Grecia
ha pasado por ser la cuna de la democracia, la clásica; y Francia,
lo venía siendo en su concepto más actual. Pero aquel lema de país
de Liberté, Égalité, Fraternité (también lema de la República
de Haití) ha pasado a tener tanto sentido en el país galo como en
el caribeño.
El
sistema de balotaje existente en Francia, para elegir entre los dos
candidatos más votados a la Presidencia de la República en primera
elección, ha puesto una fotografía política desconocida hasta hoy
en Francia: Por un lado, ninguno de los dos grandes partidos que
han gobernado el último medio siglo estaba representado (se les hace
responsables de la crisis); por otro, el pueblo francés debería
elegir entre lo muy muy malo, y entre … lo impresentable. Así, en
este contexto, la duda moral de la izquierda (los de abajo o como
quieran llamarles) era o no votar, y correr el riesgo de que ganase
lo impresentable, o tener que votar lo muy muy muy malo, una
marioneta del peor sistema capitalista que apostará por recortes y
austeridad.
Cierto
que más de un 33% de los llamados a las urnas o no han votado o lo
han hecho en blanco o nulo, y lo han preferido antes que mancharse
con una de las dos candidaturas.
Recordemos
que en las previas, Macron (En Marche!) obtuvo el 24%, Marine Le
Pen (Frent National) apenas quedó a 3 puntos: 21,3%, François
Fillon (Les Républicains) tuvo un 20%, Jean-Luc Mélenchon (La
France insoumise) un 19,6% y Benoît Hamon (Parti Socialiste) un
6,4%.
Así
pues, el miedo (aunque no tanto como en las anteriores hubo con Le
Pen padre) llevó a muchos franceses y francesas no partidarios de
Macron, a ejercer un voto de castigo a la extrema derecha. Pero lo
que tienen ahora encima, sin ser tan malo, no es ni mucho menos
bueno.
Macron,
exministro de Hollande formó su partido para desmarcarse del
“stablishment” cuando él en sí mismo lo es al 100%. Pero ha
ganado.
Por
otro lado, se podría decir que debemos estar satisfechos y
satisfechas con la derrota de Le Pen, pero nada más lejos de la
realidad. Porque malo es que haya sacado uno de cada tres votos
depositados válidos, pero mucho peor es la
normalización que del Frente Nacional ha hecho. Ya está inserto
en la sociedad francesa, está ahí, como los demás sin que genere
ese rechazo tan brutal que hasta hace cuatro días generaba entre
quienes no le votaban. Muy malas noticias para Francia, que es decir
para el mundo.
Y
ahora la cosa es que en un mes tendremos las
legislativas, donde de nuevo estarán todas las candidaturas al
pleno, y de repetirse resultados similares a las previas, la cosa
daría mucho juego (tienen por delante el domingo 11 y 18 de junio:
primera y segunda vuelta de las legislativas para designar a 566
diputados de la Asamblea Nacional; para la elección de los otros 11
(circunscripciones fuera de Francia), primera vuelta el 4 de junio y
el domingo 24 de septiembre: elecciones para renovar la mitad del
Senado).
Ahora,
las miradas de la izquierda se vuelven a Melénchon.
Sin duda es un buen candidato, pero su largo tiempo en instituciones
ha levantado ciertas suspicacias. En los dos últimos años, abandonó
el Frente de Izquierda por el que había sido candidato, para formar
su nuevo partido y posteriormente no apostó de lleno por el voto a
Macron para asegurar la neutralización de la extrema derecha
(propuso una consulta que se zanjó con 36,1% por el voto en blanco y
nulos; y un 34,8% por Macron) lo que puso en alerta a quienes
recordaron a quienes no se movilizaron por Clinton en EEUU y
consintieron la llegada de Trump. La jugada le ha salido bien y han
sido otros y otras quienes se taparon la nariz para acudir a las
urnas. Ojalá tenga éxito en lo que le viene. Ahora, todo empieza de
nuevo en unas legislativas que serán de suma importancia para el
transcurso de la política mundial. Pero cuando se ve el panorama más
reciente, solo puede venir a la cabeza aquello de ¡merde, merde!
No hay comentarios:
Publicar un comentario