domingo, 2 de febrero de 2020

REINO UNIDO: ¡VAMOS QUE NOS VAMOS!

Es cierto que siempre los hemos visto como los raros de Europa. Viven aislados de los demás, en el más estricto sentido de la palabra, conducen por la izquierda, no se sabe muy bien qué cosas comen, por no nombrar lo del innombrable Peñón. No, los británicos nunca se han hecho mucho de querer y bien que nos aprendimos aquello tan napoleónico de “La pérfida Albión”. Por ello, es fácil que nos salga aquello tan de machito despechado de ¿qué se quieren ir? ¡pues que se vayan y buen viaje lleven! Pero la cosa no es esa. Son las miles de lecturas internas y externas que se pueden sacar de esto del Brexit.

Vale que sabíamos que había muchos de los que pensaban aquello de que “¿cómo alguien puede vivir sabiendo que no es británico?”, pero no los hacíamos en estas.

Decía Rodríguez Ibarra “si yo hubiera sabido que mi partido predica una cultura asamblearia, yo no estaría en el PSOE si no que estaría en el Partido Comunista”, para luego, al perder la oficialista Susana Díaz frente al alternativo Pedro Sánchez añadir: “si se le pregunta a un socialista, siempre votará en contra de lo que diga su dirección”. No sabemos si un poco de esto pudo haber habido en el referéndum sobre el Brexit , pero sin duda eso que llaman el establishment, acaba por hacerse detestable en doble cara: uno por lo que significa en sí mismo, y otro, como ya hiciera con la presidencia de EEUU, porque acaba por arrastrar a las masas a las posturas más irreflexivamente dañinas.

Para empezar, se ha sumido al país en un debate generacional donde los jóvenes acaban por mirar mal a los de mayor edad, quienes ya “con todo hecho”, pero con lógica y justa voz, han decidido por su futuro. Y así se han generado polos sobre urbano/rural, buena formación/escasa formación, Escocia/no Escocia, etc. etc. El proceso deja cadáveres políticos en el camino, especialmente entre los laboristas, filas entre las que hubo claros disidentes y marcadas posiciones de ambigüedad (esto de que en un mismo partido haya posiciones diferentes, suena raro por aquí). Por el contrario, personajes como Nigel Farage, al que se dio por hundido al verse obligado a reconocer que mintió descarada e insistentemente en campaña, pues nuevamente está en la pomada (de esas cosas sabemos aquí: ni mentiras ni corrupción pasan factura política, especialmente en la derecha).

Ahora, tras el goodbay, la pregunta tal vez sea no quién pierde y quién gana, sino que es quién pierde más y quién menos. Andar dividiendo pareciera que es como perder fuerzas por todos lados, y hacerlo para seguir con un mismo sistema y unas mismas normas de juego, no se ofrece en principio como algo muy inteligente. Corren tiempos de votar más con el páncreas que con el cerebro.

Por hablar en los términos que interesaban a quienes propusieron la maniobra, el Open Europe, uno de los principales “think-tanks” (laboratorio de ideas) ingleses y de Bruselas, afirmaba que aunque esto no fuera una única estocada mortal, sería más bien una hemorragia para su crecimiento en los próximos 15 años. Tampoco parecen eufóricos ni el Banco de Inglaterra ni “La City”, por no recordar que el Reino Unido es el principal socio comercial de Alemania y digan lo que digan, no queda claro cómo va a quedar ahora la cuestión. Insistimos, eso por hablar en los términos que son de su principal interés, porque por ejemplo, en Sanidad se sabe que no son autosuficientes…

En fin, que no estamos aquí para ser agoreros, ni con ellos ni con nosotros, sino para plantear cuán de curioso es esto de la política y cómo de fácil es tocar ciertas fibras, aún a costa de enfangarse en la más profunda de las incertidumbres. La pregunta fue ¿Debería el Reino Unido permanecer como miembro de la Unión Europea?, la participación un 72,2%, el SI un 48.1 % y el NO 51.9 %. Y ya está, se han ido.




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