“Somos
republicanos porque se nos marcó a fuego que nadie es más que
nadie” (Pepe Mujica)
Pues sí, claro que sí. Estamos de
fiesta y celebración. Han pasado ya 88 años del nacimiento de la II
República en España. Hoy
la recordamos, reconocemos
los avances sociales y democráticos
que significó para los españoles y las españolas aquel corto
período de tiempo.
Nosotros seguimos considerando que
las banderas son señas de identidad que no
ayudan a la convivencia,
por eso la nuestra es del color del cristal, pero si tenemos que
tener alguna, que sea la republicana, porque queremos ser ciudadanos
y no súbditos, por eso seguiremos alzando cada día más altas
nuestras voces para seguir luchando por un Estado en el que todas y
todos seamos libres, iguales en derechos, responsabilidades y
posibilidades y, en definitiva, ciudadanos plenos. Por ello, en
nuestra ciudad, en el mástil de la punta del parque, más pronto que
tarde se verá ondear la
bandera republicana,
un símbolo que representa la dignidad del pasado y la ilusión del
futuro.
Tenemos
una Jefatura del Estado medieval
y anacrónica,
que se hereda por genética y derecho de bragueta, que está por
encima del bien y del mal. Tampoco conviene olvidar que jamás se ha
visto a la Casa Real apoyar a las víctimas de los desahucios, a las
personas que tienen que acudir a los comedores sociales para poder
comer, a las víctimas de la violencia machista, a los trabajadores
precarios o a los que sufren los abusos de los empresarios que han
sido los triunfadores de la crisis económica o a las víctimas de
los abusos de las élites. Sólo unos segundos en el mensaje de
Navidad, eso es lo que dedica el
ciudadano Felipe
a los problemas de los españoles.
Algunas
de las conquistas sociales reflejadas en la Constitución de 1978 no
son más que papel
mojado,
pues ese reconocimiento en el texto constitucional no fue acompañado
de medidas efectivas de protección, vinculantes para los poderes
públicos y exigibles ante los tribunales. Todos sabemos que las
decisiones clave las adoptan las grandes fortunas, capaces de hundir
o reflotar una moneda, los poderes económicos salvajes y carentes de
control democrático, así como organismos europeos y mundiales que
tampoco responden a ninguna legitimación democrática. ¿Seguiremos
complacientes, pasivos y sin reacción alguna?
Es
hora de pasar página, tenemos
la obligación de impulsar desde la base, un nuevo proceso
constituyente que, por medios democráticos, trabajando dentro y
especialmente fuera de las instituciones, logre una constitución
republicana,
fundamentada en la participación ciudadana y en un estado social y
laico. Es imprescindible que se inicie un proceso constituyente que
devuelva la voz y el poder de decisión a la ciudadanía. El proceso
constituyente debe ser un camino basado en la participación de todas
y todos, en la creación conjunta de unas nuevas líneas maestras que
enmarquen la convivencia, partiendo de una mirada al pasado para
reivindicar la memoria democrática, los
valores republicanos
y el reconocimiento a los hombres y mujeres que lucharon contra el
franquismo, en toda su amplitud. Necesitamos un cambio político
sustancial que conlleve un giro económico, social, cultural y ético
radical. Ese cambio ha de ser la
III República.
Debemos ser cómplices en la consecución de una democracia
avanzada, en el marco de un Estado federal, republicano y solidario
que amplíe los marcos de libertad y participación, garantizando el
bienestar económico, social y cultural de todos los ciudadanos y
ciudadanas.
El
movimiento republicano ya es imparable, ya no es una anécdota, es
una realidad palpable que se ve en las iniciativas que los
propios ciudadanos ponen en marcha
y que se extienden a todas las partes del territorio nacional.
Nuestra esperanza va creciendo en todas las esferas sociales, la
república es futuro, el único futuro posible.
Hoy, más que nunca, hacemos
nuestras las palabras de Juan Goytisolo: "No
nos resignemos a una permanente injusticia. Bajar la guardia y
rendirnos sería dar por buena la brutalidad de los alzados contra el
conjunto de aspiraciones e ideales que encarnó la República. La
herencia cívica y ética de ésta no ha muerto; sigue viva y muy
viva en nuestros corazones y conciencias".
¡A por la Tercera! ¡La lucha
sigue!
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