La semana que termina nos ha traído otro triste capítulo sobre la inviolabilidad de la monarquía, y como una mayoría parlamentaria (PSOE, PP y Vox) ha rechazado en la Mesa del Congreso de los Diputados que se pueda evaluar el funcionamiento de las instituciones, incluida la Casa Real. Es incomprensible e inasumible que la Jefatura del Estado pueda ser utilizada para realizar actividades ilícitas y que no exista la posibilidad de investigar y juzgar esas actividades por los representantes de la voluntad popular.
Estamos ante una institución monárquica nunca refrendada por el pueblo, en la que la realeza, ya sea en activo o sea un emérito fugado, ungida con la inviolabilidad y con la cortina de no ser responsable político de nada, es un principio atávico y medieval que debiera figurar, junto con el hacha de bronce, en ese museo de las antigüedades políticas que imaginaba Engels.
La monarquía española se está autodestruyendo. Por el camino que han tomado no les hace falta mucha oposición. Ellos lo están haciendo muy bien, solitos. A ver cuántos escándalos más tienen que aflorar para que se derrumbe el castillo de naipes de la Zarzuela. Quizás lo que falta es un empujón.
No queremos hacer un “spoiler” y destripar lo que dirá “el preparao”, pero todo indica que los folios del discurso real de Nochebuena están ya cocinados y pasados por el horno de la calle Ferraz. El ciudadano Felipe ha tenido que sudar tinta para escribir algo que pueda seguir engañando a la mayoría de la ciudadanía. ¿Nos preguntamos qué clase de alocución puede dar el monarca este año? Cuñado en la cárcel, padre fugado, con todos sus delitos al descubierto, toda la familia hasta las cejas con las tarjetas black, él callando ante todo esto y ante las amenazas golpistas y asesinas de cientos de militares. El ansia viva nos invade por conocer lo que nos contará este muchacho.
No olvidamos que la particular restitución de los borbones fue una iniciativa de Franco, y que la monarquía es uno de los últimos vestigios del régimen dictatorial. Este país ha sido gobernado por una élite postfranquista, donde la Justicia, infectada de este mal antidemocrático, es su fiel apoyo, y que solo se aguanta por la permanencia de la monarquía, … Si ella cae, cae todo el tinglado del facherío patrio que nos rodea, y esto no lo pueden permitir.
No nos creemos que el sexto de los Felipes no supiera nada de las presuntas golferías de su padre. Era la comidilla en cualquier reunión de alta política, lo sabían la mayoría de los periodistas, muchos jueces y magistrados, de modo que alegar ignorancia por su parte es una desfachatez. La historia de esta familia es de todos sabida, una dinastía perniciosa que ha encumbrado la corrupción como costumbre de las élites y que ha propiciado ese centro extractivo que esquilma la riqueza de los ciudadanos y ciudadanas de este país.
Aunque nos quieran despistar con Otegui, ERC o con el “procés” catalán, negarse a una investigación de las tropelías del rey emérito es dar cobertura a la corrupción y al saqueo organizado. Es cierto que las prioridades de ahora son acabar con la pandemia y reflotar la economía, pero no queremos olvidar que es un acto de supervivencia democrática acabar con la monarquía e iniciar un proceso constituyente de renovación total.
Lo mismo dentro de unos días el monarca nos da una tremenda sorpresa, propiciándonos una verdadera noche buena, aprovechando su discursito para renunciar a la corona, despedirse y anunciar que se marcha con su papá a un lejano rincón del planeta. Pero pisemos tierra, bebamos el elixir de la realidad. Nos esperan muchas palabras bonitas, frases manoseadas, desgastadas sin ningún crédito, sin referencias a las víctimas de la violencia machista, sin hablar de la pobreza infantil, ni una sola palabra sobre la inmigración, olvidando decir algo sobre la lacra de los cientos de desahucios que se producen en España y sin proclamar, ni por asomo, que pone su cargo a disposición del pueblo. Mientras tanto, la inviolabilidad será algo incomprensible que algunos intentan perpetuar.
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