domingo, 29 de noviembre de 2015

Kant, ese tío tan majo


Bueno Kant, Kant, lo que se dice Kant la verdad es que yo me lo perdí, porque el día (¿o fue el mes?) que lo explicaron es que me lo pasé en la cafetería de la universidad… pero, en cualquier caso, tampoco le veo yo tanta importancia al patinazo del Rivera… el hombre tienen razón, vaya, si el Kant era tan famoso e importante (parece ser) pues claro que vale cualquier libro que te leas de él, algo sacarás. Es lo mismo que pasa con Cervantes, que no hace falta que te leas ni el Quijote ni nada de nada, porque todo el mundo sabe que el Cervantes era un crack, y chimpún.

Lo de meterse con el Rivera son ganas de rizar el rizo… y, hablando de peinados, lo de Pablo Iglesias es lo mismo. ¿Qué pasa? Se equivocó un poco el profesor universitario, ¿y qué? Además, todo el mundo está agradecidísimo a estas meteduras de pata, porque así está todo el país entretenidísimo con el asunto, aunque nadie se haya enterado con profundidad qué opinaron estos candidatos sobre otros problemas más importantes. Es más, yo diría que seguro que los dos son expertos en Kant y que lo hicieron aposta, porque todo el mundo sabe ya que en realidad esto de los debates es un espectáculo y que no tiene mucho que ver con la política de verdad. Unos aplauden, otros abuchean, vaya, como en un ring de boxeo: exactamente igual que los debates de las elecciones presidenciales estadounidenses. Cuantas más meteduras de pata graciosas, más te siguen en las redes.

Un espectáculo, créanme. Y si no que se lo digan a Izquierda Unida, a la que con 11 diputados y 1,7 millones de votos en las elecciones generales de 2011 y un 10,3% de votos en las europeas de hace dos años, no le dejan aparecer por los debates. ¿Por qué? Pues está claro: porque, con la connivencia vergonzosa de los partidos “emergentes” que se dicen regeneradores de la democracia, los medios de comunicación (los poderes que los dirigen) han decidido silenciar, eliminar, anular a Izquierda Unida y las candidaturas de Unidad Popular, no dejarles participar en los debates, amordazar la boca de casi dos millones de ciudadanos. ¿Por qué? Porque en la crisis más profunda que ha pasado nuestro país desde hace décadas, cuando la desigualdad se ha disparado y la sociedad se está bipolarizando, no interesa darle cancha a un partido que se reconoce de izquierdas y que sigue diciendo que de verdad hay que cambiar el sistema, no repintarlo.

El poder, con la calculadora y las encuestas y sus estudios sociológicos y las declaraciones contradictorias de Pablo Iglesias en la mano, ha comprobado que definitivamente se aleja cualquier posibilidad de que Podemos pueda ser determinante en el futuro político del país (porque si alguna influencia marginal ha de tener, no servirá para cambiar las estructuras, como ya ha demostrado en comunidades y ayuntamientos). Asegurado el cuarto puesto de Podemos, toca ahora emplear toda la artillería mediática para impedir el crecimiento que se estaba produciendo en el apoyo a las candidaturas de Unidad Popular, haciéndolas desaparecer de los medios de comunicación,  borrando del mapa al candidato Alberto Garzón.

Una de las ideas centrales de Kant como pensador es la del imperativo categórico: actuar como si desearas que tu acción pueda servir de modelo para el comportamiento de toda la humanidad. Si esta democracia siempre ha sido manifiestamente mejorable, si el poder y los medios de comunicación han servido siempre a los mismos intereses, los debates no demuestran sino una cosa: que ni Ciudadanos ni Podemos siguen el imperativo kantiano y que, desde luego, no van a regenerar democráticamente nada de nada.









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