Hoy
es 27J. Otra vez ha acabado todo: los mítines, los eslóganes, los
debates, las sonrisas ortopédicas de los candidatos… Y sí, ya lo
sabe hasta Robinson Crusoe, el PP (sí, sí…: el mismo que ha
llevado a cabo los recortes salvajes en educación, el mismo que ha
expulsado
sólo en Castilla-La Mancha a más de 5000 profesores/as,
el mismo que ha privatizado hospitales para mayor beneficio de los
amiguetes de la sanidad privada, el mismo que dejó sin ayudas a la
dependencia a miles de personas que murieron antes de percibir lo que
por ley les correspondía, el mismo que ha situado en España a un
30%
de personas por debajo del umbral de la pobreza,
el mismo que ha hecho de nuestro país uno de los más desiguales del
mundo, el mismo que ha medio desmantelado los servicios sociales a
favor de la caridad apostólica, el mismo que votó a favor de la
reforma
del artículo 135 de la
Constitución que antepone el pago de la deuda al pago de las
pensiones, el mismo que aprobó una reforma laboral que reduce a los
trabajadores/as a la condición de consumibles, el mismo que ha
aprobado una Ley de Seguridad Ciudadana que ha sido denunciada por la
ONU y Amnistía Internacional, el mismo que ha reducido los plazos de
instrucción de los juicios de corrupción para intentar librar a sus
colegas imputados, el mismo que concedió una amnistía fiscal
gracias a la cual toda una panda de evasores fiscales legalizaron su
situación por un módico precio, el mismo que tiene imputados
a todos los concejales del ayuntamiento de Valencia,
el mismo que se ha financiado ilegalmente según la UDEF, el mismo
que ha sido calificado
por el juez José de la Mata como “organización criminal”,
el mismo que tiene entre sus filas tantos imputados por corrupción y
tantos encarcelados que su simple enumeración llenaría listines
telefónicos enteros…), sí, el PP, decíamos, no sólo ha vuelto a
ganar las elecciones, sino que ha obtenido 14 diputados más.
Y
la pregunta que hoy mucha gente se hace es cómo eso es posible. Y no
es fácil de explicar. Porque en noviembre de 2011 Rajoy acudió con
una agenda oculta a las elecciones y engañó a la ciudadanía
prometiendo que no iba a subir los impuestos y que la
sanidad, la educación y los servicios sociales eran sus líneas
rojas. Pero ahora ya no hay agenda
oculta. El PP ha tenido una larguísima legislatura para mostrar su
verdadero rostro y lo ha hecho con
total desparpajo. Ya nadie se
puede llamar a engaño. Sus votantes son corresponsables de las
políticas que ha llevado a cabo y las que en el futuro realizará.
El incomprensible comportamiento del electorado español está siendo
explicado por muchos analistas como un efecto de la estrategia
del miedo empleada no sólo por el
PP, sino también por el PSOE y por Ciudadanos. En efecto, se podría
decir que ha habido una campaña conjunta para demonizar a Unidos
Podemos, que ha incluido desde los más pintorescos calificativos
(radicales, extremistas, malos, hijos
de Julio Anguita…) hasta las
mentiras más canallas (van a quitar las pensiones, nos van a quitar
las casas…). Otra causa de la victoria del PP ha sido el inesperado
retroceso de Unidos Podemos, que,
aunque mantiene el número de diputados, se deja más de un millón
de votos por el camino. ¿Qué ha hecho que toda esa inmensa cantidad
de personas se quedase en su casa y se sumase a la abstención? ¿No
les ha gustado la campaña de sonrisas y corazones? ¿No les llegaba
para comprar el catálogo-programa tipo Ikea? ¿Se han asustado de
ver banderas republicanas en los mítines? Se nos ocurren más
preguntas, pero las dejamos para los debates internos de las
organizaciones integrantes de UP.
En
fin, en España y el resto del mundo avanza el miedo y retrocede la
esperanza. Dan ganas de salir corriendo. Pero no lo haremos. Ya no
tenemos edad para huir. Y quedaría feo, la verdad.
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