domingo, 17 de septiembre de 2017

Esos insoportables inmigrantes…

Querido primo: nos alegró mucho recibir tu carta, siempre que llega la Feria de nuestra ciudad nos acordamos de toda la familia.
Respecto a lo que me dices de los problemas que tenéis en vuestro barrio con los inmigrantes, lamento decirte que aquí nos pasa igual. Y lo mismo le sucede a la familia que vive en la capital, y a los primos de la costa: desde que llegaron todo ha cambiado.
Nuestra casa, el barrio, ya no huelen como antes. Ahora todo está impregnado de sus aromas… desde que los ingleses conquistaron la India nos invadió también su desagradable olor a fritanga de pescado y patatas o, como lo llaman ellos, fish and chips. Lo mismo les sucedió a los primos que viven en Vietnam, con el aroma dulzón de la invasora mantequilla derretida francesa… y a tu cuñado, el que se fue a Sudamérica, donde los conquistadores españoles habían llegado con su apestosa fritanga de gallinejas y entresijos. Todos olores insoportables, traídos por esos conquistadores, inmigrantes y turistas.
Tenemos que aguantar sus costumbres maleducadas, su ruido a deshoras… parece que los españoles y los italianos, que también se hicieron con tierras en África, son los peores. ¡Son muy ruidosos y no dejan dormir a nadie! Eso por no hablar de lo sucios que son algunos, como los británicos hijos de nuestros dominadores. No hablo ya de sus suelos cubiertos de moquetas, sino de sus turistas borrachos y pendencieros que se orinan por las calles. Son insufribles, estos extranjeros. A veces se comportan como animales… bueno, peor que animales: ¿tú sabes la cantidad de comida que desperdician y tiran a la basura? ¡Es increíble, ahora que la hambruna vuelve a aumentar en el mundo!
También, desde que estos inmigrantes occidentales invadieron todo el mundo se han apropiado de todo lo mejor de nuestros países: en las ciudades y en el campo, hasta debajo del suelo se han hecho fuertes, haciéndonos excavar minas para llevarse el oro, la plata… Y han cambiado nuestras ciudades, derribado edificios y construido a su gusto sus iglesias y sus bancos. Y sus comercios… ya casi todo lo que se vende está fabricado por ellos. Bueno, ellos ordenan que se fabrique, pero no en su país sino en otros más pobres, donde hacen trabajar a nuestros niños por un sueldo de miseria. Incluso se dice que están utilizando a nuestros niños para probar medicamentos antes de venderlos en EE.UU. y Europa. ¿Tú lo puedes creer?
Tú sabes que nuestra sobrina, que es ahora inmigrante en Londres, no piensa como yo: ha podido viajar y trabajar en muchos países y dice, con gran bondad, que el mundo es ahora así, que va a ser así, una mezcla de personas con costumbres diferentes, de olores y colores, y que aunque esto tenga sus desventajas nos tendremos que acostumbrar, que no nos queda otro remedio. Pero ahora ellos, los ingleses, la quieren echar de allí, dicen que molesta, que les molestamos con nuestras comidas, nuestra lengua, nuestras costumbres y nuestra vestimenta.
Dime, primo, ¿nunca ningún europeo se ha parado a considerar que ellos son los que impusieron al mundo, por su avaricia, esta mezcla de aromas? ¿Ninguno se siente en deuda con el resto del planeta? Los occidentales tienen la memoria muy corta pero, como dice nuestra sobrina, esperemos que solo sean algunos, que no sean todos… y que entiendan que ellos, que cambiaron y removieron el mundo para explotarlo, tienen que aceptar que el mundo se mueva y les cambie a ellos. ¿Lo harán?
Un abrazo, primo, espero verte en la próxima Feria de ganado de Pushkar, Rajasthan, India. Y si nuestra sobrina nos convence, nos comeremos un fish and chips y luego un Miguelito.







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