No, no volveremos a dar las cifras de la Salud mental que en estos días se pueden ver en cualquier medio de comunicación. ¿Indignantes verdad?
Solo una persona ruin, alguien que se desenvuelva en un ambiente miserable, puede ser capaz de gritar “¡Vete al médico!” cuando se habla en uno de los lugares donde se tiene la responsabilidad de poner arreglo a algo tan trascendente y depauperado como la salud Mental. Luego lo de siempre, disculpas forzadas con la boca lo más pequeña posible, banalizando y sin reconocer absolutamente nada. La lista de agravios de este tipo, que de manera pertinaz llegan una y otra vez desde el mismo sitio, sería casi interminable.
Pero vayamos a lo que importa: ¿Realmente es tan mala la salud de la salud mental en España?... Si las cifras de la proporción de enfermeras que hay en nuestro país es ya un escándalo, no le va a la zaga, por ejemplo, el número de psicólogos. La ineficacia y la ineficiencia de los responsables que se van sucediendo en gobiernos centrales y autonómicos, su continuo poner parches doblegándose a los intereses corporativos de aquellos a quienes se les ha dado el mango de la sartén, la falta de una (legislada) implicación y vigilancia real de la población sobre la salud de su propia comunidad, entre otras cosas, nos ha llevado a esto.
Disponemos de menos de seis psicólogos por cada 100.000 habitantes, mientras que en la UE hay de media 18 ¡el triple! Todo, en un país donde diariamente se suicidan unas diez personas y se refieren otros 200 intentos, aunque eso sí, tan solo 9 comunidades dispongan de planes concretos para su prevención. La COVID no ayuda y las mujeres son quienes más están sufriendo las consecuencias. Las enfermeras especialistas en salud mental (invertimos en formarlas para luego no crear los necesarios puestos de trabajo o no reconocerlos con dicha especialidad), psiquiatras y psicólogos, lo dicen: no pueden más, no dan abasto.
Quienes más tienen pagan uno privado, lo que hace que haya políticos a los que el tema no les preocupe demasiado, aquellos para quienes trabajan no tienen problemas. Otros lo hacen con un grave esfuerzo para su economía, y la mayoría no puede permitirse la atención que deberían tener. En un país que bate récords en medicación, las cifras de afectados y afectadas, al alcance de cualquiera, son escalofriantes. La única posibilidad de normalizar esto, es la decisión política de apostar por la prevención, por abordar con decisión la dotación de la salud comunitaria (lo viene diciendo desde hace años la Confederación de Salud Mental de España) … pero claro, ya sabemos que esto hay a quienes no interesa. Otros, se limitan a parchear, pero la balsa tiene ya demasiados agujeros. La COVID ha acelerado y evidenciado lo que era un clamor. La OMS sigue dando señales de alerta e indicando el camino, pero no hay voluntad, y en lo concreto, los testimonios particulares nos redirigen una y otra vez al drama.
Nos estamos centrando en prevención y cura profesional, pero no en la prevención social, la principal. Es cierto que no todo se arregla con más profesionales, habría que ir a la causa de muchos de los problemas: paro, situación laboral inestable, economía, vivienda, pérdida de derechos,… Sin duda, en ese frente la justicia social también tiene mucho que decir. Hay quien afirma que la salud mental tiene más que ver con el código postal que con el código genético.
En cualquier caso, hoy toca pedir(nos) a la población implicación con la salud de la comunidad, y a los responsables a quienes les quede algo de sensibilidad, que desoigan a aquellos que solo defienden los intereses de unos cuantos y se pongan a trabajar ¡ya! por recuperar y mejorar una red de Atención Primaria de salud en la que se enmarque el desarrollo de la Salud Mental, así como la adecuada atención especializada.
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