Uno lee, escucha o ve los noticiarios, y pareciera que nada pasa en
Chile. Saltó todo en los medios al inicio de la revuelta popular que
surgió, y ya sabemos, las noticias pasan de moda como lo pueden
hacer unas campanas o unas hombreras. El problema es que en este caso
hablamos de una lucha por la justicia social, y de una represión
que, aunque cueste creerlo, está alcanzando los niveles de la era de
Pinochet.
Nos comentan amigos de allá cómo se las están gastando la policía
(los carabineros), y mandan imágenes cuya dureza sobrepasa los
límites humanos. Si cuando aquel asalto criminal a la Casa de la
Moneda, un periodista rodó su propia muerte a manos del soldado que
le disparó, hoy en día, que toda la gente lleva un móvil y por
tanto una cámara, la documentación del terror es mucho más precisa
e igualmente indigerible.
No podemos dejar de preguntarnos cómo estaría el ambiente el pasado
6 de octubre para que una subida en el billete del metro de 30 pesos
(unos 40 céntimos de euro) haya acabado en esto. Claro, esa no ha
sido la causa, sino el detonante. La rebelión viene comandada por
los estudiantes de Enseñanza Secundaria desde 2011. Se convive con
una Constitución en la que nadie cree. Una educación privatizada en
todos sus niveles, que necesariamente aboca a los ricos a ser cada
vez más ricos y a los pobres a ser cada vez más y más pobres,
aparece en el frontal del problema. A partir de aquellas revueltas,
todo han sido altibajos e irse sumando causas, como ya se ha dicho.
Lo último, una ley que iba a devolver el uso público del agua ha
sido tirada para atrás a pesar de tener 24 votos, porque hubo 12 en
contra. Parece curioso, pero lo es más aún cuando se sabe que el
voto de 4 senadores que impidieron que el agua se haga pública ¡son
accionistas de las compañías privadas de agua! Mientras tanto, los
carabineros campan a sus anchas, como cuando Pinochet. Asesinatos,
torturas, violaciones, desapariciones… todo les vale. Se declara
toque de queda y estado de emergencia días después y en base a unos
incendios simultáneos en varias bocas de metro que, a pesar de estar
todas con videovigilancia, nadie, ni los servicios de inteligencia
del Estado, han podido aportar ni una sola prueba. Ejemplos por
decenas y no exageramos: torturas y abusos sexuales documentados
acaban con los acusados liberados, la carabinera que pateó a una
mujer embarazada hasta hacerla abortar, quedó liberada, carabineros
grabados causando destrozos para acusar a manifestantes, atropellos a
viandantes, arrestos (secuestros) sin registrar y por personas de
civil (como los autos) están ocurriendo estos días en Chile y nadie
es responsable. Pero no pasa nada, no está de moda, ya no es
noticia. 27 muertos (reconocidos) y más de 4000 personas
hospitalizadas. Continúan los vergonzosos salarios mínimos, las
ridículas pensiones que llevan a ancianos enfermos a seguir
trabajando, y mientras, los privilegios en todas las áreas para los
adinerados.
La frase de "El pueblo unido jamás será vencido", se popularizó en
Chile a primeros de los 70’ y hoy, casi medio siglo después, sigue tan vigente como entonces. Vaya desde aquí nuestro más modesto
apoyo y solidaridad con el pueblo chileno y su lucha por la justicia.
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