sábado, 24 de septiembre de 2016

LO PEOR DE LA LOMCE



Hace poco más de una semana empezaba el nuevo curso. En Castilla-La Mancha prácticamente no ha cambiado nada (mismas ratios, mismos horarios lectivos, mismos distritos únicos, mismos ahogos económicos para los centros, mismo (o peor) ninguneo al profesorado interino, plantillas que a este ritmo de crecimiento no se recuperarán hasta dentro de unos quince años…). O sea, que para este viaje casi no hacen falta alforjas. Pero además, por si fuera poco, ha terminado de implantarse la LOMCE. Cómo será el engendro, que el ministro que lo perpetró ha optado por huir de España (a un chalecito de lujo que le ha puesto Rajoy en París con dinero público, eso sí).

Lo peor de la LOMCE no son las reválidas, aunque muchos chavales, probablemente los de extracción social más humilde, se queden por el camino y no alcancen sus objetivos.

Lo peor de la LOMCE no es que al final de 3º de ESO se obligue a los alumnos a decidir entre una formación laboral o una formación académica, aunque está claro que determinar el futuro de una persona con tan sólo 14 años es una aberración no sólo pedagógica, sino también humana.

Lo peor de la LOMCE no es el aumento desproporcionado de los contenidos, aunque está claro que eso provocará el fracaso de los alumnos que vivan en entornos sociales menos estimulantes o con menos recursos para apoyarlos mediante clases particulares.

Lo peor de la LOMCE no es que los directores puedan ser designados “a dedo” por la administración y que los consejos escolares se hayan convertido en órganos meramente consultivos, aunque eso haga saltar por los aires la democracia escolar que tanto esfuerzo, tantas manifestaciones y tantos sacrificios costó conseguir.

Lo peor de la LOMCE no es que suprima la Educación para la Ciudadanía, arrincone la Filosofía y encumbre la Religión, aunque no cabe duda de que el fin último de la educación debe ser fomentar la libertad de pensamiento frente a los dogmas y las doctrinas.

Lo peor de la LOMCE no es que multiplique hasta extremos kafkianos los procedimientos de evaluación y calificación, aunque el profesorado tenga que invertir horas y horas en tareas burocráticas que le impiden dedicarse a lo que realmente importa: preparar sus clases, revisar el trabajo de sus alumnos, proporcionarles recursos para que progresen….

Lo peor de la LOMCE no es que obligue a programar por competencias (del verbo competir), aunque eso convierta a los alumnos en responsables de su fracaso (por incompetentes).

Lo peor de la LOMCE no es que estandarice el conocimiento, aunque eso suponga estandarizar también a las personas.

Lo peor de LOMCE no es que establezca la obligación de elaborar rankings de centros por resultados académicos, igual que se hace con las empresas, aunque eso convierta el trabajo escolar en una especie de liga o competición en la que, probablemente, ganarán los ricos y perderán los pobres, como suele ocurrir en todas las ligas del mundo.

Lo peor de la LOMCE no es que beneficie descaradamente a los colegios privados y privados concertados (incluso a los que separan a niños y niñas, como en tiempos de Franco), aunque sea a costa de empobrecer a los centros públicos.

No, lo peor de la LOMCE no es ninguna de estas cosas tomadas aisladamente, por muy dañinas que cada una de ellas resulte. Lo peor es que todo forma parte de un plan que pretende inyectar en la médula de nuestro sistema educativo un modelo socialmente segregador, políticamente autoritario y económicamente neoliberal. Y ese es el modelo del PP, es el modelo de la nueva derecha europea y es el modelo de los grandes poderes económicos que están reventando el planeta por todas las costuras.

Por eso, porque la LOMCE es mucho peor de lo que a simple vista parece, a veces nos cuesta entender que muchas familias sólo se preocupen por la factura de los libros, que algunos alumnos sólo se indignen cuando oyen hablar de reválidas o que una gran parte del profesorado sufra la LOMCE en silencio como si fuera una simple almorrana.








1 comentario:

  1. Felicidades, compañeros. No se puede resumir mejor, ni expresarse con más claridad.

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