Nosotros,
que somos internacionalistas, estamos hoy orgullosos de ser
españoles. No porque nos sintamos superiores a nadie, ni porque
pensemos que en nuestros genes-hijos de la mezcla de pueblos dispares
a lo largo de los siglos-residan las esencias de Don Pelayo, ni
porque pensemos que España es una unidad reaccionaria de destino en
la universal.
Con
todas nuestras carencias y nuestros errores, estamos orgullosos de
que, en un momento crítico para nuestra democracia, en el momento en
el que Ciudadanos y PP estaban dispuestos a gobernar con la
ultraderecha, el pueblo español haya reaccionado con una
participación electoral extraordinaria, enviando a los simpatizantes
o colaboradores o cómplices del neofascismo a las bancadas de la
oposición.
En
España hay una mayoría de izquierdas, progresista, que no quiere
que los salva patrias del franquismo nos hagan retroceder. La mayoría
de los votantes se movilizaron para parar la victoria de la derecha.
Ese caudillo mesiánico de Abascal, que desbarra en sus mítines como
lo hacían los oradores de la Falange, concluyó su campaña pidiendo
el voto para España y contra la anti España: como Fernando
VII, como los reaccionarios del XIX, como los falangistas y los
franquistas del XX, Abascal y Vox consideran que los que no piensan
como ellos no son españoles. Y con este sujeto querían gobernar
Rivera y Casado. No lo olvidaremos.
Por
cierto, Rivera, con menos de la mitad de los escaños que el PSOE,
siguió reclamándose como futuro presidente… y en su comparecencia
de anoche siguió azuzando con la amenaza de
Sánchez-comunistas-independentistas, y dijo que él es el único
refugio de los constitucionalistas. Y prometió que también va a
ganar las elecciones europeas. ¿También?
Y
Casado, pues, pues… ¿qué decir? Que en cualquier partido
conservador europeo ya habría dimitido, después de que el PP
perdiera la mitad de sus diputados. Aznar y Casado han metido al PP
en un hoyo del que quizá ya no salgan, pues sus compañeros de
viaje, Rivera y Vox, suben mientras los populares se desploman. Pero
en su comparecencia de anoche, Casado insistió en unir a la derecha
para las próximas elecciones de mayo… así es que en un mes quizá
nos espera un segundo embate del llamado trifachito, pero con
los tres partidos juntitos.
Pasada
la época de las grandes mayorías, el PSOE de Sánchez ha obtenido
un gran resultado, quizá porque el electorado ha valorado, además
de sus políticas, que era una garantía de convivencia frente a la
rabia irracional desatada por la derecha antes y durante la campaña.
Unidas
Podemos ha perdido una parte de su electorado, aunque haya mejorado
en las dos últimas semanas todas las previsiones y encuestas. Se ha
batido bien a la hora de explicar sus propuestas, inequívocamente de
izquierdas y meridianamente realistas. Pero han pesado dos factores:
el voto útil hacia el PSOE, y los muchos errores, tanto los internos
como los de práctica política. Izquierda Unida aún no ha terminado
de encontrar su encaje con Podemos. A pesar de todo, su resistencia
final ha servido para apuntalar la mayoría de izquierdas frente al
regreso al pasado que suponía la involución derechista.
Finalmente,
es imprescindible tener en cuenta que en Cataluña y el País Vasco
la sociedad ha hablado con claridad: los nacionalistas han recibido
un respaldo incuestionable. El PP ha desaparecido del País Vasco,
donde ni Ciudadanos ni Vox han existido nunca. Y en Cataluña
Ciudadanos cae al quinto lugar y el PP se desploma. Por cierto,
¿asumirá la marquesa Cayetana Álvarez alguna responsabilidad por
haber llevado al PP catalán de 6 diputados a 1? El caso es que,
alejado el 155 de la derecha, toca ahora resolver la cuestión
de la pluralidad de España en un marco constitucional, quizá,
nuevo.
Bien,
pero, ¿y ahora qué? Ahora toca formar un gobierno. Muy
preocupantemente, en su comparecencia en Ferraz ante sus exultantes
compañeros, Sánchez dijo que no ponía ningún cordón sanitario a
Ciudadanos. Muy preocupante, tanto que sus propios militantes le
gritaron “con Rivera no”. El electorado socialista, el de
Unidas Podemos, tienen claro que el futuro del país pasa por un
acuerdo entre las dos fuerzas que han parado al trifachito. Ya
se verá cómo, mucho habrá que negociar sobre programa y gobierno,
pero no hay otra. ¿Por su bien? No, no por ellos, por la gente, por
toda la gente de este país, les haya votado o no, que necesita que
nuestra democracia no se deteriore más, que los que más han sufrido
la crisis sientan que el estado se preocupa de ellos y no de los más
ricos, por los que necesitan que la defensa de las libertades y la
igualdad no retroceda, por los que piensan que hay una solución
dialogada a los problemas territoriales. No es tarea fácil, pero es
la única opción posible. Unidas, podemos.
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