Nuestros libros de texto siguen llenos de gloriosos
episodios nacionales, pero realmente España es lo que es y como es de pura
chiripa.
Veamos algunos ejemplos. Si no hubiese muerto en 1500 Miguel de Paz, hijo
de Manuel el Afortunado e Isabel, la primogénita de los Reyes Católicos, igual
actualmente España incluía a Portugal (aunque luego lo conquistó Felipe II por
las bravas). Y si en 1509 no hubiese muerto a las pocas horas de nacer el príncipe
Juan, hijo de Fernando el Católico y su segunda esposa, Germana de Foix,
quizás Aragón, Cataluña, Valencia, etc. hoy serían territorio extranjero, y
nuestros estudiantes dirían: “Me han dado un Erasmus en Barcelona” o “Me voy a
buscar la vida en Valencia, porque en España está la cosa imposible...”
De chiripa sobrevivió la monarquía hispánica a la pelotera que se lió en torno a
1640, ya que de los movimientos secesionistas que estallaron por aquellos
años y que afectaron a Andalucía, Vizcaya, Aragón, Cataluña y Portugal, sólo
triunfó este último. Por cierto, Cataluña se proclamó república independiente
mientras cantaba Els segadors (“Bon
cop de falç!-¡Buen golpe de hoz!”) y las tropas de Felipe IV no entraron en
Barcelona hasta 1652. ¿Les suena de algo? ¿Cuánto tardará Felipe VI en entrar
triunfante en Barcelona? ¿Qué piensan? ¿Más o menos de doce años?
A finales de ese mismo siglo reinó en España Carlos II, un
monarca flojucho y estéril. Aprovechando la ocasión, las potencias europeas
decidieron repartirse
nuestro súper imperio como si fuera un pastel. Según dichos planes,
Guipúzcoa pasaría a Francia. Y de chiripa no fue así porque al final los mismos
estados que tramaron el expolio se enredaron a partir de 1701 en una larga
guerra que concluyó con la instalación de los Borbones en España. Por cierto,
hasta 1714 las tropas de Felipe V no entraron en Barcelona. El nuevo rey le
aplicó a Cataluña, como al conjunto de la Corona de Aragón, “el artículo 151”
(entonces denominado Decretos
de Nueva Planta). ¿Sirvió para algo? ¿Ayudó realmente a la consolidación de
la unidad de la patria y tal y tal? Digan, digan…
En 1812 Napoleón
segregó Cataluña de España y la integró en el imperio francés. Si el
emperadorcito gabacho no hubiese luego sido derrotado en Waterloo, lo mismo
ahora en aquella (¿región?, ¿república?) no se hablaría ni español, ¡ni
catalán! Durante ese mismo siglo, la unidad nacional sobrevivió de chiripa a
tres guerras carlistas (que llegaron a montar un estado
propio con capital en Estella) y a una guerra
cantonal que, en 1873, pretendiendo construir el estado federal “desde
abajo”, casi dinamita el país en veinte mil partículas. Y al final de la
centuria llegaron los nacionalismos… Por cierto, cuenta Baroja en El árbol de la ciencia que la misma
tarde en que se conoció la pérdida de Cuba “todo el mundo iba al teatro y a los
toros tan tranquilos; aquellas manifestaciones y gritos habían sido espuma,
humo de paja, nada.” Así era el
patriotismo patrio. ¿Pasará ahora igual? ¿Se esfumará todo esta orgía de
banderas ante un gol
de Messi o de Ronaldo? Opinen, opinen…
Vamos terminando, no se preocupen. Alfonso
XIII, al que los españoles/as pusieron pacíficamente de patitas en el
exilio, tuvo varios hijos. El primogénito, Alfonso, se casó con una plebeya y
tuvo que renunciar al trono. El segundo, Jaime, renunció porque era sordo y,
por lo tanto, mudo. Así, de chiripa, la sucesión recayó sobre Juan, aunque
Franco, por “joder”, nombró sucesor a Juan Carlos, su hijo…
Con todo este “rollaco”, lo que queremos decir es que en la
definición de nuestro modelo de estado y nuestro marco territorial el pueblo no
ha pintado prácticamente nada ni ha decidido realmente nada importante. Por
eso, una vez más, nos unimos a toda la gente que desde hace un tiempo viene
reclamando un proceso
constituyente que sitúe al pueblo español como único protagonista de su destino.
Mientras no sea así, España seguirá siendo un país de chiripa dinástica y
componenda elitista en conflicto
permanente consigo mismo.
Muy buen artículo, pero lo que ha hecho Puigdemont y su banda de delincuentes es alejar la posibilidad de que el pueblo español pueda decidir su modelo de Estado, pues es imposible hacerlo desde los extremos.
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