La hipocresía parece haberse instalado ya en todos los niveles económicos y los de cierta política, valga la redundancia. Y no nos referimos a la del sector rancio del poder judicial que ha decidido faltar a todo aquello que juraron y que, se supone, deben defender, lo de esos va mucho más allá de la hipocresía. Nos referimos a otros tipos de hipocresía y que, en distintos ámbitos, estamos viviendo varios ejemplos en estos días.
Vamos con el primer ejemplo.
Recientemente, la manchega Carmen Fúnez ha sido ascendida a la Vicesecretaría de Organización del PP, dentro del equipo de Feijoo. Paco Núñez, presidente castellanomanchego del PP, no tardó en afirmar al respecto que está encantado y le llena de orgullo y satisfacción (¡qué grandes palabras! ¿recuerdan?) tal reconocimiento. La cuestión viene cuando se le pregunta qué piensa sobre lo que anda en la mente de mucha gente: es más que posible que Carmen Fúnez pudiera ser candidata a la Presidencia del PP en Castilla-La Mancha, a lo que Núñez respondió con cierto rictus que le vuelve a llenar de orgullo y satisfacción el nombramiento de Fúnez, entrando en bucle cada vez que se interpela sobre el asunto de la sucesión manchega. Sin duda da la impresión de que no es lo que Núñez tenía pensado, pero dada la evolución de su compañera de partido, parece que va a tener que tragar mucha saliva, mucha.
Pero hay algunos ejemplos más, que aquí ya no se corta nadie. Hay que organizar la 28ª sesión de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28). ¿Dónde la llevamos? Pues a Dubái mismo, que está en Emiratos Árabes Unidos y como todo el mundo sabe no tiene interés alguno sobre el tipo de energía a usar para arreglar el futuro del clima mundial. ¡Qué gran idea! ¿Y por qué no ponemos de presidente al Sultan Al Jaber, el famosísimo directivo del petróleo? ¿Qué, que no? ¡Sujétame el cubata! Y ya está, ya tenemos la cumbre montada. Y ahora bla bla bla bla bla, y pocos hechos. ¡Para qué disimular la hipocresía con lo bien vista que está entre los sectores más casposos!
Y por último, la muerte del alemán venido a yanqui, Heinz Alfred (luego Henry) Kissinger. En Suecia todavía tienen náuseas y jaquecas por aquel premio Nobel. Eso de que cuando alguien muere hay que hablar bien de él… ni lo hicimos en vida ni mucho menos lo vamos a hacer ahora. Su mérito de dar fin a la guerra de Vietnam no fue tal, sino una claudicación ante el jaque permanente en que les tenía el pequeño país asiático. El haber promovido y sustentado las peores dictaduras latinoamericanas, donde se torturaba, asesinaba y desaparecía a quienes pensaban diferente, teniendo por amigo a los Pinochet y los Videla, le convirtieron en unos de los personajes más indeseables del planeta, por mucho que la hipocresía le quiso y quiera convertir ahora en poco menos que un pacifista.
En fin, que desde la región hasta el último rincón del planeta, bien se podrían dar algunos carnés de hipócritas… ¡de primera división!
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