Este silencioso
holocausto infantil se desarrolló en dos fases bastante bien definidas. En un
primer momento, recién acabada la guerra civil, un número indeterminado de
mujeres republicanas dieron a luz en las cárceles franquistas o en los
reformatorios del Patronato de Protección a la Mujer y las autoridades del
régimen les birlaron impunemente a sus criaturas para dárselas a familias “como
Dios manda”. De esa manera, y fusilando a casco porro, claro, se procedía a
extirpar el famoso “gen rojo” descrito por el psiquiatra nazi Antonio
Vallejo-Nájera. Posteriormente, desde finales de los años 50 hasta bien
entrados los años 80, ya en plena democracia, una intrincada madeja de
clínicas, médicos y monjas hicieron creer a muchas parejas que sus hijos o
hijas habían nacido muertos o habían muerto al poco de nacer. Rara es la
familia, en sentido extenso, que no cuenta en su haber con algún episodio de
criatura arrebatada del lado de la madre sin demasiadas explicaciones y mostrada
después en un envoltorio en el que apenas se adivinaba una carita.
Y, a partir de ahí, todo es como un laberinto.
Es muy difícil rastrear
la pista de un bebé supuestamente nacido muerto. También en Albacete, desde
donde escribimos. Por ejemplo, se supone que, según el artículo 45 de la Ley de 8 de junio de 1957 sobre el Registro Civil, el personal sanitario que había atendido el parto debía encargarse de la inscripción de la criatura fallecida con el nombre de la madre. Sin embargo, nuestro Registro solo dispone de Legajo
de criaturas abortivas desde 1966. Todo lo ocurrido anteriormente es un
misterio infranqueable. Otra fuente de información son las historias clínicas,
pero tenemos constancia de alumbramientos ocurridos en los años 60 en la antigua
Residencia que no han dejado huella documental. ¿Por qué? No sabemos. Ojalá alguien lo pudiese
explicar.
Porque es todo muy raro. Hace tan solo unas semanas, Paco Alarcón,
secretario de la Asociación de Víctimas de Bebés Robados y Adopciones
Irregulares de Alicante, y Manuel Ramírez, presidente de la Asociación Fosa de
Alcaraz, consultaron los libros de enterramientos del cementerio de Albacete
comprendidos entre los años 1959 y 1965 y encontraron que ¡casi el 30%! de las
inhumaciones se correspondía con bebés nacidos muertos o fallecidos en las
primeras 24 horas. ¡Casi el 30%! Es como una película de terror. Según Alarcón,
se trata de un porcentaje más alto que el de Alicante, donde se han documentado
diversos casos de niños robados al nacer. De cualquier modo, punto arriba o
punto abajo, ¿cómo es eso posible en una época en que las mujeres ya daban a
luz en centros hospitalarios, como la mencionada Residencia, y nuestro país deslumbraba
al mundo con el tan cacareado “milagro español”? En fin, no queremos generar
morbo ni caer en el sensacionalismo. No es nuestro estilo. No afirmamos nada. Pero
los datos sobre mortalidad neonatal que hemos expuesto revelan una anomalía
demográfica que debería investigarse, aclararse y, llegado el caso, repararse.
Y cuanto antes, mejor, porque el tiempo siempre va en contra de la verdad.
Por cierto, no lo hemos dicho: los niños y niñas a los que hace
referencia este artículo están oficialmente enterrados en la denominada “fosa
de los párvulos”, situada en el patio 3 del cementerio de Albacete. Allí
reposan también los restos de sesenta y un brigadistas internacionales. Y allí
fueron arrojadas 565 de las 758 personas fusiladas al acabar la guerra. La
historia a veces se escribe con tierra, sangre, carne y hueso.
Gracias por el articulo
ResponderEliminarSobretodo con 🩸🩸
ResponderEliminar¡Qué indignidad, ser español!
ResponderEliminar