domingo, 10 de junio de 2018

OTRO FRENTE PARA EL FEMINISMO

Sí, ya lo sabemos, no es 8 de marzo y sin embargo vamos a hablar de feminismo. ¡Qué se creerán estos locos extemporáneos! Estará pensando parte de quienes nos leen.

Pues, sí, los otros 364 días restantes del año, también se puede (y se debe) hablar y tener el feminismo en cuenta. Y hoy especialmente lo traemos a colación porque oímos en varios medios en estos días, que el gobierno de Sánchez es un gobierno “feminista”. Pues miren ustedes, no. No conviene confundir cantidad con cualidad. La más que buena noticia que supone para la igualdad, que en el gobierno haya muchas mujeres, no tiene necesariamente relación directa con que dicho gobierno vaya a desplegar políticas feministas. Cierto que de, por ejemplo, Carmen Calvo, cabe que puedan producirse cosas en esa línea, pero del resto del gobierno, habrá que esperar a ver qué hacen, y mucho nos tememos que con gente como Marlaska de por medio, la cosa no va a quedar ni cercana.

Lo que está ocurriendo en estos tiempos con el feminismo, puede ser preocupante. ¿Por qué? Bueno, serían numerosos los ejemplos a poner, de cómo el sistema acaba por devorar y domesticar aquello que puede considerar peligroso o no deseable. Hace décadas, nos tocó vivir el momento hippie, un movimiento contracultural, anticonsumista, libertario, ecologista y pacifista, que incluso proponía un cambio de unidad social, al cambiar familia tradicional por comuna… y prontamente se pasó a domesticarlo y normalizarlo hasta en los oráculos políticos de la época. Contra su aburrimiento y buen rollo, surgió el punk, otros contraculturales mucho más activos. Al poco tiempo, los escaparates de los grandes almacenes vendían cazadoras con tachuelas, piercing de diamantes y gominas de 90€ para “mantener una cresta perfecta”.

No son movimientos comparables, es solo un ejemplo, pero el hecho es que hasta hace cuatro días, se nombraba la palabra feminismo, y al conservadurismo le comenzaba a salir la urticaria por la yugular. ¿Por qué? Porque se trata de un movimiento social y político, que busca la transformación de una sociedad, para que sea igualitaria entre ambos sexos, y de forma que actúa sobre cualquier estructura, nada le es ajeno. Y esto, es obvio que no es fácil de digerir.

Claro, cuando hoy tenemos una sociedad en la que empiezan a saltar las cifras de la brecha salarial, las cifras de la violencia machista, las cifras sobre quiénes ostentan los puestos de responsabilidad en cualquier lugar, hay quienes se empiezan a mover. Surge entonces, por poner un punto concreto, una huelga feminista. Y, ¿qué ocurre? Pues que es un éxito. Es entonces cuando partidos como PP y Ciudadanos (como tales partidos, personas machistas las hay en todos) empiezan a recular y comienzan a reconocer que son feministas “de toda la vida”. Y ahora, se va a una manifestación, y todos y todas son muy feministas. Se leen articulistas que hablan y hablan de feminismo como si supieran lo que dicen (bueno, menos ABC, que abiertamente ha publicado un artículo sobre “el guardarropa de las ministras de Pedro Sánchez”…brutalmente machista, ¿verdad?). Nos preguntamos si todas estas personas que escriben tan doctamente sobre feminismo, que disertan y discuten en tertulias tan feministamente, pasarían una mínima prueba del algodón… por ejemplo, si les sonaría a algo la pregunta ¿qué vino a aportar la segunda ola de feminismo con respecto a la primera? ¿han oído hablar del feminismo de la diferencia, del cultural…? Esto sería como pedirle a alguien que diserta sobre matemáticas que cuánto es dos y dos, lo más básico de lo básico.

Pero no, ahora un gobierno es feminista porque hay muchas mujeres (conste que el hecho nos sigue alegrando mucho, porque permite, entre otras cosas, la obligada visibilización), todo el mundo parece ser feminista y se pone los lazos y pegatinas que haya que ponerse. Y mal le va a ir al feminismo como interiorice que esto es una victoria, porque ha conseguido llegar a toda la sociedad y bla bla bla blá. Las raíces de patriarcado llegan a lo más profundo, y sus retoños serán siempre fuertes. Al feminismo, al de verdad, se le ha abierto un nuevo frente, el denunciar al falso feminismo de salón, a veces sutil a veces burdo, pero siempre más difícil de detectar que el machismo declarado. De momento, quienes (creen que) acaban de llegar a esto del feminismo y se autodenominan feministas, ya se permiten dar lecciones y llamar pseudofeministas (o feminismo mal entendido) a quienes llevan luchando por derechos de la mujer toda una vida.








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