Llevamos toda la semana discutiendo, aquí y allá, sobre la
posibilidad de regular legalmente la eutanasia. Pero no sigamos
perdiendo el tiempo. Juan Antonio Reig Pla, obispo de Alcalá de
Henares, ya ha dictaminado en nombre de toda la ultraderecha política
y religiosa: los enfermos tienen que “sufrir como Cristo”. Y
punto. Y si no te gusta el planteamiento, o eres de otra religión, o
no eres de ninguna, pues te jodes como Herodes: no haber nacido en
“la reserva espiritual de Europa”, so hereje.
En cualquier caso, es curioso cómo estos obispos ultramontanos
proponen imitar a Cristo sólo en los que les interesa. Por ejemplo,
nunca se acuerdan de aquello de que hay que dar “al César lo que
es del César y a Dios lo que es de Dios”, porque, claro, eso
supondría renunciar a la financiación del estado, pagar el IBI,
devolver los bienes ajenos inmatriculados, abandonar la escuela
pública y sobrevivir con los óbolos de los feligreses… Y, ya
sabemos, hay que ser fieles al evangelio pero hasta cierto punto.
También, casualmente, la ultraderecha nacionalcatólica suele
olvidar que, según Jesucristo, antes entrará un camello por el ojo
de una aguja, que un rico el reino de los cielos, porque elevar esa
metáfora a la categoría de dogma equivaldría a mandar el
capitalismo al infierno y apostar por un sistema económico
igualitario. Y, jeje, ¡hasta ahí podíamos llegar! ¡Antes
cismáticos que comunistas!
Otro ejemplo. Jesucristo salvó la vida de una mujer que iba a ser
lapidada por haber tenido una relación extra matrimonial. Pues bien,
los descendientes de Torquemada “lapidan” día tras día a
lesbianas, gais, transexuales, mujeres que han interrumpido su
embarazo… llamándoles de todo (enfermos/as, depravados/as,
asesinas…) sin el menor atisbo de compasión cristiana. Eso sí,
acto seguido se meten entre pecho y espalda un par de rosarios, ¡y a
dormir tan tranquilos!
En fin, nosotros somos ateos felices e irreversibles. Pero sentimos
cierta sincera ternura por aquel Cristo que andorreaba de aquí para
allá en plan hippie y se liaba a mamporrazo limpio con los
mercaderes del templo. Por eso, no nos cuesta imaginárnoslo
exclamando, al ver la riqueza acumulada por la iglesia católica y
escuchar las barbaridades despiadadas del obispo de Alcalá: “Padre,
¿quiénes son estos que toman mi nombre en vano? Y si llevan una
cruz en el pecho, ¿por qué me han abandonado?”
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