Vamos a ver. Sabemos perfectamente cómo está Castilla-La Mancha. A nadie se le oculta que nos gobierna un oportunista que cayó en el PSOE como podía haber caído en el PP, Ciudadanos o cosas peores. Su principal obsesión, y a lo que dedica más energía, es derrocar al gobierno progresista por tierra, mar y aire. En frente, por decirlo de alguna manera, nos encontramos con una oposición cada vez más gañana y más carpetovetónica. El portavoz de la extrema derecha exigió recientemente prohibir las fiestas musulmanas. Es decir, estos fascistas reconstituidos proponen en pleno siglo XXI acabar con la libertad religiosa y reimplantar el nacionalcatolicismo. Ahí, con un par de neuronas que mantienen activas. En fin, para echarse a reír... O para echarse a llorar.
El panorama nacional no es menos desalentador. Las, valga la redundancia, extremas derechas (incluyendo a Felipe González y toda su cohorte de momias) salivan ante la posibilidad de nuevas elecciones y ya se ven retomando el poder del cortijo que temporalmente les habían expropiado. También sabemos lo que eso significa: recortes salvajes en los servicios públicos, privatización de hasta los palos del sombrajo, represión de los movimientos sociales, negacionismo científico y medioambiental, abandono de las políticas de igualdad, LGTBIfobia, racismo, xenofobia institucionalizada, censura, (in)cultura de la cancelación... Y todo ello de manos de líderes y lideresas que parecen sacados de un catálogo de esperpentos. Valle-Inclán alucinaría en colores con el panorama nacional. Qué divertido, ¿verdad? ¡Qué país tan chulo le vamos a dejar a las próximas generaciones!
Y del mundo, ¿para qué vamos a hablar? ¿Qué podemos decir que no sepan ya hasta los que prefieren mirar a otro lado y no enterarse de nada?: genocidios, guerras imperialistas, desquiciada carrera armamentística, avance de la ultraderecha ultraliberal y ultradescerebrada, aumento de las desigualdades, cambio climático, hambrunas... Nunca el planeta ni la humanidad habían estado tan amenazados. Sobre todo, las personas empobrecidas, las que el capitalismo ha situado en los márgenes, las explotadas, las desarraigadas, las migrantes, las víctimas inocentes de los conflictos, las que, como esribió Galeano, “cuestan menos que la bala (seguramente occidental) que las mata”.
Y ante todo esto que, como decíamos, saben hasta los que no quieren saber, ¿qué podemos hacer? Mejor dicho: ¿qué debemos hacer? Primera cosa que se nos ocurre: Nada. Eso podríamos hacerlo como individuos aislados en una selva, pero no debemos hacerlo como ciudadanos y ciudadanas que forman parte de una sociedad. Segunda cosa que se nos ocurre: hacer algo en algunas de las organizaciones sociopolíticas existentes. Eso está bien. Indica compromiso y voluntad de acción. Pero no nos engañemos: ninguna de estas organizaciones por sí sola va a conseguir sus objetivos. No flipemos con nuestros propias retóricas. La izquierda alternativa dividida se comería una mierda “pinchá” en un palo si ahora hubiese elecciones. Perdonad la crudeza de la expresión, pero no tenemos tiempo ni ganas de circunloquios. Tercera cosa que se nos ocurre: no rendirse, “no quedarse inmóvil al borde del camino”, como diría Mario Benedetti, “no congelar el júbilo”, volver a la carga otra vez (sí, ¡otra vez!), superar agravios pasados pensando en un futuro mejor para todos y todas, unir fuerzas, crecer en la pluralidad, conversar hasta la extenuación, consensuar un programa que devuelva un mínimo de esperanza a quienes la habían perdido, generar mecanismos de participación horizontales y radicalmente democráticos, aminorar nuestros egos, trascender nuestras tribus... Eso se nos ocurre, humildemente, con la autoridad que nos concede haber perdido muchas batallas y tener el alma llena de cicatrices. Por eso saludamos el I Encuentro de la Asociación talaverana Despertemos. El lema de la convocatoria es “buscando lo que nos une”. Pues eso, joder, no es tan difícil, “buscar lo que nos une” en vez de recrearnos como primates territoriales en lo que nos separa. El evento se llevará a cabo este sábado 28 a las 11:00 en el número 8 de la calle Dos de mayo. Animamos a todos los talaveranos y talaveranas conscientes a que acudan. Se trata de defender los derechos humanos y la democracia, ni más ni menos. Y esperemos que el ejemplo cunda. Pese a todo, incluyéndonos a nosotros mismos y nosotras mismas, como escribió nuestro querido Marcos Ana cuando tenía noventa y tres años, “vale la pena luchar”.
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