En la tarde del pasado martes, 30 de agosto, el
candidato Rajoy nos regaló un soporífero discurso de investidura de
80 minutos, plagado de “logros” macroeconómicos, presentándose
como la
única solución de gobierno frente a cualquier
“aventura del radicalismo”, desgranando algunas de las medidas
(de difícil digestión e implementación) de su pacto con C´s ,
todo ello bajo el mantra permanente de que, sin un gobierno
“estable”, la economía podía empeorar. Mariano Rajoy en un tono
displicente, retador con los nacionalistas catalanes, olvidándose de
la mayoría de los españoles que lo están pasando muy mal, intentó
conseguir, con
poca fe y convencimiento, la confianza de la
mayoría de los diputados y diputadas.
Las réplicas y contrarréplicas de los diferentes
líderes parlamentarios se sucedieron a lo largo del miércoles,
vislumbrándose pronto, bajo la influencia del fantasma de unas
terceras elecciones, que en la primera votación no lograría Mariano
sacar adelante su investidura. Algo que se plasmó en cifras a última
hora de la tarde: 170 votos a favor del candidato, frente a 180 votos
en contra. Este resultado se repitió con total exactitud en la
segunda votación celebrada el pasado viernes, con lo que se daba por
finalizada la
investidura fallida del jefe de la
“organización criminal” que nos está gobernando en estos
últimos cinco años, y que desea seguir haciéndolo con una segunda
etapa de recortes, austericidios y dislates.
Seguimos sin gobierno, el bloqueo sigue su curso. La
cuenta atrás, que nos puede llevar a una tercera cita electoral, ha
empezado a dar sus primeros pasos. Nosotros no deseamos volver a las
urnas el próximo mes de diciembre, pero si somos sinceros, no
tenemos miedo a terceras elecciones, tenemos más miedo a más
desigualdad, más déficit, más
corrupción, menos derechos y a un gobierno que
da la espalda a los problemas de la mayor parte de la ciudadanía. A
eso sí le tenemos verdadero pánico.
Después de este capítulo de frustración para
Rajoy y el PP, toca dar un vuelco a la situación. Es el momento de
buscar un
gobierno alternativo de progreso, algo que es
de una manifiesta complejidad, pero que hay que intentarlo con uñas
y dientes, porque son tantas las necesidades de la mayoría de la
población que hay que satisfacer, que no se puede tirar la toalla
por anticipado. Es el tiempo de romper con un régimen que ha
legalizado la corrupción y la injusticia.
Cerremos el quinquenio oscuro del PP, abramos mentes y corazones para
construir un gobierno de cambio.
Nos ha sorprendido gratamente la
firmeza y coraje de Pedro Sánchez, manteniendo
hasta el último momento su “no es no” al candidato Rajoy, frente
a las presiones procedentes de algunos barones y de los sarcófagos
de la derecha socialista. Bien por el señor Sánchez. Pero resulta
insuficiente para seguir avanzando. Ahora toca mojarse, remangarse,
ser valientes, ser
parte de la solución y comenzar un diálogo
sincero con otras fuerzas políticas que puedan facilitar una
alternativa de progreso.
Hay muchos recelos en el PSOE para pactar con Unidos
Podemos (UP). El problema no es la consulta catalana, lo que teme el
partido socialista es que UP le coma la tostada, le recorte terreno,
que le dispute su posición “hegemónica” de la izquierda
española. Por primera vez hay un nuevo partido que disputa
con la dirección de la calle Ferraz el mismo
espacio electoral, la verdadera izquierda, pero los cuadros del PSOE
se resisten a reconocer a Unidos Podemos como un igual, no se dan
cuenta que UP no es ninguna fuerza subalterna. Pedro Sánchez debe
olvidarse de las reiteradas presiones
de la oligarquía mediática, aparcar sus
intereses de partido, poner por delante un programa de gobierno, con
Unidos Podemos y otros partidos, que erradique la corrupción. la
desigualdad, las bolsas de pobreza y marginación de este país,
dejando a un lado miedos,
agravios, envidias y malos rollos.
Ha llegado el momento de construir conjuntamente esa
ansiada alternativa, hay que intentarlo. Las
dificultades no deben asustarnos, el reto es de tal enjundia que
merece la pena trabajar desde la izquierda por un gobierno distinto.
¡A cabalgar, a cabalgar...hasta enterrarlos en el mar!
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