El paso por el Congreso de los Diputados para su aprobación de la Ley de la Reforma Laboral, ha puesto en evidencia cuál es el ADN de los políticos y de las formas de hacer política en este país. No entraremos en el archisabido proceso muy conocido a estas alturas, pero sí en lo que le rodea. Vaya por delante que la Ley se nos antoja corta, muy corta, "pero bueno es lo que hay" cuando se tienen los votos que se tienen: Anguita solía contar como anécdota que era muchísima la gente que le decía por la calle “¡dales caña, defiende nuestros derechos!” y al ser tanta, él les contestaba “pero… ¿tú a quien votas, porque…?” Y es así, buena parte de la gente que se queja de sus derechos laborales, vota y apoya a quienes se los recorta. En fin, la cosa es que se presentaba una ley Laboral consensuada con sindicatos y patronal, algo impensable hasta hace cuatro días. La ministra Yolanda Díaz, siguiendo el dictamen de su ADN se puso a trabajar a trabajar y a trabajar, y pudo partir en las negociaciones con nada más y nada menos que una ley que recupera derechos perdidos para los trabajadores y trabajadoras y respaldada por ambas y antagónicas partes del ámbito del trabajo.
Entonces, ¿qué iban a decir los políticos de los otros grupos? Pues que les importa tres pepinos si los trabajadores rescatan derechos y lo que piensen las partes interesadas, que dijera lo que dijera aquella Ley, se dedicarían a enredar y a lo que les dicta su ADN: mentir y falsear como venían demostrando, por ejemplo, con el tema de las macrogranjas o como están haciendo actualmente, que prefieren dejar perder fondos de Bruselas, importantísimos para España, antes que reconocer una buena gestión del gobierno de coalición en Europa.
Y así, mientras unos se devanaban los sesos por mejorar la calidad del empleo y llegar a acuerdos sobre ello, los de siempre se pusieron a buscar corruptos y tránsfugas que pervirtiesen todo ello. No les resultó difícil de hallar. Dos tipos que ahora dicen que “se debían a su público” olvidan que por su nombre no hubieran sacado ni dos votos, y que el público a quien votó fue a las conocidas siglas navarras, y ahora quedan a la espera de su recompensa. Es sin duda uno de los actos más despreciables del mundo de la política, pero es ADN de la derecha.
Con respecto a Abascal, ya se lo ha dicho un diputado, su ADN es claro: ¿se hablaba de derechos y de trabajo? ¡pues no se va! El señor apareció por el Congreso ya finalizando el debate más allá de las 12,00 hrs. Y también apareció por allí corriendo, como un nuevo Lázaro, el que se equivocó al votar desde casa porque estaba enfermo. Nada sana más que cagarla y tener que cumplir con el partido.
También digna de comentar la postura de quienes se hacen llamar Esquerra. Cada cual a lo suyo, y ellos aquella máxima de ayuntamiento franquista de “¿y de lo mío qué?” se lo tienen muy bien aprendido. Poco o nada les importa un currela de Calatayud mientras ande cerca un señorito de la burguesía catalana. No lo pueden evitar, es su ADN.
¿Y ahora? Pues cada cual a su ADN, unas y unos seguirán trabajando, y los de siempre a mentir, a hacer como que no se dan cuenta de la claridad de la normativa sobre las votaciones, a hacer querer ver que la torpeza de su diputado o la corrupción de unos tránsfugas (valga la redundancia) deben primar sobre lo legítimo. A lo suyo, vamos.
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