Entre tanto ruido de
escupitajos, cloacas, kítchenes, eructos patrióticos y demás
bodrios nacionales, ha pasado desapercibida la intención del
gobierno de hincarle el diente al tema educativo mediante la
publicación de un anteproyecto
de ley orgánica.
Falta hacía, desde luego, porque llevamos ya seis años deambulando
como espectros por un oscuro territorio situado entre el más rancio
nacionalcatolicismo y el más perverso neoliberalismo. El problema es
que, como viene siendo costumbre, el PSOE vuelve a comportarse de
forma errática, acomplejadilla, que ni fu ni fa, ni sí ni no, ni
todo lo contrario…
Y eso, desde el primer
momento. En 2016 Pedro
Sánchez proponía derogar la LOMCE.
El mencionado borrador de anteproyecto que conocimos a principios de
este mes hablaba solamente de “reformarla”. Y anteayer nos
enteramos por la ministra Celaá de que, a día de hoy, el
propósito es derogarla.
Vale, estamos muy contentos/as. Pero ¿qué garantías tenemos de que
mantendrán su palabra? ¿Por qué tenemos que creernos que ahora va
en serio? ¿Cuándo va a ser el gobierno coherente consigo mismo?,
¡carajo!
Leemos detenidamente el
anteproyecto. Es un documento demasiado
extenso (69
páginas) como para analizarlo exhaustivamente
en un espacio
breve como éste. Contiene algunos avances que aplaudimos, claro
está. Por ejemplo, recupera la Historia de la Filosofía en
Bachillerato, elimina en Secundaria los itinerarios educativos que
segregaban al alumnado en dos vías clasistas (mano de obra y
formación académica)… Ahora bien, ¿por qué siempre tiene que
quedarse todo en un “conatus interruptus”?, ¡puñetas!
Se contempla la reducción de
horas de religión, que dejará de ser computable para la nota media.
Pero se parte del “respeto
a los acuerdos con la Santa Sede”.
¿Cuándo se darán cuenta los socialistas de que los acuerdos con
esa monarquía absoluta llamada Vaticano no hay que respetarlos, sino
denunciarlos para separar de una vez por todas la iglesia del estado?
¿Cuándo se decidirán, por fin, pasados ya cuarenta y tres años de
la muerte de Franco, a sacar la catequesis de las escuelas?, ¡joder!
Se habla de “mejorar el
sistema de admisión de la concertada” para evitar la educación
diferenciada por sexos. Bueno, bien. Que estuviésemos sosteniendo
con nuestros impuestos centros medievales que no practican la
coeducación era de traca. Pero ¿cuándo vamos a dejar de financiar
escuelas e institutos privados, que segregan al alumnado por su
ideario religioso y que frecuentemente le exigen onerosos
pagos complementarios
para disuadir a las familias más pobres, mientras se siguen cerrando
líneas y más líneas de centros públicos?, ¡ostras!
Se alude a la posibilidad de
“aumentar” la participación del Consejo Escolar en el
nombramiento de directores, lo cual supone cierta mejora porque
actualmente
la última palabra la tiene la administración.
Pero ¿cuándo adoptaremos un procedimiento radicalmente democrático
de selección de equipos directivos, sin interferencia de instancias
políticas, habida cuenta de que uno de nuestros principales
objetivos es educar en democracia?, ¡leches!
Finalmente, y mucho peor que
todo lo anterior, el susodicho anteproyecto no sólo no modifica,
sino que reafirma, punto por punto, todo el armazón teórico de
competencias y estándares emanado del tan desconocido como siniestro
Marco Estratégico 2020. Como ya hemos denunciado en artículos
anteriores,
dicho documento, perpetrado por el Consejo de la Unión Europea,
aspira a poner la educación al servicio del sistema productivo
capitalista introduciendo la lógica empresarial en la organización
de tareas escolares y en los procesos de evaluación. El asunto es
mucho más grave y más complejo de lo que parece. Carlos Fernández
Liria, Olga García y Enrique Galindo lo han desentrañado con gran
precisión en Escuela
o barbarie,
cuya lectura
recomendamos encarecidamente. En cualquier caso, al respecto no
podemos dejar de preguntarnos: ¿por qué los socialistas no se
comportan como más o menos verdaderos socialistas y dejan de
coquetear con el enemigo ideológico?, ¡narices!
En fin, ¡que ya está bien!
Que estamos hartos/as de vacilaciones, de ambigüedades y de medias
tintas. Que se nos ha acabado la paciencia de tanto usarla. ¡Que
necesitamos una educación pública, laica, bien financiada, no
burocratizada y no mercantilizada ya! ¡¡Pijo!!
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