Artículo
publicado en el diario La Verdad (Edición Albacete). 19/01/2012
Es un hecho que nos afecta por
igual tanto a usted como a mí. Aunque no lo crea, a usted, como lector, y a mí,
como periodista, nos concierne de la misma forma, quizá con distinta
intensidad, que este oficio basado en informarle, entretenerle y estimular su
pensamiento como parte inexorable de la opinión pública —y al que llamamos
“periodismo”— vea incrementada con la crisis su idiosincrásica decadencia.
Porque, pese a que cueste creerlo, su personalidad, como la de todos, se ve
influenciada cada día por lo que escucha, ve o lee en los medios de
comunicación y es esa personalidad, sumada a la colectividad de un país, la que
cambia el color de los gobiernos, la que impide o ignora las injusticias y la
que determina la libertad.
Demasiado escuchamos en estos
tiempos tan necesitados de periodismo aquello de que “con cada medio que cierra,
un país pierde un trocito de libertad”. Sucedió con el canal de noticias CNN plus, en los últimos días de 2010, y
volvió a ocurrir con el diario gratuito ADN,
el pasado 23 de diciembre. La crisis económica terminó por empujar al cierre a
dos empresas periodísticas de ámbito nacional, humilde hacienda y débil
audiencia, pero de un gran valor social. Del mismo modo que ambas cumplían con
el derecho ciudadano a ser informado a cualquier hora y de manera gratuita,
pero sin por ello perder un ápice de calidad y rigurosidad en los contenidos,
tanto CNN plus como ADN cumplían además con el derecho
constitucional de ser “garantía de la opinión pública libremente formada,
indisolublemente ligada al pluralismo político”. En un momento en el que en los
quioscos, la televisión, la radio e internet encontramos un severo
desequilibrio entre medios de comunicación conservadores y progresistas —a
favor de los primeros—, ambos medios ya desaparecidos propiciaban más si cabe
el cumplimiento explícito de ese artículo 20.1 de la Constitución de 1978.
Porque si la sociedad es plural y
así lo reivindica la composición del actual arco parlamentario, ¿cómo es que la
mayoría absoluta de diarios afines a los postulados del Partido Popular supera
ponderadamente incluso a la mayoría del PP en el Congreso? La respuesta está en
la economía y quien dispone de ella para gestionar empresas periodísticas que,
por lo general, ya generaban más pérdidas que ingresos antes de la crisis. El
último ejemplo lo tenemos en el diario Público.
Un periódico surgido para ocupar el déficit de prensa crítica a gobiernos de la
derecha, que defendiera los ideales de una juventud que no conoció el
franquismo, ni la transición; y que hoy lucha por su supervivencia, inmerso en
un concurso de acreedores. Sin este diario de tirada nacional, como ya sucede
sin CNN Plus y sin ADN, poco se respetará la máxima de
abogar por el pluralismo que exige la Carta Magna, y la profesión de informar
arrastrará, más si cabe, el lastre de no
dirigirse al ciudadano, sino al consumidor de una línea editorial concreta.
Es en la voluntad democrática de
evitarlo, cuando entran en juego las radios y televisiones públicas. Son éstas
las que deben imponer el ejemplo de medios de comunicación neutrales, garantes
de la pluralidad y por tanto respetuosos con cada una de las condiciones humanas,
sociales e ideológicas de la población a la que pertenecen. Así viene ejerciéndolo
en los últimos años, en mi opinión, el ente de Radio Televisión Española, y así debería aplicarse en todas las
radio-televisiones autonómicas. Éstas, entre las que no se escapa la de
Castilla-La Mancha —pese a su cambio de imagen—, son, por el contrario, el
reflejo del medio de comunicación manipulado por el gobierno de turno y
financiado por el contribuyente. Todo un elemento de propaganda, en busca del
pensamiento único, y en definitiva contrario al objetivo al que alude la
Constitución. Objetivo —la libertad, al fin y al cabo— del que poco a poco nos
alejamos cuando un CNN plus y un ADN cierra, y un Público entra en concurso de acreedores.
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