Es una iniciativa hermosa,
cuya consecución es compleja, pero que nos hace mantener la
esperanza en la bondad del género humano y en las organizaciones que
se ha dado para gobernarse: la ONU ha propuesto que, en mitad de una
pandemia global, se declare un alto el fuego mundial, que se detengan
todos los conflictos armados en nuestro planeta.
¿Quién
podría estar en contra? Toda la humanidad en paz, todo el
sufrimiento bélico detenido, toda la energía humana, todos los
esfuerzos, toda la sabiduría, toda la ciencia, centrada y
concentrada en luchar contra la pandemia. Es, a pesar del sufrimiento
presente, una iniciativa fraternal, esperanzadora. Todas las armas se
silenciarían, todos los soldados sacarían su dedo del gatillo,
todas las víctimas podrían respirar. Nadie dice que eso sea fácil,
no es esa la cuestión. La cuestión es si es deseable, la cuestión
es: ¿quién podría estar en contra?
¿Qué
ser humano que merezca ese nombre podría estar en contra de un alto
el fuego mundial? Bueno, hay uno, por desgracia. Ese ser, también
por desgracia para todos, es el presidente del país más poderoso
del planeta. Ese país no ha sufrido ningún conflicto armado en su
territorio desde hace 150 años. Desde hace 150 años, Estados Unidos
no sabe lo que es una crisis de refugiados de guerra, no sabe lo que
es un bombardeo que arrasa ciudades, no sabe lo que es el exterminio
de civiles o las batallas campales con miles de muertos. Excepto en
Pearl Harbor, atacado por Japón un día en 1941, EE. UU. nunca ha
sufrido lo que los europeos, asiáticos y africanos han padecido en
los últimos siglos.
Y,
cuando en mitad de una crisis sanitaria que amenaza a miles de
millones de personas, el secretario general de la ONU propone una
declaración de alto el fuego, Donal Trump utiliza su derecho de
veto. La declaración no se aprueba. ¿Por qué? ¿Cómo es posible?
La razón ofrecida por Trump es que la declaración incluye una
mención a que eso ayudaría a que la Organización Mundial de la
Salud afrontara la pandemia, y Trump, en mitad de una pandemia
global, está en contra de la organización que coordina los
esfuerzos sanitarios y científicos de toda la humanidad. Punto y
final. No hay más debate.
¿O
sí? Bien, nos queda por delante un debate de muy sencillo
planteamiento: visto esto, ¿qué tipo de líderes políticos
queremos que nos gobiernen? ¿Los que se parecen a Trump, o los que
desean la paz? Esa es la cuestión.
PD:
por cierto, Donal Trump, que no quiere la paz mundial, ha apoyado que
civiles armados violentaran el capitolio de Míchigan, sede del poder
legislativo, para exigir el fin del confinamiento. De nuevo: ¿qué
tipo de políticos queremos que nos gobiernen?
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