domingo, 16 de noviembre de 2014

MONAGO


Tras aquel caudillo que sufrimos tantos en España, en otro contexto de supuesta democracia, vinieron a sucederle algunos otros, desparramados por toda la geografía  y enmarcados de forma diferente, pero de parecidos tics a aquel. Los conocimos bien por ejemplo en Extremadura y Castilla-La Mancha. Llegaron diciendo ser socialistas  para acabar con la obsesión de laminar, dilapidar y enterrar definitivamente a la izquierda. Legislar para que nadie gobierne más de 8 años y seguir haciéndolo ellos por más de 20 años, hacer campañas bajo el populista lema “¿derechas, izquierdas? ¡qué más da!”; compadreo con los más turbios empresarios y señores del pelotazo, compra elegante de concejales y diputados, falta de adaptación democrática en cámaras regionales y persecución obsesiva. ¡Quién sabe, por poner solo un ejemplo, con las fiscalías actuales, en qué hubiera acabado el triángulo Bono-Pocero- Hípica, con más peligro que el de las Bermudas, sin duda! Y de aquellos polvos vienen estos Monagos, porque a quienes los ciudadanos y ciudadanas decidieron votar y poner en sus puestos, no han resultado ser mejores caudillos ni caudillas.

Siendo senador, el señor Monago, que venía envuelto en halo de honestidad y una coherencia que le había llevado al infrecuente hecho de enfrentarse públicamente a su propio partido en asuntos de cierta trascendencia, parece que decidió dedicar fondos públicos para encubrir sus asuntos privados. Nuevamente es la opacidad con la que este sistema (que hay que cambiar ¡ya!) protege a los poderosos y poderosas (económica y/o políticamente hablando) la que sirve de paraguas para este continuo arte de emporcar las cosas.

Monago, ha cometido errores gravísimos cuando ha pretendido defender su honestidad, hechos que viniendo además de una persona de sus tablas, le señalan indubitadamente. Afirmar que si era preciso devolvía el dinero, una vez trincado, es más propio de las estrellas del FC Barcelona que de un presidente regional. Quejarse de que se usan cifras dobles en sus viajes (ida y vuelta en vez de viaje único) para cuando él sale a defenderse hacer exactamente lo mismo (dividir por dos los cargos hechos al erario público y dejar en simples sus cargos de ida y de vuelta aparentemente pagados con su bolsillo ¡y que eran los de su novia y no para él!) tampoco le ayuda a transmitir la más mínima honradez ni rigurosidad. Monago no se acordaba de nada hace unos días y de repente recobra la memoria de decenas de encuentros de los que sólo parecen saber sus amigos peperos de Tenerife. Lo trae a cuenta con cientos de papeles de los que sólo deja ver el lomo. Afirma tener un superesclarecedor documento en forma de certificado del Letrado Mayor del Senado, en el que en realidad solo se afirma lo que ya sabemos: viajó con cargo al bolsillo de todos y todas. Sigue sin aclarar fechas, aparece por esos días siempre en calidad de acompañante de su pareja de entonces, hay senadores de Canarias, como José Macías, que afirma ignorar cualquiera de esos viajes, etc., etc. Además, cuando salen compañeros del PP estatal  a ayudarle, acaban teniendo intervenciones tan contraproducentes como las del propio Monago, y así hemos tenido que oír a Alfonso Alonso afirmar que “no entramos en dónde vive cada uno, eso es cosa particular”. Muy bien ¡cacahuetes para el señor Alonso! Si no fuera porque el Senado es una cámara de representación territorial, y Extremadura y Canarias (perdón Tenerife, porque prácticamente solo iba allí) quedan algo distantes.

En fin, que habiéndosele dado ya un tiempo para explicarse, y viendo que solo ha sido capaz de convencer a sus ya convencidos amigos (parece que sólo a los más allegados), el Sr. Monago debería dimitir. Ya. Hoy. Inmediatamente. Y se deben convocar nuevas elecciones en las que extremeños y extremeñas, pasados ya los caudillos de aquí y de allá, elijan sus nuevos y nuevas representantes.













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