La
mercantilización y banalización de la política no tiene límites. Al igual que
el deporte es frecuentemente engullido por el negocio y el espectáculo, la
política ha sido engullida por la ansiedad: la ansiedad por encontrar la
ocurrencia que, por extravagante que sea, pueda atraer unos votos el día de las
elecciones, sin importar que sean efímeros. Y parece que los fichajes estrella,
al igual que en el deporte, son la última ocurrencia de algunos partidos que se
dicen de izquierdas y transformadores.
La última, la de
Pedro
Sánchez fichando a Irene Lozano, una persona que hace apenas dos meses
quería dirigir UpyD y cuya lista de críticas al PSOE es más larga que las
cuentas del Gran Capitán. Pedro Sánchez, en un ejemplo de esa dedocracia que
tanto critica en el PP, la ha
colocado para ser futura diputada en las listas del Partido Socialista por
Madrid. Casi nada. E Irene Lozano, que dice que se va a encargar de “las
propuestas de regeneración democrática”
dentro del PSOE, acepta ese encargo dedócrata sin inmutarse, sin importarle un
bledo que el secretario general la elija contra la opinión de todo su partido.
Extraña forma de ayudar a regenerar nada. Irene Lozano añade también que ha
demostrado que no se mueve por interés personal… bueno, que se lo crea quien lo
quiera creer. Sin ninguna posibilidad de volver a ser diputada por UPyD, Irene
Lozano ha aceptado ser diputada dedócrata por un partido al que se ha hartado
de criticar hasta hace dos meses. Cada uno que piense lo que quiera.
También le
gustan los fichajes a Ciudadanos: tecnócratas de todo pelaje ideológico,
fugitivos de UpyD, y así hasta el infinito. Pero, hasta el affair
Sánchez-Lozano, el caso más sonado del mercado de fichajes mediáticos es el de
Pablo Iglesias, empeñado en fichar a Alberto Garzón para la candidatura de
Podemos. No quería sumar ideas, ni sumar programas, ni sumar movimientos
sociales… solo
quería fichar a Garzón. Y, claro, le ha salido mal la ocurrencia. No es de
extrañar que cada vez haya más voces dentro de Podemos reclamando más
democracia interna y menos derivas mesiánicas.
Aunque si uno lo
piensa bien detrás de estas aparentes ocurrencias puede haber mucho de golpe
largamente calculado (otra cosa es que sea acertado o erróneo). Sánchez habrá
pensado que fichando a Lozano termina de finiquitar a UpyD e impide que la
diputada termine sumándose a Ciudadanos. Seguro que eso es lo que ha pensado
Sánchez, con la calculadora en la mano, y pasando olímpicamente de la
democracia interna en su partido. En el caso de Iglesias, su cálculo simulando
que quería a Garzón, no era otro sino intentar dinamitar a Izquierda Unida,
como ya consiguió con Tania Sánchez e IU de Madrid. Tania
Sánchez, el otro fichaje de Podemos, será seguramente diputada podemista por
Madrid… y contemplará en el Congreso cómo fracasan las esperanzas de que
hubiera una mayoría de izquierda alternativa en el parlamento. Cada vez más
desesperado por el picado imparable de su formación, Iglesias seguirá
intentando fichajes y ninguneando a lo que se mueve a su izquierda, como cuando
propone
antidemocráticamente debates televisivos que excluyen a Izquierda Unida y a
otras fuerzas políticas. Que siga jugando a ese juego, que tan bien les viene a
los partidos del sistema. Ganará alguna batalla, pero fracasará y perderá la
guerra. Ni
asalto a los cielos ni nada de nada. Los libros de Historia lo certificarán
dentro de unos años.
Así se mueven en
la política quienes llegan diciendo ser la regeneración democrática, cuando ni
siquiera han tocado el poder. ¿Qué se puede esperar de ellos si llegan a
hacerlo?
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