sábado, 22 de julio de 2017

Soma y Huasipungo


Este artículo, al modesto estilo de una sección de suplemento dominical veraniego, trata sobre algunas de nuestras lecturas de este verano. No somos nadie para recomendar o valorar obras literarias, pero sí podemos humildemente compartir algunas de ellas. Un par de estas novelas no son de verano ni de invierno, entretienen pero no son para matar el tiempo, narran historias imaginadas pero que realmente sucedieron o pueden suceder, producen al tiempo interés y desasosiego

Toda dificultad puede solucionarse con el sacrificio de los indios”.


Todo condicionamiento se dirige a lograr que la gente ame su inevitable destino social.”

La primera frase pertenece a Huasipungo, escrita por el ecuatoriano Jorge Icaza en 1934. La segunda se encuentra en la más conocida Un mundo feliz, de Aldous Huxley, escrita en Inglaterra en 1931. Icaza describe la dura vida de los indígenas de los latifundios ecuatorianos en las primeras décadas del siglo XX. Huxley imaginó la vida en el mundo futurista del año 600 de la era Ford. Las dos estremecen y enseñan, las dos hablan de la esclavitud del ser humano, sometimiento conseguido de diferentes formas, dominio al que no es ajeno ni nuestro país ni nuestro tiempo.

En Huasipungo los protagonistas son los indígenas propiedad de los latifundios, los indígenas que son literalmente cosas que pertenecen a los terratenientes como consecuencia de la dominación colonial española, acentuada en el XIX por la explotación de los propietarios criollos y llevada al límite por la burguesía liberal y las multinacionales occidentales. “Toda propiedad rural se compra o se vende con sus peones”.

¿Será muy lejano ese mundo que cuenta Icaza, a lo que sucede en la actualidad en las grandes explotaciones agrícolas americanas? Bueno, si en España en el año 2017, se explota a los trabajadores agrícolas, ¿qué estará pasando en lo más profundo de las inmensas plantaciones de Sudamérica? Icaza narra con crudeza cómo la tríada terrateniente-cura-policía (¿les suena de algo?) somete y veja a los indios, combinando el látigo, la superstición religiosa, y algo más: “Embrutecimiento alcohólico necesario para el máximo rendimiento”.

Para llegar a fines similares, pero de forma más eficiente, en Un mundo feliz se ha hallado una fórmula mejor: el soma, la droga con la que el sistema controla a los individuos. “Soma […] todas las ventajas del cristianismo y del alcohol y ninguno de sus inconvenientes”. El soma forma parte de otra tríada, cuyo objetivo también es producir en los seres humanos el amor a la servidumbre: soma, sugestión y jerarquía social.

¿Hay paralelismos entre la novela de Huxley y nuestra sociedad? Hay varios muy preocupantes, por lo menos en muchos países occidentales con alto nivel de vida: la sugestión ejercida por los medios de comunicación controlados por el poder económico para producir un pensamiento único (las cosas son así y no se pueden cambiar); la jerarquización social, casi estamental, que propicia que los hijos de los trabajadores terminen sirviendo por sueldos míseros al resto de la sociedad (las cosas están así y más vale eso que nada); el deseo de ocio y la dependencia de las nuevas tecnologías como nueva droga social, como un soma que hace al individuo proclive a la evasión de la realidad (fútbol, entretenimiento, diversión, realidad virtual, consumismo) e incapaz ni de soportar la frustración ni de luchar colectivamente contra las injusticias. “Nuestro mundo es estable. La gente tiene lo que desea y nunca desea lo que no puede tener.”

El palo en Huasipungo y la zanahoria en el mundo del soma. ¿Sabemos reconocer zanahoria y palo en el nuestro?












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