domingo, 8 de noviembre de 2020

LA LIBERTAD EN LOS TIEMPOS DEL CORONAVIRUS


Hay dos conceptos de libertad.

 

Uno procede de la Ilustración y adquiere rango legal con la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789: “La libertad consiste en poder hacer todo aquello que no dañe a un tercero.” Así de simple. Nuestros actos no pueden perjudicar de ningún modo a los demás. Por otro lado, la libertad por sí sola no es suficiente para alcanzar la plenitud individual y colectiva. Es necesario referenciarla a otros dos valores (la igualdad y la fraternidad) para que realmente cobre sentido. Es decir, somos libres solo entre iguales. Somos libres solo cuando los demás también son libres y todas las personas (independientemente de la raza, el sexo, el origen…) nos percibimos como hermanas y obramos en consecuencia. Esta tradición intelectual dio lugar, por ejemplo, al pensamiento republicano y al humanismo socialista, y, en cierto modo, está presente en todas las causas justas (feminismo, ecologismo, anticolonialismo, LGTB…) que hoy día siguen abiertas.

 

La otra forma de concebir la libertad proviene más o menos de la misma época. Por aquel entonces, un tal Adam Smith afirma que los individuos son esencialmente egoístas y solo actúan en “su propio beneficio” (“el suyo beneficio”, que diría M. Rajoy). Por eso, para no contradecir la naturaleza humana, las instituciones políticas deben “dejar hacer” y limitarse a garantizar la propiedad privada. A todo ello se suma, un poco después, la publicación de la teoría evolucionista de Darwin, que algunos trasladan automáticamente a las sociedades humanas. Y de esa explosiva combinación surge la tormenta perfecta: la legitimación del enriquecimiento personal a cualquier precio y de la explotación del hombre por el hombre como un proceso normal en el marco de la evolución de nuestra especie. O sea, partiendo de esos principios, los empresarios, en el siglo XIX, eran libres de contratar obreros para trabajar doce horas por un sueldo miserable que apenas les daba para sobrevivir; y si se trataba de obreras, eran libres de pagarles la mitad que a sus compañeros. A su vez, los estados de la época eran libres de masacrar continentes enteros en libre competencia con el resto de naciones civilizadas. La desigualdad, la pobreza, el sufrimiento, el saqueo, el genocidio… no serían más que “efectos colaterales” de la libertad y el progreso.

 

Pues bien, cuando los manifestantes de extrema derecha gritan “libertad” en sus concentraciones negacionistas, lo hacen en este último sentido. Para ellos la libertad es el derecho de obtener satisfacción personal a costa de lo que sea: la salud, el bienestar e incluso la vida de los demás. Es la libertad del señorito para pagarles cuatro perras a los temporeros y dejarlos tirados sin alojamiento. Es la libertad de la señorona para humillar a su personal de servicio por una mota de polvo. Es la libertad del abusón para extorsionar a su antojo a sus compañeros y compañeras de clase. Es la libertad del supuesto machote para apalear homosexuales, lesbianas, personas trans… Es la libertad del cobarde para ensañarse con los niños y niñas no acompañados. Es la libertad de ciertos miembros de la familia real para tirar de tarjetas black y vivir como zánganos. Es la libertad de las grandes corporaciones para deslocalizar sus empresas y llevarlas a países donde puedan pagar salarios de mierda, no exista legislación medioambiental y los sindicatos estén prohibidos. Es la libertad de la industria armamentística para vender muerte a gobiernos tiránicos por un módico precio…

 

En fin, vivimos tiempos de dolor e incertidumbre. Nos encontramos profundamente desorientados. Las ideologías no siempre nos resuelven. Los partidos políticos frecuentemente nos decepcionan. La ciudadanía está más desmovilizada que nunca. Pero no cabe duda de que tendremos que optar entre los dos modelos de libertad que aquí hemos referido. Nos va la vida en ello. Hoy ya sabemos que Trump ha sido derrotado en las urnas. Estamos contentísimos, pero tras la esquina siguen acechando “la noche y la niebla”. No será que no lo advertimos.


@CPuenteMadera



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