Verano tras verano, Murcia se convierte en protagonista de las noticias en nuestra comunidad, normalmente en relación al trasvase Tajo-Segura, pero en los últimos días lo es por otros motivos. Torre Pacheco se ha convertido en la materialización del discurso de odio y xenofobia que lleva años sacudiendo la Península de la mano de la extrema derecha, con Vox a la cabeza.
Decenas de personas, muchas llegadas de fuera, según las autoridades, están protagonizando manifestaciones y auténticas cacerías racistas contra inmigrantes. ¿El punto de partida? Las redes sociales, las benditas y malditas redes sociales. Desde grupos de ultraderecha se han difundido bulos donde se comparten imágenes y vídeos de los supuestos culpables de la agresión a un vecino del pueblo, excusa utilizada para difundir proclamas de deportaciones masivas y restricciones que alcanzarían hasta a ciudadanos españoles con raíces extranjeras, aunque… ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina?
Muchos lo teníamos claro, dar altavoz a los discursos marcados por el odio al diferente, que desde hace años escuchamos por parte de partidos de ultraderecha, no podía traer nada bueno, el odio solo engendra odio y violencia.
La violencia que destilan los discursos de los representantes políticos de partidos como VOX, en ocasiones apoyados por papá Partido Popular, solo lleva a situaciones como las vividas en los últimos días en las calles de Torre Pacheco, ciudadanos con machetes atacando a vecinos por el mero hecho de ser de origen extranjero. Es absolutamente intolerable en un estado democrático como el que vivimos.
Quizá todavía no es tarde, quizá todavía podemos revertir el daño que han hecho las políticas populistas ultraderechistas de los últimos tiempos, los discursos basados en la intolerancia, en el resentimiento y el desprecio de todo aquello que es diferente, pero hay que trabajar duro.
Necesitamos
que las acciones políticas
vayan más allá del refuerzo policial o la investigación por
delitos de odio. Necesitamos cambios que vayan a la raíz del
problema, pues esto es solo la superficie, la consecuencia
de un problema que se está colando entre la juventud española,
anidando y creando un caldo de cultivo que, sin duda, no va por el
buen camino. Las redes sociales, altavoz de mensajes xenófobos,
homófobos y machistas, encuentran eco entre los más jóvenes. Es
ahí donde debemos trabajar.
Los incidentes de Torre Pacheco no son un hecho aislado ni un capricho de la prensa que necesita hacer ruido mediático, es la manifestación más violenta de una tendencia que se avecina a la erosión de los valores democráticos y de convivencia pacífica y que alientan determinadas fuerzas políticas antidemocráticas.
Necesitamos una respuesta política contundente y clara, que no permita de ninguna manera la incitación al odio, que integre a la población inmigrante y una educación que convierta la diversidad no en una amenaza, sino en una fortaleza.
La solución no pasa solo por desplegar policías, es imprescindible desterrar el odio desde donde nace: los discursos institucionales de partidos políticos como VOX, Frente Obrero o Partido Popular, medios y redes sociales.
Lo ocurrido en Torre Pacheco puede repetirse en cualquier momento en cualquier pueblo de España, incluida Castilla-La Mancha, cuya agricultura se sostiene con mano de obra migrante. Hace tan solo unas semanas el portavoz de la extrema derecha en el parlamento regional propuso prohibir las fiestas musulmanas por “ser ajenas a las tradiciones españolas”. Es decir, tenemos a los herederos de Torquemada instalados en el corazón de nuestras instituciones y recibiendo mimitos por parte del inefable líder pepero Paco Núñez. Si queremos seguir siendo una democracia plural, debemos revertir esta situación de forma urgente, partiendo del reconocimiento de que el racismo no es solo un desafío de las calles, sino del sistema: desde la política hasta la cultura, pasando por la convivencia real entre personas diversas.