Esto no para. La guerra de Ucrania sigue. Putin amenaza con su arsenal nuclear. Un Borrell desmelenado promete la aniquilación del ejército ruso. Y la Unión Europea, incluyendo España, se embarca en una carrera armamentística que, aquí entre nosotros, ¡recuerda tanto a la “paz armada” previa a la I Guerra Mundial!
Ante tal paroxismo belicista, parece legítimo plantear en voz alta una serie de preguntas: ¿por qué nuestros gobiernos envían tanques, misiles y munición al pueblo ucraniano y no a los palestinos y saharauis, que también se encuentran en régimen de ocupación? ¿Por qué a la OTAN le preocupa el autoritarismo ruso y no el de Hungría, Polonia, Turquía o ahora Italia, que se encuentran dentro de sus fronteras? ¿Es realmente necesario aumentar el presupuesto militar para hacer frente al expansionismo ruso? ¿Quién está haciendo negocio con esta guerra? Porque, como ya advirtió Unamuno en 1898, la guerra siempre es una oportunidad para que gentes sin escrúpulos hagan negocio.
Hagamos cuentas. Según el prestigioso Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo, solo el presupuesto militar de EEUU en 2021 (801.000 millones de dólares) multiplica por más de doce el de Rusia (65.900 millones de dólares). A ello habría que añadir los presupuestos de otros países de la OTAN como el Reino Unido (68.400), Alemania (56.000), Francia (40.900)... De manera que, en términos borrellianos, ¿cuántas veces podemos aniquilar a los rusos ya mismo y sin pestañear? ¿Quince veces? ¿Veinte? ¿Cuántas veces hace falta borrarlos del mapa? En serio, las cuentas no nos salen. No terminamos de entender la necesidad de derrochar más pasta en instrumentos para la muerte.
Entre otras cosas, porque necesitamos urgentemente esos recursos para conservar y fomentar la vida. Según la mencionada institución sueca, este año el gasto militar mundial va a superar por primera vez los 2 billones de dólares (así, con “b” de burro, o de bestia), es decir, 7,5 veces más de lo que la FAO considera necesario para erradicar el hambre del planeta (267.000 millones de dólares anuales durante 15 años). Dicho de otro modo, con una reducción del presupuesto militar de en torno a un 13% la humanidad podría evitar, por ejemplo, que cada cinco segundos muera un niño o niña por desnutrición o enfermedades fácilmente prevenibles o curables. Y no queremos ser utópicos. No queremos ni soñar con la desaparición de las armas y los ejércitos; de verdad, no somos tan ingenuos: ¡aún nos quedarían 1.733.000.000.000 dólares para seguir jugando a matarnos y llenar los bolsillos de las industrias de la guerra!
En relación con España, el proceso está siendo muy similar. A fin de cuentas, no dejamos de ser una colonia de EEUU. Según el Centro Delás de Estudios por la Paz (cuenta Danilo Albin en el diario Público, 11-10-2022), nuestro gobierno va a gastar el año que viene en Defensa 27.163 millones de euros, es decir, 75,7 millones de euros diarios; es decir, más que nunca. Con diferencia. Con mucha diferencia. Y nuevamente nos preguntamos: ¿realmente es esa nuestra prioridad? En un país con un 27,8% de la población residente en riesgo de pobreza o exclusión social (Encuesta Condiciones de Vida 2021 del INE), con interminables listas de espera en atención primaria, con los hospitales medio desbordados, con las aulas saturadas, con miles de ancianos esperando ayudas de dependencia, con infinidad de personas necesitadas de apoyo psicológico, con los pueblos vaciándose, con los montes ardiendo en verano por falta de cuidados, con un patrimonio histórico-artístico gigantesco que deberíamos restaurar o rehabilitar ya mismo para no perderlo para siempre…, ¿de verdad que lo que nos urge es disparar (nunca mejor dicho) el presupuesto militar?
Llamadnos blandengues, pero este humilde colectivo piensa que no. La máxima aquella de “si vis pacem, para bellum” (si quieres la paz, prepara la guerra) es más falsa que el beso de Judas. Si preparamos paella para comer, para comer tendremos paella. Si preparamos concienzuda y meticulosamente la guerra, acabaremos teniendo guerra, como tantas otras veces ha ocurrido a lo largo de la historia con la aplicación de esa doctrina. No, queridos lectores, queridas lectoras, debemos preparar la paz. Ya mismo. Sin demora, Por nosotros, pero sobre todo por los que vienen detrás. Como escribió Blas de Otero: “Paz. Para el hombre. Paz. Para el aire. Madre. Paz.”
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