El
año 2020 ha sido declarado por la OMS como el año “de las
enfermeras y las matronas” coincidiendo con el 200 aniversario del
nacimiento de Florence Nightingale (12 de mayo de 1820).
Hoy
8 de marzo, aunque somos más de colectivos que de individualidades,
nos ha parecido un excelente día para reivindicar su reconocida
figura como científica, pero también como mujer pionera.
Entre
1500 y 1860, la enfermería se consideró como una actividad
religiosa y de caridad, no intelectual, así su progreso científico
se consideraba innecesario. Ayudó la Reforma Protestante que produjo
la total desmotivación religiosa de ayuda a los enfermos, y los
cuidados quedaron en manos de condenadas y reclusas de la época:
alcohólicas, ladronas, etc. Este período fue llamado “la época
oscura de la enfermería”. En ese contexto, emerge su figura. Sus
cuidados en la guerra de Crimea, le llevaron a demostrar que los
soldados morían más de enfermedades infecciosas controlables que de
las heridas de guerra. Y aplicó medios estadísticos para
demostrarlo. Implementó medidas básicas de salubridad (luz,
aireación, higiene, …) y disminuyó drásticamente la mortalidad
de los pacientes. Todas sus críticas y sugerencias las hizo
basándose en la ciencia, pero de forma sencilla y didáctica, todo
el mundo la comprendía.
Así
se convirtió por un lado en la promotora de la Enfermería moderna
(las propias enfermeras debían formar a las estudiantes de
enfermería mediante programas específicos y haciendo hincapié
tanto en las intervenciones de enfermería hospitalarias como
extrahospitalarias, para mejorar la calidad de vida de personas,
familias y comunidades) y por otro lado en una brillante
bioestadística (introdujo el llamado diagrama de área polar,
precursor del histograma circular, conocido comúnmente por todos
como diagrama de sectores o “de quesitos”).
Sus
padres tenían pensado para ella un matrimonio con algún insigne
caballero, pero ella planteó con claridad que no sería ese su
destino. Dedicó su vida a la ciencia y a mejorar la vida de las
comunidades. Tuvo que enfrentarse al poder omnímodo de los varones
médicos de la época y lo hizo con coraje, y con ciencia, con la
razón, con preparación, con maestría e inteligencia. Los señores
no estaban por la labor de que una mujer fuera a venir a decirles
cómo debían ser y estar las habitaciones de sus pacientes ni cómo
debían ser cuidados, pero una mujer, Florencia Nightingale, supo
poner a cada cual en su lugar: “sólo la naturaleza cura y la
enfermería ha de colocar al paciente en las mejores condiciones
posibles para que la naturaleza actúe sobre él”, fue su sentencia
más conocida. Y así, sus importantes estudios y aportes a la
organización clínica y el control del medio ambiente sanitario,
tuvieron una trascendental repercusión en el Reino Unido y sus
colonias, y más tarde en el resto del mundo.
Ella,
abrió la senda que luego han venido transitando miles de mujeres,
que han podido desarrollarse y mejorar el mundo con decisión y
justicia.
Es
España uno de los países donde menos se reconoce su gran figura.
Valga como mera anécdota cuando Robert de Niro la cita en la comedia
“Los padres de ella”, una gran broma para casi todo el mundo,
incomprendida aquí. Mientras, sigue siendo inspiración para grandes
poetas, motivo de esculturas, billetes, sellos, películas, museos,
parques, calles, instituciones, novelas, series de televisión y
radio; y es citada de forma natural en las conversaciones.
Lo
dicho, como enfermera y estadística, como mujer, hoy 8 de marzo,
bien valía resaltar aquí su figura. Feliz Día.
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