En
estos tiempos oscuros que estamos viviendo, desde nuestro
confinamiento casero podríamos escribir ríos de tinta, guiados por
la indignación, de la gestión de la crisis del coronavirus, de la
carroñera extrema derecha y de la derecha más extrema que en vez de
arrimar el hombro solo quiere sacar rédito político, de la
insolidaridad de los países del norte de la Unión Europea que están
impidiendo mutualizar la respuesta económica a esta pandemia, por
las mentiras e insultos de algunos de nuestros gestores, de los
injustos recortes a la Sanidad Pública…, por tantas y tantas
cosas. Sería fácil, muy fácil, pero lo dejaremos para otro
momento, para cuando el huracán haya quedado atrás.
Hoy
toca un “chute” de esperanza y optimismo, de pensar que pronto
saldremos de esta pesadilla transformados en personas mejores, más
fuertes y solidarias. En las calles los charcos nos están esperando
para que los pisemos, nuestros amigos están ansiosos de grandes
abrazos reales y de largas conversaciones, nuestros mayores aguardan
con ansiedad nuestras manos y caricias…, tantas cosas sencillas que
estamos añorando poder realizar, nos están esperando.
Ya
todo no será igual. El pico de la curva de nuestras vidas está en
su punto de inflexión, esta llamada de atención podremos
transformarla en una oportunidad para agradecer, de reconocer las
aportaciones de los demás. De darles gracias infinitas a nuestros
sanitarios y sanitarias, de valorar, entre otras muchas acciones, a
esos médicos cubanos que dejando atrás su isla bloqueada están
llegando a Europa para echarnos una mano, de aplaudir a China
porque está empezando a ayudar a los demás países a salir de la
crisis del coronavirus, a enviar especialistas, medios y experiencia.
Pero
además de agradecer los esfuerzos a tanta gente, sobre todo a esos
héroes anónimos, esta nube negra debe ser una oportunidad para
crecer colectivamente en otra escala de valores. Es imprescindible
cambiar las correlaciones de fuerzas dentro de los Estados,
eliminando la excesiva influencia de unos intereses particulares que
obstaculizan el bien común, es el momento de poner las bases para
que en nuestras escuelas se eduque para la solidaridad, la
cooperación y la justicia social; será la hora de evidenciar el
fracaso de ese modelo que defienden los de arriba, provocando, como
bien dice el periodista argentino Walter C. Medina, una toma de
conciencia global que termine por erradicar de una puñetera vez y
para siempre esa atrocidad llamada capitalismo. El ejercicio de
nuestros avances sociales no provoca gastos inútiles, son derechos
intocables que deben estar fuera de las leyes de este maldito
mercado.
Dejemos
olvidados en el rincón del ostracismo a especuladores,
manipuladores, sensacionalistas, ventajistas y apóstoles del odio
que nada nos aportan. Avancemos unidos con la esperanza de que
muy
pronto saldremos a caminar por los parques y alamedas, pero nuestro
andar será más despacio, más cercano, más humilde, más humano.
Aprovechemos esta oportunidad para crecer.
¡Resistiremos
y ganaremos!
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