Imagen de Rocío Montoya
Íbamos a escribir sobre el origen del día de la mujer trabajadora, por qué se celebra el 8 de marzo y por qué el incendio de Nueva York es un discurso construido a posteriori para ocultar su origen en la lucha de las trabajadoras soviéticas y su papel durante la Revolución Rusa, pero justo cuando nos pusimos delante del ordenador vimos la noticia de la convocatoria, otra vez separada de movilizaciones. Otra vez separadas, otra vez enfrentadas.
Parece lejano, casi mítico aquel 2018 cuando miles de mujeres salimos juntas a la calle bajo una misma voz, mostrando la fuerza feminista, enseñándole al mundo que significa realmente “pelea como una chica”. Éramos muchas, éramos fuertes, teníamos a nuestras espaldas la fuerza de todas aquellas que lucharon antes que nosotras, podíamos conseguir cambios, pero eso fue otra era, aparentemente.
Ahora la lucha feminista parece haberse reducido a enfrentamientos entre mujeres con sutiles diferencias de opinión o grandes diferencias, pero enfrentamientos, a salir un 8 de marzo a la calle pidiendo cada quien lo que mejor le queda, dejando a un lado el verdadero sentido de la lucha feminista: la lucha por alcanzar la igualdad real de la mujer, como defendía Olimpe de Gourges, por la idea loca de que la mujer también tiene derechos.
Otra vez nos tocará ver cómo unas van a un lado y otras a otro, cómo de nuevo entramos en el juego: divide y vencerás dicen, y nos están venciendo. Han conseguido dividirnos, romper aquella unidad imparable de 2018 en muchos cachitos que se pelean entre sí por tener más o menos razón y se olvidan de luchar contra lo que de verdad importa, contra aquello que llaman patriarcado.
Nos gustaría hacer un llamamiento a la conciencia feminista de nuestro país, nos gustaría recordarles que lo importante es el bien común, que las mujeres como sujeto político tienen fuerza en tanto en cuanto pertenecen a un todo unido. Escuchábamos ayer la entrevista a Ana Requena en el podcast “Buenismo Bien”, ella recordaba cómo vivió desde dentro del juzgado la primera sentencia a la Manada, la respuesta automática de las miles de mujeres que estaban fuera y que se convirtieron en una sola voz que reclamaba justicia para una hermana, el grito de “no es abuso es violación”, estamos seguros que hizo posible la revisión de aquella injusta sentencia. La fuerza feminista, las mujeres unidas conseguimos que un juez reconociese que se había equivocado y que una niña había sido violada.
Por favor, no olvidéis que juntas somos fuertes, que juntas podemos y pudimos cambiar la justicia injusta y machista, que han hecho y hemos hecho mucho, pero que nos queda mucho por alcanzar, que las niñas de mañana sientan el orgullo que nosotras sentimos hoy porque las que vinieron antes, dejemos las peleas a un lado, seamos una, seamos la fuerza del feminismo que atraviesa la historia, no caigamos de nuevo en la trampa de separarnos.
Que el 8 de marzo vuelva a sus orígenes donde se luchaba por la liberación de la mujer, contra la opresión que históricamente venía sufriendo, por contribuir en una sociedad donde la mujer fuese reconocida como igual; estamos mucho mejor que entonces, claro que sí, pero todavía no es suficiente, todavía queda camino que seguir recorriendo y seguirá siendo necesario mientras haya feminicidios, mientras existan los techos de cristal y los suelos pegajosos, mientras exista la opresión en cualquier forma, las feministas deberemos seguir luchando por alcanzar la revolución.
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