Sí,
ya lo sabemos, no es 8 de marzo y sin embargo vamos a hablar de
feminismo. ¡Qué se creerán estos locos extemporáneos! Estará
pensando parte de quienes nos leen.
Pues,
sí, los otros 364 días restantes del año, también se puede (y se
debe) hablar y tener el feminismo en cuenta. Y hoy especialmente lo
traemos a colación porque oímos en varios medios en estos días,
que el gobierno de Sánchez es un
gobierno “feminista”. Pues miren ustedes, no. No conviene
confundir cantidad con cualidad. La más que buena noticia que supone
para la igualdad, que en el gobierno haya muchas mujeres, no tiene
necesariamente relación directa con que dicho
gobierno vaya a desplegar políticas feministas. Cierto que de,
por ejemplo, Carmen Calvo, cabe que puedan producirse cosas en esa
línea, pero del resto del gobierno, habrá que esperar a ver qué
hacen, y mucho nos tememos que con
gente como Marlaska de por medio, la cosa no
va a quedar ni cercana.
Lo
que está ocurriendo en estos tiempos con el feminismo, puede ser
preocupante. ¿Por qué? Bueno, serían numerosos los ejemplos a
poner, de cómo el sistema acaba por devorar y domesticar aquello que
puede considerar peligroso o no deseable. Hace décadas, nos tocó
vivir el momento
hippie, un movimiento contracultural, anticonsumista, libertario,
ecologista y pacifista, que incluso proponía un cambio de unidad
social, al cambiar familia tradicional por comuna… y prontamente se
pasó a domesticarlo y normalizarlo hasta en los oráculos políticos
de la época. Contra su aburrimiento y buen rollo, surgió el
punk, otros contraculturales mucho más activos. Al poco tiempo,
los escaparates de los grandes almacenes vendían cazadoras con
tachuelas, piercing de diamantes y gominas de 90€ para “mantener
una cresta
perfecta”.
No
son movimientos comparables, es solo un ejemplo, pero el hecho es que
hasta hace cuatro días, se nombraba la
palabra feminismo, y al conservadurismo le comenzaba a salir la
urticaria por la yugular. ¿Por qué? Porque se trata de un
movimiento social y político, que busca la transformación de una
sociedad, para que sea igualitaria entre ambos sexos, y de forma que
actúa sobre cualquier estructura, nada le es ajeno. Y esto, es obvio
que no es fácil de digerir.
Claro,
cuando hoy tenemos una sociedad en la que empiezan a saltar las
cifras de la
brecha salarial, las cifras de la violencia machista, las cifras
sobre quiénes ostentan los puestos de responsabilidad en cualquier
lugar, hay quienes se empiezan a mover. Surge entonces, por poner un
punto concreto, una huelga
feminista. Y, ¿qué ocurre? Pues que es un éxito. Es entonces
cuando partidos como
PP y Ciudadanos
(como tales partidos, personas machistas las hay en todos) empiezan a
recular y comienzan a reconocer que son feministas “de toda la
vida”. Y ahora, se va a una manifestación, y todos y todas son muy
feministas. Se leen articulistas que hablan y hablan de feminismo
como si supieran lo que dicen (bueno, menos ABC, que abiertamente ha
publicado un artículo sobre “el
guardarropa de las ministras de Pedro Sánchez”…brutalmente
machista, ¿verdad?). Nos preguntamos si todas estas personas que
escriben tan doctamente sobre feminismo, que disertan y discuten en
tertulias tan feministamente, pasarían una mínima prueba del
algodón… por ejemplo, si les sonaría a algo la pregunta ¿qué
vino a aportar la segunda ola de feminismo con respecto a la primera?
¿han oído hablar del feminismo de la diferencia, del cultural…?
Esto sería como pedirle a alguien que diserta sobre matemáticas que
cuánto es dos y dos, lo más básico de lo básico.
Pero no, ahora un gobierno es feminista porque hay muchas mujeres
(conste que el hecho nos sigue alegrando mucho, porque permite, entre
otras cosas, la obligada visibilización), todo el mundo parece ser
feminista y se
pone los lazos y pegatinas que haya que ponerse. Y mal le va a ir
al feminismo como interiorice que esto es una victoria, porque ha
conseguido llegar a toda la sociedad y bla bla bla blá. Las raíces
de patriarcado llegan a lo más profundo, y sus retoños serán
siempre fuertes. Al feminismo, al de verdad, se le ha abierto un
nuevo frente, el denunciar al falso feminismo de salón, a veces
sutil a veces burdo, pero siempre más difícil de detectar que el
machismo declarado. De momento, quienes (creen que) acaban de llegar
a esto del feminismo y se autodenominan feministas, ya se permiten
dar lecciones y llamar pseudofeministas (o feminismo mal entendido) a
quienes llevan luchando por derechos de la mujer toda una vida.
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