Querido
primo: nos alegró mucho recibir tu carta, siempre que llega la Feria
de nuestra ciudad nos acordamos de toda la familia.
Respecto
a lo que me dices de los problemas que tenéis en vuestro barrio con
los inmigrantes, lamento decirte que aquí nos pasa igual. Y lo mismo
le sucede a la familia que vive en la capital, y a los primos de la
costa: desde que llegaron todo ha cambiado.
Nuestra
casa, el barrio, ya no huelen como antes. Ahora todo está impregnado
de sus aromas… desde que los ingleses conquistaron la India nos
invadió también su desagradable olor a fritanga de pescado y
patatas o, como lo llaman ellos, fish
and chips.
Lo mismo les sucedió a los primos que viven en Vietnam, con el aroma
dulzón de la invasora mantequilla derretida francesa… y a tu
cuñado, el que se fue a Sudamérica, donde los conquistadores
españoles habían llegado con su apestosa fritanga de gallinejas y
entresijos. Todos olores insoportables, traídos por esos
conquistadores, inmigrantes y turistas.
Tenemos
que aguantar sus costumbres maleducadas, su ruido a deshoras…
parece que los españoles y los italianos, que también se hicieron
con tierras en África, son los peores. ¡Son
muy ruidosos y no dejan dormir a nadie!
Eso por no hablar de lo sucios que son algunos, como los británicos
hijos de nuestros dominadores. No hablo ya de sus suelos cubiertos de
moquetas, sino de sus turistas
borrachos y pendencieros que se orinan por las calles.
Son insufribles, estos extranjeros. A veces se comportan como
animales… bueno, peor que animales: ¿tú sabes la cantidad de
comida
que desperdician y tiran
a la basura? ¡Es
increíble, ahora que la hambruna vuelve a aumentar en el mundo!
También,
desde que estos inmigrantes occidentales invadieron todo el mundo se
han apropiado de todo lo mejor de nuestros países: en las ciudades y
en el campo, hasta debajo del suelo se han hecho fuertes, haciéndonos
excavar minas para llevarse el oro, la plata…
Y han cambiado nuestras ciudades, derribado edificios y construido a
su gusto sus iglesias y sus bancos. Y sus comercios… ya casi todo
lo que se vende está fabricado por ellos. Bueno, ellos ordenan que
se fabrique, pero no en su país sino en otros más pobres, donde
hacen trabajar a nuestros niños por un sueldo de miseria. Incluso se
dice que están utilizando
a nuestros niños para probar medicamentos antes de venderlos en
EE.UU. y Europa.
¿Tú lo puedes creer?
Tú
sabes que nuestra sobrina, que es ahora inmigrante en Londres, no
piensa como yo: ha podido viajar y trabajar en muchos países y dice,
con gran bondad, que el mundo es ahora así, que va a ser así, una
mezcla de personas con costumbres diferentes, de olores y colores, y
que aunque esto tenga sus desventajas nos tendremos que acostumbrar,
que no nos queda otro remedio. Pero ahora ellos, los
ingleses, la quieren echar de allí,
dicen que molesta, que les molestamos con nuestras comidas, nuestra
lengua, nuestras costumbres y nuestra vestimenta.
Dime,
primo, ¿nunca ningún europeo se ha parado a considerar que ellos
son los que impusieron al mundo, por su avaricia, esta mezcla de
aromas? ¿Ninguno se siente en deuda con el resto del planeta? Los
occidentales tienen la memoria muy corta pero, como dice nuestra
sobrina, esperemos que solo sean algunos, que no sean todos… y que
entiendan que ellos, que cambiaron y removieron el mundo para
explotarlo, tienen que aceptar que el mundo se mueva y les cambie a
ellos. ¿Lo harán?
Un
abrazo, primo, espero verte en la próxima Feria de ganado de
Pushkar, Rajasthan, India. Y si nuestra sobrina nos convence, nos
comeremos un fish
and chips
y luego un Miguelito.
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