domingo, 19 de junio de 2016

El aislamiento de los necios



La próxima semana sabremos si Gran Bretaña decide abandonar la Unión Europea y volver a su soledad insular, esa soledad que cuando una avería cortó el cable submarino telefónico entre las islas británicas y Francia, presumió de que Europa se había quedado aislada.

La Unión Europea presenta una lista interminable de defectos, pero los que defienden la salida de Reino Unido de la UE no son precisamente los adalides de la fraternidad entre los pueblos, la igualdad entre los seres humanos y las libertades individuales y colectivas. Los políticos que defienden activamente el llamado Brexit son claramente los más reaccionarios y radicales nacionalistas, los más burdos populistas agitadores del miedo y los más inhumanamente insolidarios de los británicos.

Inglaterra primero y Gran Bretaña después, desde el siglo XVI hasta el XX, han aniquilado pueblos y han esquilmado los recursos de inmensas regiones de todo el planeta. El mayor imperio de la historia de la humanidad ha crecido con la explotación de los países y de las personas. Y ahora, con las cajas fuertes de la City londinense llenas de libras manchadas de cuatrocientos años de sangre, quieren criminalizar a los refugiados e inmigrantes, comunitarios o no, muchos procedentes de las tierras que su imperialismo destrozó, y aislarse del resto de Europa y del resto del planeta (bueno, no quieren aislarse del todo: quieren que sus bancos y sus empresas y su ejército y armada sigan campando a sus anchas, pero sin sufrir limitaciones por ninguna regulación europea).

Al lado del monte de reproches que podemos elevar cuestionando a la actual Europa, las críticas a los partidarios del Brexit se elevan hasta la altura de un auténtico Himalaya. El líder de este despropósito es Nigel Farage, líder del UKIP, político, sujeto o individuo, se pavonea ante carteles electorales que muestra a una triste caravana de refugiados como un ejército dispuesto a asaltar sus islas y violar a sus mujeres. En su extrema derecha, los partidarios del “Britain First”, relacionados con el asesino de la diputada laborista Jo Cox, llegan a sentirse afines a Hitler, algo que debería repugnar a sus compatriotas.

Aparte de que el Brexit esté asustando muchísimo a todos los mercados y bolsas y especuladores y bancos y multinacionales, lo más preocupante para los ciudadanos es que en estos momentos desde Austria, Polonia, Hungría u otros países europeos, movimientos similares de ultraderecha como los partidarios del Brexit, los ultras alemanes de Pegida, el Frente Nacional francés, todos son caras de un mismo poliedro: sus dardos se dirigen a Europa como institución política, pero lo que quieren es atravesar la diana para destruir los mejores valores que comparten los europeos y para clavarse en el corazón de los inmigrantes, de los refugiados, de los más débiles, de los defensores de los ideales de la Revolución Francesa.

Esperemos que esta batalla no la ganen los británicos necios y egoístas, sino los que tienen su cabeza y corazón a la altura de Jo Cox, y esperemos que los necios y su conjura no sigan creciendo y extendiéndose por nuestro continente. Pero para ello, también después del próximo día 23, es imprescindible que la Unión Europea no sea reo de los grandes intereses económicos y políticos: tienen que dejar que los ciudadanos la aprecien, para querer defenderla.








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