Un pequeño respiro. Aunque las
encuestas previas daban como vencedor en las elecciones holandesas al
ultraderechista PVV, el pasado 15M se
frenó el triunfo del xenófobo Wilders. Pero a pesar de todo, nos preocupa
mucho que este partido neofascista sea la segunda fuerza política en este país,
con más de un 13% de votos. La “bestia” sigue ahí. La ultraderecha sigue preparando
su expansión.
Es un auténtico espectro que
recorre nuestro continente. La austeridad, el capitalismo salvaje y el
neoliberalismo han incubado el huevo de la serpiente, los partidos xenófobos y
ultraderechistas han crecido para una Europa que creía que había dejado atrás el drama del fascismo.
La historia se repite, cambia la fisonomía de los paisajes, pero sus posturas
ideológicas suenan semejantes tanto en los pequeños pueblos de pescadores
holandeses, en la campiña flamenca belga, en la llanura manchega, en los valles
suizos o en barrios periféricos de Finlandia, así como en el Este de Europa. La
“bestia” sigue avanzando con su ideología favorable a la desigualdad y la
exclusión.
La ultraderecha ha permanecido
agazapada y desde finales del pasado siglo está dando dentelladas destructoras
que a muchos nos preocupan. Nunca desapareció del todo de la psicología social,
porque se le venció militarmente pero no intelectualmente, y ha permanecido
enclaustrada en unas sociedades decadentes falsamente democráticas a la espera
de la gran crisis, como gran causa impulsora, que la ha desatado. La extrema
derecha puso ya una vez a Europa al borde de la destrucción, no podemos
permitir que esta plaga siga extendiéndose a nuestro alrededor. Debemos evitar la
gangrena de los valores cívicos por los
valores del odio, pero al mismo tiempo no olvidando que la extrema derecha
también ha resurgido como voto de castigo a la política tradicional. Estos
falsos patriotas, que están teniendo respaldo en las urnas, no son antisistema,
ni mucho menos, al contrario, es el plan B autoritario del sistema capitalista
que nos ahoga.
Y ante este tétrico panorama,
nos asalta un gran interrogante. ¿Estamos en una situación en la que, sobre
algunos temas: inmigración, preferencia nacional, islamofobia, civilización
europea, reivindicación de la gente que trabaja frente a la que es asistida por
el Estado, fronteras externas e internas de la Unión Europea, restricciones al
derecho de desplazamiento en el interior de la Unión... la derecha clásica y la
extrema derecha van
a hacer piña?, ¿van a encontrar un terreno de colaboración político,
ideológico e institucional?
En esta variada ultraderecha
europea, sus dirigentes suelen ocultar una juventud fascista, su discurso no se
apoya en lo ideológico sino en lo identitario y en dar respuestas sencillas a
una ciudadanía desamparada y miedosa, que se siente social y económicamente
vulnerable, que teme al futuro, y a la que los partidos clásicos no tienen nada
que ofrecer. Es lamentable constatar que la izquierda europea está envejecida y
con escasa representatividad, así como la
socialdemocracia que, por no perder votos, perdió principios. El resultado
es que perdieron los votos, los principios y están perdiendo los gobiernos.
Cuando comparamos esta realidad
del llamado «viejo continente» que alguna vez fue progresista
y de avanzada respecto de los derechos sociales, aquella Europa que se destacó
por sus luchas y logros sindicales, la que abrió sus brazos solidarios a los
latinoamericanos que huyeron de las dictaduras genocidas, hoy está viviendo uno
de los momentos más decadentes de su historia, producto de la avaricia del
poder financiero mundial que no tiene límites.
En España no nos libramos de
esta ruina, pues la extrema derecha está integrada en el PP. ¿Deja de ser menos
extrema porque se cobije bajo esas siglas? Cuando les interesa les quitan
el bozal: son Rafael
Hernando, son el Albiol xenófobo, las juventudes de bandera con pollo, el
misógino exalcalde de Valladolid, el Gallardón pro-vida, el Fernández Díaz
de la
Ley Mordaza, etc. etc. Lo que pasa es que la extrema derecha, queda muy
deslucida frente al glamuroso destello de los grandes chorizos, de las
organizaciones para robar dinero público - Gürtel, Púnica, Noos, Taula y otras
grandes estrellas de la corrupción pepera-, pero si rascamos un poco
comprobaremos que en lo más profundo de sus raíces hay puro neofranquismo.
Pero no perdemos la esperanza
ante este desastre, busquemos una manera de salir de
la crisis que no esté basada en la exclusión, el odio y la división, sino
en la apertura, el respeto y la unión. Reduzcamos, en la medida de lo posible,
la base económica y social de la envidia y del miedo a perder lo propio. Esta
es la razón por la cual la justicia social, la educación democrática y una
sociedad civil fuerte son las claves de cualquier estrategia contra la extrema
derecha.
Al fascismo no se le combate
claudicando ante el miedo, o recortando la libertad. Al fascismo se le combate
con políticas que defiendan al pueblo y con la movilización.
Una vez más un excelente análisis. Os felicito. Sin embargo, esta vez estoy solo parcialmente de acuerdo.
ResponderEliminarEl fascismo siempre encuentra su caldo de cultivo en las situaciones de crisis entre los más desfavorecidos. Por supuesto que en la medida en que se reduzca "la base económica y social de la envidia y del miedo a perder lo propio" encontrará menos adeptos, pero aún así qué difícil vencer los egoísmos personales, el odio a los diferentes, la tendencia al victimismo que hace ver en enemigos externos, especialmente si son más débiles, el origen de los males propios.
Cuando se analizan los resultados electorales en los países occidentales, se habla de la crisis de la izquierda. Buena culpa tienen los partidos en el alejamiento de su electorado tradicional, pero no olvidemos que una gran parte de este se vuelca en el voto de ultraderecha. Y es que los mensajes simples calan mucho, como cuando se identifica a un "pueblo libre de culpa" víctima de conspiraciones sin fin. La autocrítica y el reconocimiento de los propios errores y defectos también es un arma contra el fascismo.
También habría que esperar que el sistema judicial nos protegiera de muchas de estas amenazas, pero esa es ya otra historia...