreza severa, es decir,
que sobreviven con menos de 307 euros al mes? 307 euros al mes: menos de lo que
seguramente algunos ricachones gastan en comida para el perro.
Y puestos a imaginar,
por qué no suponer que un día podemos amarrar a ciertos personajes a un sillón
y aplicarles un mecanismo que les impida cerrar los ojos, como en la
célebre película de Stanley Kubrick. Así, los responsables de nuestro
sistema bancario podrían deleitarse con las imágenes de los desalojos de las
familias desahuciadas, y ver cómo la gente se aferra, con una desesperación que
quizá les parezca cómica, a las ventanas, a las paredes, a las puertas… de lo
que hasta entonces había sido su hogar mientras la policía los arrastra como si
fueran bestias; también verían los gestos de estupefacción e incomprensión de
los ancianos, las viudas, los niños a los que estafaron con las preferentes.
Fátima Báñez podría conocer los rostros de los cientos de miles de parados
generados por su simpática reforma
laboral, con la colaboración estelar de la Virgen del Rocío. El ministro
Wert podría examinar en persona a los miles de científicos expulsados de sus
laboratorios, a los 50.000
profesores despedidos, a los incontables estudiantes que abandonarán la
universidad por perder la beca… ¡Son tantos los que deberían someterse al
tratamiento tipo La naranja mecánica que
sugiere el ilustre diputado de UPN! Rajoy
y Cospedal, como máximos responsables de los destinos del país, tendrían
que estar presentes en todas las sesiones. El problema es que España no
necesita ni una, ni dos, ni tres, sino todo un vagón de naranjas mecánicas.
@CPuenteMaderaAB
Artículo publicado en tualbacete.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario