No
hay peor cosa que poner a dirigir un país poblado por seres humanos
a un trozo de carne que no es humana. Una cosa llamada Movimiento
Cinco Estrellas, que alguna vez alguien confundió con un
movimiento de izquierda, se ha repartido el poder con la extrema
derecha profascista italiana, la Liga Norte.
Los
dos movimientos han reinventado el Consulado de la época de la
República Romana: hay un emperador y dos cónsules. El emperador es
el presidente Conte, un tecnócrata que gusta a los mercados. El
primer cónsul es Luigi di Maio, de Cinco Estrellas, cuyo único
mérito político consiste en haber ayudado a que la ultraderecha
gobierne Italia… Y luego está el otro cónsul, Salvini,
Ministro de Interior, filofascista de la Liga Norte, un trozo de
carne de apariencia humana, pero carente de toda humanidad. Más
allá: es un fascista intolerante que se transforma en nazi. Y lo
decimos con toda la gravedad que usar estos términos implica.
Salvini
expresa abiertamente, ufanándose, uno de los principios básicos del
fascismo: el ultranacionalismo, que coloca el término nación por
encima de los valores de la Declaración de Derechos Humanos y por
encima del derecho internacional. Salvini y los cómplices de Cinco
Estrellas,
violan los derechos humanos de los inmigrantes y refugiados en el
Mediterráneo… y violan el derecho internacional de asistencia en
el mar… y alardean de ello.
Salvini
debe saber bien que el ultranacionalismo italiano colaboró
activamente en la destrucción y sometimiento de los países
africanos, en la ocupación de Libia, en la infame conquista de
Etiopía. Es triste, no inesperado, que estos italianos no sientan
ninguna deuda con, como mínimo, los etíopes y libios a los que un
día conquistaron. Parece que los neofascistas italianos coinciden
con el exdirector de RTVE, José
Antonio Sánchez, que dice que España no colonizó América,
sino que la evangelizó y civilizó. Se nota que este confeso secuaz
del PP no ha leído ni un libro de historia. Olvidémonos de él,
pero volvamos a Italia: ¿qué
pasaría si los italianos que emigraron a principios del siglo XX
volvieran a la península itálica? ¿Qué diría Salvini si los
expulsaran de América por millones?
Salvini,
Cinco Estrellas como cómplice, va más allá del nacionalismo
fascista, que siempre se expresa como oposición contra otros pueblos
o naciones. Y el salto hacia el nazismo es este: para ser italiano no
basta con tener la ciudadanía italiana, ni que la hayan tenido tus
padres y tus tatarabuelos… para ser italiano hay que ser de una
raza (¿etnia?) determinada. Incapaz de definir qué es eso de la
“raza italiana”, la define por negación: los
gitanos no son como los demás ciudadanos italianos. Quiere
censarlos, establecer un registro diferenciado de italianos de etnia
gitana, violando todos los derechos individuales y colectivos de la
legislación italiana e internacional. “Nadie, fuera de aquellos
por cuyas venas circula la sangre alemana […] podrá ser miembro de
la nación”. Eso escribía Hitler en “Mi lucha”, eso es lo que
ese pedazo de carne de Salvini quiere para Italia. Del fascismo al
nazismo, de la estupidez a la locura.
Mientras
tanto, en otros países de Europa (Austria,
Hungría, Polonia…), la extrema derecha avanza hacia el poder y
la derecha liberal se inclina ante ella para no perder votos… y
quizá termine engullida por la misma. Ya veremos cuál es la
reacción a medio plazo de la derecha española, del PP y de
Ciudadanos, ante este nuevo marco europeo. El reto no es la
inmigración: el reto es que los países europeos sean dirigidos por
gobiernos que respeten el derecho internacional y no manipulen los
miedos de sus ciudadanos. Vamos, que no nos gobierne carne inhumana.
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