lunes, 11 de noviembre de 2019

TARJETAS ROJIGUALDAS


El 10-N ha sido el día rojigualda: el de las tarjetas rojas y amarillas, a lo partido bronco de fútbol. Tarjetas amarillas y rojas, amonestaciones y expulsiones, para el “triprogrelistos” de izquierdas. Repártanlas ustedes como mejor vean. Una rojigualda para Sánchez, que después de la primera investidura fallida ha jugado con su calculadora con la vida de la gente, ha perdido casi un millón de votos, y la mayoría en el Senado y nos ha hecho perder a todos los españoles tiempo, ilusión y dinero; otra rojigualda para Iglesias, que aunque dijo que repetir elecciones era la peor opción, prefirió que no hubiera un gobierno a la portuguesa y que volviéramos a elecciones, en las que ha perdido 700.000 votos; una rojigualda también para Garzón, el líder desaparecido de IU. Ah, que no se nos olvide la tarjeta de Errejón: con su “Más Errejón” le dio la alcaldía y la comunidad de Madrid al trifachito, y su candidatura en las generales no ha servido para nada, excepto para dividir un poco más un voto debilitado. Y eso sí, para conseguirse un escaño de diputado desde el que deslumbrarnos con su cínica inteligencia.
Tarjeta rojigualda, de la señera, para los nacionalistas catalanes que, en un momento dado, apostaron más por sus intereses particularistas que por la convivencia dentro de las normas de un estado, mejorable, pero democrático. La desestabilización que han provocado ha despertado al extremo opuesto, ha llevado a Vox a estar donde están. Sin Torra, Vox no tendría más de 50 escaños.
Tarjeta roja o naranja para Rivera, que se irá después de hacer desaparecer a un supuesto proyecto de centro liberal capaz de aliarse con la extrema derecha, algo que ninguno de sus homólogos europeos ha hecho. Adiós, Rivera, adiós. Tarjeta roja para Casado, que no llegará nunca a la mayoría porque él, con Aznar y los suyos, se ha dedicado a alimentar a la facción más extrema de su partido, que ha resultado no ser una pequeña minoría sino, como muchos pensábamos, más de un tercio de lo que supone el PP. Casado nunca llegará a ser presidente del gobierno sin Vox. Ahora, que vaya y se lo explique a Angela Merkel.
Y tarjeta roja, aunque no le guste el color, a Vox. No todo vale. Todas las ideas pueden expresarse, pero no todas son respetables. Sus ideas no lo son porque contravienen los derechos humanos; sus prácticas no lo son, porque emplean la mentira y el odio. Nunca en una campaña electoral se había oído berrear “a por ellos” ni calificar de “antiespañoles” a los españoles que pensaban diferente. Y Vox lo ha hecho, con la ayuda de PP y Ciudadanos.
¿Y ahora qué? El triprogrelisto de izquierdas ha jugado con fuego y casi se quema, casi nos quema a todos en la hoguera de su irresponsabilidad. ¿Y ahora? ¿Se repetirá el eterno juego de PSOE-no-quiere-gobernar-con-Podemos, y Podemos-quiere-gobernar-con-PSOE-y-si-no-a-elecciones? ¿Buscará el PSOE la abstención del PP? ¿Harán todos a otra vez dejación de sus responsabilidades y nos martirizarán con un nuevo fracaso de la democracia para llevarnos a las urnas y que Vox adelante al PP?







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