Vale, ya tenemos a la extrema derecha en las
instituciones a cara descubierta. A cara cubierta ya la teníamos, porque Vox
es un retoño del PP, criado en los pechos de Esperanza Aguirre y Aznar, y
Ciudadanos se estrenó en las elecciones europeas del 2009 presentándose en coalición
con la formación ultraderechista Libertas. O sea que realmente no asistimos
a la irrupción de nada nuevo, sino más bien a una “salida del armario”, a un
desenmascaramiento…
Y
mientras los cruzados neofranquistas preparan, con su habitual desparpajo, la Reconquista
del solar patrio, en la izquierda permanecemos ensimismados en nuestro
propio ombligo, perdidos en infinitos y extenuantes debates con nosotros mismos,
absolutamente desorientados, como si con el batacazo de las elecciones
andaluzas hubiésemos perdido
de repente el norte. Sin embargo, salir del bucle y reencontrarnos con
nuestro norte no es tan difícil. Es tan sencillo (y apasionante, y motivador, y
reconfortante…) como hacerle caso a Gandhi y “ser el cambio que deseamos para
el mundo”.
Reivindicamos
la igualdad. Pues bien, seamos la igualdad. Reneguemos de verticalismos, de
oscuras estrategias de poder, de hojas de ruta diseñadas por los aparatos, de
simulacros de participación, de amiguismos… Nosotros/as no podemos ser eso.
Recordemos que “ni
dioses, reyes, ni tribunos” nos tienen que salvar de nada. Por el
contrario, recuperemos las plazas como espacio de debate e intercambio,
aceptemos el dictamen de las mayorías, valoremos el criterio de las minorías,
celebremos la pluralidad, respetemos las trayectorias ajenas… Sin los demás no
somos nada.
Reclamamos
libertad. Seamos la libertad. Seamos valientes. No escondamos nuestros
principios. No los camuflemos tras pantallas de supuesta corrección política
que nos invisibilizan y nos confunden con el resto. No somos centralidad. No
engañemos a nadie diciendo que no somos “ni de izquierdas ni de derechas”.
Defendamos nuestro modelo de sociedad sin ambages porque, de lo contrario,
acabaremos generando una confusión de la que siempre se benefician los mismos,
que luego van, plantan
un banderusco, excitan los instintos más bajos con cuatro consignas y se
llevan el gato al agua.
Invocamos
la fraternidad como uno de nuestros horizontes. Seamos la fraternidad.
Superemos los personalismos, pero también los tribalismos partidistas.
Nosotros/as no podemos ser territoriales. Denunciemos los nacionalismos de
cualquier pelaje. Seamos pueblo. Seamos clase trabajadora. Seamos humanidad. No
olvidemos nunca a los 190
millones de migrantes económicos, ni a los 68 millones de personas refugiadas
o desplazadas a causa de las guerras, las persecuciones, la intolerancia…
Seamos sororidad. Nuestra fuerza depende de que nos percibamos como hermanas y
hermanos.
Demandamos
justicia social. Seamos la justicia social. Involucrémonos, en la medida de lo
posible, en la lucha por los derechos de los trabajadores/as. Apoyemos, de
forma todo lo crítica que consideremos, a nuestros sindicatos de clase. El
debilitamiento de las organizaciones sindicales es una de las causas
fundamentales del aumento
de las desigualdades. Evitemos los discursos antisindicales. No les hagamos
el juego a los tiburones de la ultraderecha política y mediática. Y tengamos
siempre presente que los nuevos “parias de la tierra”, los nuevos
estigmatizados, los nuevos “judíos”… son las personas que abandonan su lugar de
nacimiento impulsadas por algo tan humano como el “hambre
de futuro”.
En
fin, seamos la lucha que homenajeamos en nuestros mayores, la memoria que
celebramos el 14 de abril, la conciencia de un sistema devorado por la
corrupción y controlado por las oligarquías. Seamos la razón frente a la
superstición y el oscurantismo. Defendamos la cultura y el conocimiento como
factores imprescindibles para el progreso colectivo y la emancipación de la
clase obrera en particular. Seamos la alegría que se deriva de la coherencia y la
solidaridad. Ya lo decíamos. Es muy sencillo. Seamos (en la medida de nuestras
posibilidades, los ratos que podamos, de vez en cuando…) lo que decimos que
somos. Porque entonces, sólo entonces, podremos ser el viento “que canta y que
baila”. Sólo entonces podremos ser “el huracán” que aleje el fascismo y
haga respirable el aire de nuestro país.
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