jueves, 9 de julio de 2020

ERRADICAR LA POBREZA



El pasado martes se presentó un informe demoledor sobre la pobreza en España, en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, realizado por Philip Alston, exrelator de este organismo internacional. En dicho documento, se constata que en nuestro país entre 2007 y 2017 los ingresos del 1% más rico crecieron un 24%, mientras que para el 99% restante subieron menos de un 2%. La recuperación después de la recesión ha dejado a muchas personas atrás, con políticas económicas que benefician a las empresas y a los ricos, mientras que los grupos menos privilegiados han de lidiar con servicios públicos fragmentados que sufrieron serios recortes después de 2008 y nunca se restauraron.

En dicho documento, que nos avergüenza totalmente, se constata que el 26,1 % de la población y el 29,5 % de las niñas y niños se encontraban en riesgo de pobreza o exclusión social en 2018, que el porcentaje de las personas menores de 25 años que no tienen empleo alcanza el 30,51%, que muchas personas tienen un puesto mal remunerado, a tiempo parcial o temporal y perciben un sueldo insuficiente a todas luces para atender sus necesidades básicas. En pocas palabras que los índices de desigualdad en España son terriblemente altos, y los correspondientes indicadores se sitúan muy por encima del promedio de la Unión Europea.

¿Nadie de nuestra clase política se va a sonrojar ante este panorama tan desolador?

La puesta en funcionamiento, hace pocas semanas, del Ingreso Mínimo Vital es un primer paso para erradicar esta extrema pobreza, pero resulta insuficiente si no se abordan otras medidas. Por ello, urge que en todos los ámbitos territoriales se tome en serio el derecho a la vivienda, aumentando considerablemente las inversiones en vivienda protegida, desincentivando fiscalmente que se dejen viviendas vacías, adoptando medidas para desalentar la manipulación de los mercados de la vivienda por los “fondos buitre”, estudiando seriamente la posibilidad de introducir sistemas avanzados y flexibles para controlar los alquileres en las principales ciudades, actuando para impedir la privatización de las viviendas de bajo costo existentes, sin olvidar proteger mejor a los hogares vulnerables contra los cortes de electricidad y de suministros básicos y apoyar más a las personas que corren el riesgo de quedarse sin hogar.

También ha llegado el momento de realizar una verdadera reforma fiscal, para que sea real la progresividad del sistema tributario español y se incrementen los ingresos totales para que se ajusten más a la norma de la Unión Europea, lo que permitirá obtener los recursos necesarios para financiar adecuadamente la protección social. No hay medias tintas, el impuesto a las grandes fortunas debe ser una prioridad del gobierno de coalición, aprobando una nueva norma para que paguen mucho más los que más tienen. Llegó la hora de aumentar el tipo efectivo del impuesto de sociedades e invertir en programas más eficaces para combatir la elusión de impuestos y el fraude fiscal.

La red de protección social en nuestro país ya era completamente inadecuada antes del Covid-19, pero desde entonces la pandemia ha puesto en evidencia cuán profundamente le está fallando a la gente. No se puede seguir tolerando que tantas personas vivan en condiciones tan indignas. Nuestra clase política no puede aparcar por más tiempo su responsabilidad para hacer frente a esta extrema pobreza.

PD.- Con este artículo damos carpetazo al convulso curso 19/20, nos tomaremos unas semanas de descanso y reflexión. Nos volvemos a leer en septiembre. Buen verano para todas y todos.
¡La lucha sigue!







sábado, 4 de julio de 2020

Cisjordania: es cuento viejo



Mientras los habitantes de todo el mundo siguen afrontando y enfrentando la pandemia y sus consecuencias, la Tierra sigue girando, como ya escribimos hace unas semanas. No solo la naturaleza retoma su ritmo en difícil convivencia con los humanos… también algunos humanos retoman su tradicional política de agravar los conflictos y empeorar la convivencia con sus semejantes.
Israel, que sufre un rebrote del COVID-19 y vuelve a tomar medidas de confinamiento, ha anunciado la anexión de la Cisjordania, ocupada en 1967 durante la Guerra de los Seis Días. El gobierno del acusado Netanyahu, que no mueve un dedo sin la autorización de Trump, da un salto hacia adelante que solo puede tener un resultado: más tensión, más conflicto, más violencia.
En pleno siglo XXI la anexión de un territorio conquistado a sangre y fuego se mofa de los derechos de los palestinos y los jordanos, muestra un desprecio desafiante a las normas internacionales, y exhala una determinación más o menos explícita de seguir en guerra con todos sus vecinos, del abandono de cualquier solución dialogada. Ya sabemos que, tristemente, la violencia alimenta a la violencia, y que la anexión dará combustible a los que acusan a Occidente, a Europa, de abandonar a los palestinos y los árabes ante la maquinaria militar israelí. Y esa realidad, tristemente, puede alentar la violencia extremista contra los europeos y los estadounidenses. Es terrible, pero no es nada nuevo, es cuento viejo. ¿Qué hará la comunidad internacional? La Rusia de Putin ocupó militarmente Crimea y la anexionó después, y la Unión Europea adoptó sanciones económicas y diplomáticas, además de tomar medidas contra ciudadanos rusos. ¿Van a intentar hacer algo ahora la Unión Europea o la ONU, organizaciones a las que Trump menosprecia?
Nuestro planeta ya no puede regirse por actitudes imperialistas del siglo XIX, ni por los derechos de veto del Consejo de Seguridad de la ONU, nacido en 1945. La pandemia nos recuerda que necesitamos convivir, que navegamos todos en el mismo barco, y que no puede permitirse que un estado pisotee derechos y ponga en riesgo la paz internacional. No esperamos mucho de Trump, aunque esperamos que los estadounidenses lo derroten en las elecciones de noviembre… pero, ¿podemos esperar algo más de la Unión Europea?