Artículo
publicado en el diario La Verdad (Edición Albacete). 12/04/2012
A Esperanza
Aguirre le gusta mucho que se hable de ella. El ministro Guindos, madrileño
también, pensaba acaparar los titulares de la semana, pero el pobre no sabe con
quién se la juega. Esperanza debió pensar: "¿Que el ministro dice que hay
que pagar por la asistencia sanitaria en la sanidad pública...? ¡Pues yo digo
que se acabó que la FP y el Bachillerato sean gratuítos!" ¡Muy bien, ésa
es la Aguirre! ¡El que pueda, que la siga!
Bueno, lo que es
seguirla no tardará en hacerlo Cospedal. En esa carrera atropellada por
reformar el país hasta que nadie lo reconozca, a la secretaria general del PP
(también, aunque a tiempo parcial, presidenta de Castilla-La Mancha) nadie le
moja la oreja. Ya saben, lectores manchegos, la familia de aquel jovenzuelo o
jovenzuela que que quiera estudiar formación profesional o bachillerato, tendrá
que gastarse los cuartos en centros educativos privados (gestionados,
casualmente, por... ). ¡Nada, nada, no protesten! ¡Se acabaron los privilegios!
Pero bueno, ¿qué es eso de que la gente se crea con derecho a que el estado se
encargue, con los impuestos de todos, de educar a sus ciudadanos más allá de
los 16 años? El que pueda que se lo pague, y el que no, que se fastidie...
¡Abajo los privilegios! ¡Viva la libertad y el dinero!
Aguirre también
se ha encargado, de paso, de sacar del atolladero al tertuliano y sin embargo
ministro Wert: el pobre, al no saber mucho de educación, se hace un lío
tremendo en las ruedas de prensa, y concluye que
con-menos-profesores-trabajando-más-horas-y-con-más-alumnos-por-aula-pero-menos-dinero-para-educación-se-solucionará-el-fracaso-escolar.
Ay, menos mal que Esperanza le ha servido la solución en bandeja: se acabó el
fracaso porque se acaba la educación, se acabó la FP y se acabó el
Bachillerato, y con ambos también se acabaron miles de plazas de profesores (de
esos tan protestones y sus pancartas, y de los otros, de todos, echémoslos a
todos a la calle, que ya distinguirá Rajoy a los suyos...). ¡Muy bien, sí
señor, todos afuera!
Y los que todavía
se aferren a las pizarras, que se avispen, que ya lo advierte Montoro: ya se
sabe que un profesor de verdad, no como los de ahora, sino uno bueno que se
implique en la educación de sus alumnos, enseña mejor a cuarenta estudiantes
que a veinte, pero que a los mejores lo que les gusta con locura es enseñar a
ciento veinte. Y viceversa: un buen alumno de primaria aprende mejor a leer y a
manejar las cuatro reglas con doscientos compañeros que con cincuenta.
¿Profesores de apoyo? ¿Desdobles? ¿Especialistas? ¡Vamos, hombre, se terminaron
los chollos educativos que hundieron al país!
Y ojo con aquellos que acusan a nuestros
dirigentes de improvisar, porque lo que deberían hacer es restregarse la lengua
con estropajo. ¿Pero tan ciegos están que no perciben la coherencia del todo a
través de sus partes? ¿No ven que machacar la enseñanza primaria, asfixiar la
secundaria, eliminar la FP y el bachillerato, y encarecer el acceso a la
universidad está en consonancia absoluta con despeñar el presupuesto del país
en investigación y desarrollo? Educarse, formarse, aprender, investigar para el
bien de la comunidad..., ¡anda ya, que
inventen los alemanes! ¡Abajo los privilegios!
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