Dirigentes
de Vox y PP animan a los españoles a manifestarse contra el gobierno
como hacen desde la semana pasada en las calles del barrio de
Salamanca y otros. Ellos, como responsables institucionales saben
positivamente que para poder manifestarse o concentrarse legalmente,
independientemente del estado de alarma, es necesaria una
comunicación formal a la Subdelegación del gobierno. Esta
comunicación formal no existe. Por lo tanto, deliberadamente Vox y
PP llaman a desobedecer las leyes.
Es,
sin ninguna duda, una revolución desde arriba para propiciar un
cambio de régimen o gobierno: es la utilización de los métodos 1 a
6 del manual de Gene
Sharp, autor que publicó un listado de 198 métodos de protesta.
El problema es que los métodos de Sharp pueden usarse contra
dictaduras, pero también contra democracias. Según
Aurora Ferrer y Juan A. de Castro estos métodos fueron utilizados
por Puigdemont durante la crisis de la independencia
catalana. Estos dos autores, que se presentan como analistas de
inteligencia privados y siguen la estela del presidente
ultraconservador húngaro Viktor Orbán, publicaron su estudio en la
editorial Homo
Legens, que también edita hagiografías de Franco y que ha lanzado
el título “Por qué Vox”. El círculo se cierra:
Vox y la parte más radical del PP están poniendo en práctica los
métodos de Sharp, los mismos que utilizó Puigdemont, para provocar
un cambio de gobierno…o de régimen.
¿Quieren
otra muestra sencilla? Método 42 de Sharp: manifestación de
vehículos. Vox lo anunció en el congreso para este fin de semana,
advirtiendo que el gobierno “será responsable de lo que pueda
suceder”. Si revisan la obra de Sharp, comprobarán qué cantidad
de sus métodos está utilizando la ultraderecha. Los escraches de la
derecha a los políticos en sus domicilios, algo que nosotros
rechazamos venga de donde venga, son otro ejemplo.
Para
ganar el poder legalmente Vox y PP necesitan que el gobierno caiga y
se convoquen elecciones. Para ello hay dos caminos. El primero es
proseguir con el acoso al gobierno, para desgastarlo y agotarlo
utilizando la pandemia y la terrible crisis económica y derrotarlo
dentro de cuatro años. Pero ese escenario no le gusta a la
ultraderecha: faltan cuatro años, el país podría recuperarse, y
supondría arriesgarse a una competición electoral muy polarizada,
con una presumible gran movilización de la izquierda.
Por
eso optan por el segundo camino: hay que derribar al gobierno cuanto
antes, aplicando los métodos de Sharp. La puesta en práctica
sistemática y simultánea de todos estos métodos supone una
revolución planificada alentada por cargos institucionales de todos
los niveles y multiplicada por algunos medios de comunicación y las
redes sociales, para crear el caos y una sensación de ansiedad y
angustia en la población que lleve al límite a la resistencia de
todo el sistema. No importa que la mayoría de españoles no jueguen
a ese juego: lo que importa es que una minoría pueda difundir una
sensación colectiva de crisis límite, esa es la tarea de la
vanguardia revolucionaria. Es público que jóvenes ultraderechistas
se manifiestan en barrios que no son suyos con la intención de
provocar a la policía. Y en ese clima de crisis, en algún momento,
el gobierno (sus miembros, un funcionario, alguno de los agentes de
la policía) o algún ciudadano perderá los nervios y cometerá un
grave error que será aprovechado para provocar el estallido de la
situación. En muchos frentes a la vez; nos tememos que, incluso,
violentamente. Nunca, desde la transición desde la dictadura, se
habían provocado con tanta calculada frialdad los enfrentamientos
callejeros que han comenzado a producirse. Todo está estudiado.
Ese
es el plan, notorio, público, casi publicado. La siguiente cuestión
es: si esto último sucede, ¿qué pasará entonces? ¿Qué sucederá?
¿Alguien lo puede garantizar? Y la pregunta más importante es esta:
en pleno 2020, azotados por la pandemia y la crisis, ¿quieren los
españoles, además, vivir una revolución liderada por Abascal?
No hay comentarios:
Publicar un comentario