Según el Diccionario de la lengua española de la RAE, sioux es un adjetivo
que puede ser usado también como sustantivo, y un oso polar es un nombre
referido a una especie de oso. La RAE nos dice que semita es un adjetivo que se
usa más como sustantivo. Lo mismo sucede con imbécil, que es un adjetivo que se usa
también como sustantivo y como insulto.
O sea que decir imbécil equivale
a decir imbécil, un enigma que desentrañaremos rápidamente. Diciendo semitas
nos referiríamos a pueblos con un mismo origen lingüístico, que comprende tanto
a los palestinos como a los hebreos. El oso polar es, según la RAE, “buen nadador y, aventurándose sobre los témpanos de hielo, persigue y devora las focas, morsas y peces”. Y un sioux es un miembro de las naciones
nativas de Norteamérica.
Y, cerrando este círculo, como quizá ustedes ya suponían,
volvemos al imbécil. Según el Diccionario
universal no homologado del Colectivo Puente Madera decir
imbécil es decir Donald Trump, como sustantivo. También podemos decir que
Donald Trump es imbécil, con lo que adjetivaríamos el nombre propio que ya
antes hemos definido como imbécil. Vaya, un lío, pero un lío que está muy
claro. Los
ciudadanos de los Estados Unidos, con la
ayuda de una ley electoral un poco tramposilla (que no
se lo tomen a mal: en España sabemos un montón de leyes electorales dudosamente
democráticas) nos eligieron a todos un presidente planetario que ha demostrado,
como se suponía, ser un perfecto imbécil (según la RAE, tonto o falto de
inteligencia).
Si uno es imbécil, pero simplemente es
un imbécil de andar por casa o por su barrio, puede meter un poco la pata en la
tienda de la esquina, enfadar a los vecinos o a su parentela. Pero cuando uno
es un imbécil presidente del país más poderoso del planeta, la cosa es más
seria. Lo saben los sioux, los osos polares y los semitas.
Los sioux lo saben y padecen, porque
Trump acaba de aprobar la construcción de oleoductos petrolíferos que
atraviesan sus reservas en Standing Rock y que amenazan tanto su patrimonio
cultural como parques nacionales de insólita belleza. Parece que Trump, en
línea con los supremacistas blancos que lo apoyan, no consideran a los miembros
de las naciones indígenas ciudadanos estadounidenses, aunque lo fueran mucho
antes de los blancos que llegaron allí.
Que el imbécil de Trump es tonto lo
saben también, con su inefable sabiduría animal, los osos polares, unos seres
vivos que padecen que Trump haya
retirado a EE.UU. de los acuerdos de la cumbre del clima de París, para que
su país pueda contaminar sin límite ni conocimiento. Las últimas imágenes de
National Geographic sobre esos preciosos seres
muriendo famélicos debido al cambio climático encogen el corazón de cualquier ser
humano que no sea un imbécil.
Que el imbécil de Trump está falto de
inteligencia lo sufren muchos semitas y otros que no lo son. Lo saben los
semitas palestinos, algunos semitas hebreos y los no semitas de todo el mundo.
¿En el zurrón de quién, sino de Trump, hay
que cargar el peso de las muertes violentas ocurridas en Palestina e Israel en
los últimos días? ¿A qué irresponsable sino a Trump habrá que
acusar de la violencia que acaba de desatar a las orillas del Mediterráneo su
decisión de reconocer a Jerusalén como capital de Israel? ¿Quién sino un imbécil
desoiría
los consejos al respecto de la Unión Europea, de todos los países árabes, de su
aliada Turquía, del Papa, de casi todo el planeta?
Conjurémonos: formemos una alianza
indestructible que responda a esta conjura de los imbéciles, una alianza de
humanos semitas y no semitas, caballos sioux y osos, que no descanse hasta que
los faltos de inteligencia abandonen los gobiernos del planeta.
Imbécil me parece poco para calificar a semejante individuo.
ResponderEliminarOjalá algún día desaparezcan de los gobiernos. Favor nos harían, eso lo saben hasta los osos polares
Así sea, diente de león. Gracias por tu comentario. Un abrazo.
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