sábado, 6 de agosto de 2016

PURO TEATRO



El panorama político de nuestro país está complicado, apasionante y tan subido de tono que los estudiosos del cambio climático ya tienen otro elemento más que justifique este calentamiento global.

La inacabada investidura de Mariano Rajoy está siendo el culebrón de este verano, donde la mayoría de españoles no sabe en qué puede quedar esta operación para nombrar al jefe del ejecutivo. Desde lejos se ve difícil salida y lo mismo la flacidez de algunos puede provocar una “investiblanda”, con la hipotética formación de un gobierno débil y sin apoyos parlamentarios para seguir aprobando e implementando unas leyes regresivas, que muy poca gente desea.

Nosotros pensamos que todo es mucho más fácil, que flota en el aire un ambiente, un olor a postureo, a representación teatral, con cinco personajes que van desgranando día a día su inefable papel. Es teatro programado, puro teatro de enredo para entretener y confundir a los sufridos espectadores, con un final cuasi previsible y no deseado por muchos. La acción de esta tragicomedia inacabada, transcurre en nuestros días. El primer acto se desarrolla a finales del año 2015 y, el segundo, en el tórrido verano de 2016. Decimos que es una obra inacabada porque cabe la posibilidad de escribir una apoteósica tercera parte que se centre en la navidad de 2016. Nuestros personajes deambulan como sonámbulos con sonrisa fingida entre el Palacio de la Zarzuela, el Congreso de los Diputados y las sedes de los partidos políticos (se incluye también la que se reformó con dinero negro en la madrileña calle Génova). Entre consultas, propuestas de humo, apretones de manos, cobras, abstenciones técnicas, escuchas activas, un no es un no y un posible gobierno alternativo de progreso se centran las discusiones de los protagonistas.

¡Menudos actores políticos tenemos en escena! El rey impuesto, que con su infalible dedo designa al que quiere se haga con las riendas de la cosa. Mariano, el elegido, el que “no sabe nada de los pestilentes olores de su casa”, al que en principio nadie apoya. Albert, el voluble, el que cambia su no por una abstención técnica, el que achica agua para que no se ahogue el régimen; Pedro, el opositor incansable, observado con lupa y fustigado por los suyos para que sea “responsable” y facilite la tarea al elegido. Y por último Pablo, el rechazado, el marginado por el miedo al necesario cambio social, la esperanza con coleta de un sorpasso fallido, agazapado por si surge la posibilidad de apoyar otra investidura alternativa.

En esta representación teatral también hay un coro de apuntadores para que Pedro cambie su guión, son la derecha socialista con González a la cabeza. Son unos glosadores que han salido de sus sarcófagos de oro para tutelar que el giro sea siempre a estribor.

Mientras tanto, en el patio de butacas, a los espectadores fieles votantes socialistas les da una cosica ver a Albert, la gran apuesta de acuerdo de Pedro Sánchez desarrollado en el primer acto, loquico perdido porque gobierne Mariano. Es como cuando un ex o una ex se hacen íntimos de tu enemigo, después de tantas conversaciones poniéndole a parir.

El final previsible de este teatro está más que cantado. Mariano obtendrá el apoyo de esa "organización criminal", de los suyos, y de los azules anaranjados que después de la escucha activa darán un gran sí, a cambio de los, en otro momento, denostados sillones. Y Pedro ¿qué hará al final del segundo acto?, Pues, si nadie lo remedia, hará caso a sus apuntadores, a la derecha socialista, al IBEX35, a la derecha mediática y se abstendrá para facilitar el desgobierno a la mafia corrupta, con 20 millones de demócratas en contra.

Todo lo anterior es puro teatro, ficción, un juego de tronos a la española. Pero para finalizar nos centraremos en la realidad, donde unas terceras elecciones saldrían más baratas que otros cuatro años de saqueo del PP, que si accede a gobernar, una vez tomado el poder, seguiría repartiendo riqueza y prebendas entre una minoritaria élite, y miseria, pobreza, desdicha y sufrimiento entre la mayoría social. ¿Sería un fracaso? Ni mucho menos, pues hay vida mucho más digna si se celebraran otras elecciones que asumir la putrefacción.

Es imprescindible cambiar la deriva de este país saqueado material y psicológicamente por estos bárbaros, han logrado que un gran numero de ciudadanos y ciudadanas asuman y callen todas las tropelías de estos fieles seguidores de Bilderberg y la Troika. Sí, es apremiante dejar atrás a este partido que no quiere llamar derecho a un derecho, no quiere llamar matrimonio a un matrimonio, no quiere llamar imputado a un imputado, pero quiere llamar trabajo a cualquier basura.

Nosotros ni olvidamos, ni perdonamos. No perdemos la esperanza. Es posible conseguir un gobierno alternativo de progreso, condenando al ostracismo a Don Tancredo, junto a la derecha más rancia de este país. Si eso no fuera posible, el tercer acto estaría por escribir con un final abierto, participativo, ilusionante, más cercano, …


Teatro, lo de esta gente es puro teatro. Falsedad bien ensayada, estudiado simulacro...”







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