- Santiago, Santiago, mira lo que han hecho estos señores del mundo rural con tu caballo- chillaba azorado Iván Espinosa de los Monteros, marqués de Valtierra, mientras se sacudía la paja de su traje de miles de euros y pateaba para desprenderse del estiércol que se había adherido a las suelas de sus zapatos de miles de dólares.
Abascal, en plena discusión con un agricultor que acusaba a Vox de
querer manipular su concentración, se giró y se quedó pálido.
Unos manifestantes habían desenjaezado a su purasangre, el mismo con
el que había comenzado a recorrer España para su Sagrada Cruzada de
Reconquista, y le habían colgado unos arneses para que estirara de
una trilla.
- Malvados jornaleros comunistas y/o anarquistas- susurró entre dientes mientras intentaba sonreír. - Nosotros-prosiguió arengando-estamos aquí para apoyar a los agricultores españoles que en menos de dos meses están siendo llevados a la ruina por este gobierno antiespañol.
- Oiga, no nos tome por tontos -dijo uno de los asistentes. -¿Pero es que ustedes están en contra del capitalismo? Porque es el capitalismo el que desde hace años provoca que a un humilde productor se le pague por un tomate diez veces menos de lo que cuesta comprarlo en un supermercado. Y que los que más ayudas reciben de la PAC sean los grandes propietarios. Eso es lo que estamos sufriendo desde hace años, y nadie lo arregla ni lo va a arreglar porque el capitalismo se basa en que el grande se come al pequeño. Y usted, Abascal, está con los grandes.
- Bueno, nosotros…- comenzó Abascal, pero otro manifestante le cortó.
- ¿Y es verdad que quieren volver a poner la frontera con Francia? Porque entonces todos los productos agrícolas que exportamos a Europa serán más caros y nos comprarán menos.
- Hombre…- pero Santiago no pudo continuar.
- ¿Y eso que llevan en su programa de que todas las tierras agrícolas se convertirán en urbanizables? ¿Cómo ayuda eso a que el país siga cultivando?
- Disculpe, permita, permita que le aclare, que de ese asunto de los terrenos y las edificaciones yo se bastante- intervino Espinosa, ajustándose la corbata. – Eso es para que ustedes puedan especular con las parcelas y olvidarse de esto del campo. Y solucionamos su problema, aunque España tenga que importar todos los alimentos del extranjero, ¿no?
Un rumor de estupor recorrió la manifestación. El jamelgo relinchó,
y luego defecó. Del mal olor, el marqués de Valtierra se mareó.
Abascal se cubrió el rostro. Y las justas demandas de los verdaderos
agricultores continuaron su camino, libres de manipulaciones y de
señoritos oportunistas, porque cualquiera que lea su programa tendrá
claro de qué lado está Vox: del lado de los grandes, no de los
pequeños agricultores.
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