El ectoplasmómetro marcaba una actividad inusitada en LG PIÑEIRO 33 15076A00600005 15168 Sada nc 001800100NJ50B0001HR. No podían dejar pasar aquella oportunidad y los cazafantasmas, allá que fueron. Se quedaron sorprendidos cuando vieron que se hallaban frente a aquellas reconocibles Torres (del Pazo) de Meirás. Con sigilo y sus dispositivos que todo lo captaban, comenzaron la observación.
Los salones eran inmensos y todo estaba cubierto con sábanas, lo que podría mimetizar la presencia de algunos fantasmas. Cerraban las puertas la familia Franco mientras se les oía jurar entre dientes: “cualquiera, cualquiera podría entrar ahora aquí… rojos, dictadores venezolanos, masones, dictadores venezolanos, bolcheviques, dictadores venezolanos...! ¡cualquiera!” y abandonaban el lugar para siempre con un aparatoso portazo y grandes bultos bajo las ropas, pareciendo esconder hasta donde las fuerzas les daban. Y es que era ya oficial, desde el 10 de diciembre, aquello dejó de ser propiedad de la familia Franco y pasó a ser patrimonio del Estado, de todos y todas.
Siguieron observando las dependencias, y ahora ya sí, comenzó todo un desfile de fantasmas. Arriba, Doña Emilia, escribía y escribía en la Torre de la Quimera, rodeada de su hermosa biblioteca, y sin reparar en que el nombre que puso a aquella torre era un presagio de lo que supondría para todo un país la devolución de aquellos bienes.
Pero de pronto, un espantoso hedor inundó todo. Nuestros amigos cazafantasmas repararon en que los espíritus no huelen como el cuerpo humano, sino que su olor es el que trasmite su alma. Parecía el fantasma de un niño hasta que habló, y su voz de pito le delató. Paco andaba enloquecido de un lado a otro, intentando hacer maletas: “aquí no habrá quien pare, y como empiecen a llegar espíritus y fantasmas de los miles y miles a los que me quité de en medio… ¡uy que miedo!... Carmen, Carmen, vamos, recoge que nos vamos”. Entonces, una sábana de seda con grandes collares apareció en escena para sentenciar: “Mira que yo no me voy sin llevarme las estatuas del Pórtico de la Gloria, con lo que me costó que me las regalaran… que podría haber sido a cualquier ciudadano español, pero qué suerte que me eligieron precisamente a mí para regalarlas”.
Y fue en esas cuando entraba a caballo un nuevo fantasma gritando “¡Santiago y cierra España!”. El hedor era ya insufrible. Pensaron que lo mismo el caballo había hecho sus necesidades, pero no. Al verle la cara pensaron, pero este, ¿no está vivo? y pronto cayeron en que a fantasma pocos podían ganarle, y a veces también los vivos se convierten en espíritus, y el tipo en cuestión no se iba a perder el espectáculo; y hablaba y hablaba del Cid, de Pelayo, de... y fue entonces que otra sábana con una corona encima entró y le dijo ¿por qué no te callas? ¡Uy perdón! La costumbre Santi. Esto siempre ha sido muy tranquilo… ¡pues anda que no he cerrado yo aquí negocietes, y ya como picadero ni te cuento… y con un cajero ahí cerquita! Es que como no sé si venir al país en persona o no, me he dicho, voy a pasear este ectoplasma y así no me pierdo la despedida, que para eso fui nombrado por el dedo de Paco y luego creé el título de Señorío de Meirás”.
Y de pronto pudieron observar cómo toda esta familia y allegados se iban disolviendo y comenzaban a llegar todos esos espíritus a los que Paco tanto temía, de cementerios y de cunetas, por miles. Y con el día, españoles y españolas podrían visitar el lugar, sabiendo ahora sí que aquello estaba en manos de sus verdaderos dueños. Y Doña Emilia, notó cómo ahora se podría trabajar en un ambiente maravillosamente perfumado.
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