Cada cual es muy libre de cambiar de ideas e incluso de ideología. ¡Faltaría! Por supuesto, también es posible cambiar la intención, la estrategia y las estructuras para desarrollarlas. En el ámbito de la política, hay multitud de ejemplos. La cuestión está en cómo se hace. Quienes lo llevan desde un punto de vista ético y coherente son fácilmente reconocibles. Discrepan de forma sustancial con lo que venían haciendo, y sin más intereses ni retorcimientos, se van. Se van si pretender destrozar lo que hasta ayer les era óptimo, sin abusar de la situación del lugar que ya han decidido abandonar, sin negociar puestos y cargos que le garanticen su futuro. Con el tiempo, dejan todo, regresan o desarrollan su labor en otras filas. Gente honesta la ha habido, la hay y se les tiene el máximo respeto.
Pero los hay que sus “cambios”
no parecen tan desinteresados ni honestos. En
Izquierda Unida se conocen bien los casos de una y otra forma. Antes
de continuar, podría pensarse, ¿qué pasa con IU que parecen darse
tanto ahí? Creemos que la explicación no es complicada: IU no es un
partido político en sí mismo, sino un movimiento político y
social, en el que tienen cabida diferentes partidos políticos y
formas de pensar, lo que ya complica la cosa. Además, no es uno de
las dos grandes fuerzas de alternancia de poder, y siempre es más
fácil los movimientos hacia lo poderoso; y su lógica e inestable
correlación de fuerzas, le lleva a decisiones que no siempre son del
gusto de toda su militancia.
Volviendo a los casos de flagrante deshonestidad, estos se
caracterizan por vulnerar esas buenas formas ya citadas. Son acciones
planteadas con tiempo, estratégicamente diseñadas, aprovechando los
recursos de quien deseas abandonar para que la cosa sea más sonada y
hacer más daño, al tiempo que se valen de lo que ofrece el antiguo
adversario y hoy amigo del alma. Podríamos citar aquí a la señora
Almeida. Ejerciendo y paseando su cargo en IU
para ganar figura popular, de tertulia en tertulia hasta la sopa,
para finalmente ¡oh sorpresa!, acabar de candidata a la Presidencia
de la Comunidad de Madrid por la coalición PSOE-Progresistas (P-P).
También podríamos poner un ejemplo más, el de Rosa
Aguilar; una tertuliana de pro que, de la noche
a la mañana, en un mismo día pasa de ser alcaldesa de Córdoba por
IU a ser consejera de Obras Públicas y Vivienda del gobierno
socialista de la Junta de Andalucía. También son muchos los casos
de los varones que se arrastraron hasta los barones.
Hablamos de personas que superaron las previsiones de Friederich
Mohs. ¿Qué quién era este caballero? Bueno,
fue un alemán que hace unos 200 años creó la escala de dureza de
los minerales (aplicable a otros materiales). Por sus trabajos,
concluyó que lo más blando era el talco (dureza 1) y lo más duro
el diamante (dureza 10). Sin duda hoy, ante la dureza de la tez de
estos personajes, el bueno de Mosh debería cambiar su escala.
Y es en estas cuando nos encontramos con el señor Llamazares.
Sabedor de su, reconocido en votaciones, mínimo seguimiento dentro
de IU, pero también de que es el portavoz en Asturias y tertuliano
que tendrá
los micros, que siempre se le niegan a quien no
son este tipo de personajes, cuanto tiempo desee para proclamar sus
excusas. Persona que cuenta antes al líder del PSOE sus intenciones
que a sus propios compañeros y compañeras de partido. Quien
ostentando lo que ostenta, funda un partido que su compañero
Baltasar ya ha dicho que tiene vocación electoral o quien suelta
perlas como “mi
lealtad a Izquierda Unida expira al final de esta legislatura”,
parece más en la línea de uno de esos codiciados y codiciosos
futbolistas que un responsable político (o un político
responsable). Es una pena, que este antiguo parlamentario, de verbo
fácil e inteligente, haya tomado esta deriva. Pero lo peor de cómo
actúa Llamazares, en estos momentos, no son los
problemas que le genere a IU, problemas
domésticos al fin y al cabo, es el daño que hace a la izquierda y
el apuntalamiento del bipartidismo, que es finalmente lo que buscan y
en lo que acaban todas estas historietas personales. Así, aunque don
Gaspar no tenga ya mucho por pulir, por la cara que le echa al
asunto, sus torpes excusas y lo que de ello se deriva, bien se podría
decir que estamos ante un diamante-bruto.
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